6º Domingo Ordinario - A

viernes, 4 de febrero de 2011
13 Febrero 2011

Eclesiástico: No mandó pecar al hombre.
1 Corintios: Dios predestinó la sabiduría antes de los siglos para nuestra gloria.
Mateo: Se dijo a los antiguos, pero yo os digo.

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Juan García Muñoz.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 04 febrero, 2011 08:05 dijo...

LA LEY Y EL ESPÍRITU (Mt 5, 17-37)

Tras presentar de modo programático la nueva justicia en las bienaventuranzas y explicarles a los discípulos que están destinados a ser luz en medio del mundo con sus buenas obras, Jesús pasa a exponer los rasgos de esa nueva justicia. Había un debate en la iglesia primitiva: si la ley antigua –la propuesta por medio de Moisés– seguía teniendo valor o, por el contrario, el cristiano no estaba sometido a ella. Algunos pensaban lo primero y trataron de imponer su opinión a los que venían del paganismo. Pablo y otros pensaban lo segundo y defendieron la libertad frente a la ley mosaica. El asunto se resolvió en la asamblea de Jerusalén. El evangelio de Mateo, escrito para los cristianos procedentes del judaísmo, se mantiene en una postura intermedia. Viene a decir que las exigencias morales del Antiguo Testamento son válidas, pero insuficientes. Sólo el nuevo modo de ser justo es completo y definitivo.

La primera parte del sermón de la montaña es una cuidada exposición de las exigencias morales que han de guiar al buen discípulo. No ha de ajustarse éste a lo que manda la ley. Si su corazón es morada del Espíritu, irá más allá. La ley, por ejemplo, prohíbe matar. El cristiano ha de saber vivir una relación basada en el amor y la fraternidad que evita, no sólo la muerte, sino también todo lo que ofenda la dignidad del otro o le haga desdichado. Quien se limita a no hacer daño es un hombre bueno, pero no es un buen discípulo de Jesús.

En realidad el asunto es más importante de lo que a primera vista puede parecer porque lo que se debate es el origen de la vida moral. Unos –como hacían los fariseos en tiempos de Jesús– defienden que la fuente de la moral es la ley. El hombre encuentra al nacer dos caminos: el del bien y el del mal. El primero es el camino estrecho de la justicia; el segundo es la senda ancha de la maldad. La ley tan sólo es un indicador en las encrucijadas que señala el camino mejor. El hombre –creado libre– decide y, por eso, la responsabilidad es toda suya. Otros –como Pablo– piensan que la ley deja al hombre solo ante esa gran decisión y, dado que es débil, corre el riesgo de equivocarse. Necesita una fuerza interior que le guíe y le sostenga en la lucha. Esa fuerza es el Espíritu. Pero, cuando el Espíritu está presente, ya no cuenta la ley, porque el Espíritu es la luz que guía las decisiones del hombre.

Aunque el debate viene de antiguo, muchos no se han enterado todavía. Son los cristianos que examinan su vida y modelan su conciencia a la luz del Decálogo. Y no es que esté mal hacerlo. Pero es insuficiente. Si el vivir cristiano está regido por los preceptos entregados a Moisés en el Sinaí, ¿qué necesidad había de Cristo? Si los mandamientos son suficientes, ¿para qué queremos el Evangelio? Parecen leer las palabras de Jesús oyendo sólo “sabéis que se dijo” e ignorando “pero yo os digo”.
No es éste un debate estrictamente moral o religioso. También en el ámbito social está presente. Si los ciudadanos se quedan en el estricto cumplimiento de las leyes, la sociedad nunca irá a más aunque mantendrá el orden establecido, que no es poco. Pero sólo avanzará, si los ciudadanos comprenden que, más allá de las leyes, existe un mundo de valores que las sobrepasan.

{ el pajarillo de judá } at: 08 febrero, 2011 12:25 dijo...

Dar cumpliento, es decir, cumplir:

Ejecutar, llevar a efecto. Cumplir un deber, una orden, un encargo, un deseo, una promesa.

2. tr. Remediar a alguien y proveerle de lo que le falta.

3. tr. Llegar a tener la edad que se indica o un número cabal de años o meses. Hoy cumple Juan catorce años.

4. intr. Dicho de una persona: Hacer aquello que debe o a lo que está obligado. Cumplir con Dios, con un amigo. Cumplió como debía.

5. intr. Dicho de una persona: Terminar en la milicia el tiempo de servicio a que está obligada.

6. intr. Ser el tiempo o día en que termina una obligación, empeño o plazo. U. t. c. prnl.

EL QUE TENGA OIDOS PARA OIR QUE CUMPLA

Maite at: 10 febrero, 2011 13:11 dijo...

Se nos invita este domingo a escoger entre el fuego y el agua, la muerte y la vida. Se nos asegura que la dicha está en caminar en la voluntad del Señor. Y Jesús nos muestra la puerta estrecha que hemos de cruzar para ello. Nos habla de la ley y los profetas, que no son abolidos, pero sí llevados a la plenitud, y exige de nosotros una santidad de vida mayor que la de los letrados y fariseos, los grandes cumplidores y conocedores de la ley.

Pues es muy fácil, demasiado, quedarnos en la letra, en el cumplimiento, y sentirnos plenamente satisfechos de nosotros mismos, y mejores que los demás. Desde luego que hay que cumplir, sí, pero atentos a lo que se esconde en nuestro corazón. Si hay algo que ven los ojos de Dios es nuestro interior. Mucho mejor que nosotros mismos. Podemos engañarnos a base de mirar nuestra fachada exterior, esa que tanto cuidado ponemos en acicalar, pero la verdadera medida de lo que hacemos está dentro. Y nos lo jugamos todo en nuestras relaciones con los otros, en qué pensamos de ellos y como los tratamos, en nuestra forma de mirarlos y, muy importante, nuestra manera de hablar.

Somos discípulos de Jesús. Le seguimos a Él. Y hemos de ser mejores que los letrados y fariseos que cumplir, cumplían.