12º Domingo Ordinario - C

domingo, 13 de junio de 2010
20 Junio 2010

Zacarias: Me miraran a mí, a quien traspasaron.
Galatas: Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Lucas: ¿Quién dice la gente que soy yo?.


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Juan García Muñoz.

3 comentarios:

{ Paco Echevarría } at: 13 junio, 2010 12:46 dijo...

¿QUE PIENSAN DE MÍ? (Lc 9,18-24)

La pregunta que Jesús formuló a sus discípulos – ¿Quién dice la gente que soy yo?– sigue provocando desconcierto en nuestro tiempo. Jesús de Nazaret –Jesucristo para sus discípulos y seguidores– es hoy como siempre una piedra de escándalo, es decir, un tropiezo que necesariamente encontramos en el camino y que obliga a tomar postura. Su doctrina –en tantos aspectos todavía ignorada– sigue siendo una palabra de esperanza y una apuesta por la Vida, pero el mundo al que vino como luz sigue –en muchos aspectos– viviendo de espaldas a él. Para unos es el Bautista, es decir, el predicador de la penitencia y de la conversión; para otros, Elías, el defensor de Dios y el mensajero de la ira divina contra los que se resisten; algunos, más benévolos, lo consideran un profeta que anunció un mensaje imposible. Y podríamos seguir: hay quienes le disculpan a él, pero condenan a sus seguidores; también están aquellos que consideran su doctrina una aberración y una amenaza para la condición humana; y aquellos que lo consideran un idealista cuyo mensaje pudo tener resonancia en otro tiempo, pero ahora resulta obsoleto.

Nada de esto nos puede extrañar. Fue figura discutida en su tiempo, lo ha sido en el tiempo posterior y lo está siendo en la actualidad. Pero lo que verdaderamente importa es la respuesta que damos a su pregunta porque de ella depende el sentido y el valor de muchas cosas. La verdad es que, a la postre, poco importa lo que piensen los demás. Lo que importa de verdad es lo que los cristianos pensamos de él. De ello depende el modo como escuchamos y acogemos su enseñanza y la manera de contemplar y dejarse interpelar por su vida. No me da miedo lo que otros piensen de Jesucristo. Lo que temo es lo que pensamos nosotros los cristianos, porque eso condiciona lo que puedan pensar de él los demás.

La mejor apología del cristianismo –la única posible en este tiempo– es la vida de los cristianos. Y no es fácil la cosa, como ya lo advirtió Jesús. San Lucas, tras la confesión de Pedro, introduce unas palabras duras y exigentes: aquellas que hablan de cruz y de fracaso, de olvido de sí mismo y de renuncia a la vida. La fe cristiana no es un pensamiento –a modo de una filosofía– sino un camino, una manera de entender la realidad y un modo de vivir. Ambas cosas van unidas y separarlas sólo conduce a su destrucción.

En estos tiempos, la persona, el mensaje y la vida de Jesucristo necesitan ser repensados a la luz del presente para que su poder salvador aparezca y actúe como en otros tiempos. Esa tarea corresponde a quienes nos llamamos seguidores suyos. Es un reto y una necesidad. La generación que ha traspasado la puerta del milenio ha cargado sobre sí con esta responsabilidad.

Maite at: 16 junio, 2010 09:28 dijo...

Señor Jesús, hoy me preguntas quién digo yo que eres Tú. Y si es tan importante para Ti no lo dejaré por decir.

Tú fuiste el primero en decirme quién soy yo. Y que siendo pequeña soy alguien que tiene valor, que no nace de mí sino de Ti y de tu amor, que por pura gracia en mí se fijó.

Porque sólo de Ti puedo decir: me amó y se entregó por mí. Sólo Tú me das la vida eterna haciendo manar en mi interior un surtidor que me impida saciar mi sed en una cisterna.

Sólo Tú me puedes pedir que te siga camino de la cruz, negándome a mí misma, perdiendo mi vida, por un terreno abrupto y muchas veces sin luz

Sólo Tú puedes cambiar mi forma de pensar, de hablar y de soñar... de acoger y de querer. Nadie como Tú me puede corregir sin herir, insistir sin afligir, enderezar sin avasallar.

Sólo Tú pones en mí la ternura y la compasión, la alegría y el perdón que desbordan tu corazón. Sólo Tú puedes influir mi jerarquía de valores, amores y temores, y penetrar en ella rompiendo en mil pedazos todo lo que me aleja de tu regazo.

Sólo Tú me amas por mí misma, como soy, con mis limitaciones y defectos, incoherencias y pecado, viendo en mí lo que puedo llegar a ser permaneciendo a tu lado.

Tú eres quien me salva y me redime, me cura y me libera, quien con infinita paciencia a todas horas me espera.

Sólo Tú das rumbo y dirección a todo mi camino interior dibujando un anhelo en lo más profundo de mi corazón y trazando el sendero que recorriste Tú.

Si estás conmigo lo quiero seguir hasta llegar a vivir que yo ya no vivo, Tú vives en mí.

Tomás at: 18 junio, 2010 23:15 dijo...

"¿Quién decís que soy yo?"
Pedro es el primero que responde a esta pregunta. La letra iba bien, pero la "música" debía ir desafinada porque Jesús mismo tiene que hacer la "exégesis" correcta de la contestación.

Podríamos decir que los cuatro evangelios no son sino la respuesta a esta gran pregunta. Una respuesta que ha pasado ya por el crisol de la muerte de Jesús y que hunde sus raíces en la certeza de su resurrección. Ahora sí, el mismo Resucitado les conminará a comunicarlo hasta los confines de la tierra.

Jesús no impone su identidad, no fuerza las cosas. Es en la relación con sus discípulos donde se va dando esa "epifanía" de su persona. Su ser de Mesías e Hijo de Dios no es un meteorito caído del cielo. Su identidad está estrechamente entrelazada con la nuestra, y ha querido que sean labios humanos los que hayan pronunciado qué es Él para nosotros.

- Pero ¿quién es éste que hasta el viento y el agua le obedecen?
- "¿Quién dice la gente que soy yo?
-¿De dónde saca todo eso?
-"¿También vosotros queréis marcharos?"
- ¿Adónde iríamos?
- "Entonces, ¿me amas?"
En este cruce de preguntas, que todavía no ha terminado, nosotros Le decimos quién es, y Él nos dice quiénes somos nosotros. También nos dice qué somos los unos para los otros.

Señor, en este entreverarse de escucha y Palabra, de frágil confesión y de revelación, de tu Vida y de la nuestra, concédenos llegar hasta tu secreto último, concédenos alcanzar nuestra identidad más honda.
¿Quién eres Tú? ¿Quién soy yo?
Seguramente "es preciso" toda una vida para responder.