Deuteronomio: Mirad: os pongo delante maldición y bendición.
Romanos: El hombre es justificado por la fe, sin obras de la ley
Mateo: La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena.
Romanos: El hombre es justificado por la fe, sin obras de la ley
Mateo: La casa edificada sobre roca y la casa edificada sobre arena.
Descargar 9º Domingo Ordinario - A.
Juan García Muñoz.
2 comentarios:
¿Contradice Pablo a Jesús? No. Se refiere a las obras de la Ley, que no nos justifican ante Dios. Es Él quien lo hace, y gratuitamente. Pero Jesús sí pide las obras de la fe. Es fácil llevar al Señor en los labios y en su nombre hacer, y hacer, y hacer. Inflar con ello nuestro ego y autoconvencernos de que hemos ganado a Dios para nuestra causa. Pero todo esto no implica hacer lo que Él quiere de nosotros o nos pide. Podemos muy bien llevarle en los labios y no en el corazón. Buscar la justificación mediante obras que no son las que Él quiere y olvidar que lo nuestro es ser fieles al amor. Podemos hacer muchas cosas buenas invocando el nombre del Señor y no cumplir su voluntad.
Escuchar sus palabras y no ponerlas en práctica es hacerlas huecas y vacías, como arena sobre la que no se puede edificar.
Ponerlas en práctica supone dejar que estallen en nuestro interior con toda su fuerza, que cambien nuestros esquemas y criterios con la vida y la verdad que emanan de ellas. Adentrarnos en un camino de conversión, construir ya aquí y ahora el Reino de Dios. Dejarse empujar por el amor que nos saca de nosotros mismos y nos impulsa a poner por obra aquello que creemos.
Quiere decir que hacer la voluntad de Dios, lo que Él quiere, nace de un corazón enamorado, seducido por Jesús, que se deja llevar por Él y hace suyos sus sentimientos y opciones. Y eso es edificar sobre roca, porque no faltarán la lluvia ni el viento, que con todo su poder destructor caerán sobre nuestra casa, que podrá sufrir mucho en su embestida, pero saldrá indemne.
Escuchar las palabras del Señor y no ponerlas por obra es como llevarlas encerradas y atadas a la muñeca o colgando de la frente en un estuche, sin dejar que penetren ni que cambien nuestra vida. Es impedir que echen raíces en nosotros y sean sólido fundamento de nuestra edificación. Tendrán tanto valor para nosotros como el humo y el viento, o el fuego fatuo.
Mirad: hoy os pongo delante la bendición.
A ti, Señor, me acojo.
Sed fuertes y valientes de corazón los que esperáis en el Señor.
Hace tiempo que vengo profetizando que nuestra vida cristiana corre el peligro de desmoronarse. Quizá se hay caido el cuerpo, pero no la cabeza. Lo institucional siguie en pie, dando la sensación de que la columna es firme. Pero lo intuitivo y lo verdaderamente espiritual, no se percibe en la vida. No podemos seguir apegados engañadamente a unos supuestos, que si bien son necesarios, no son suficientes. Este pajarillo se siente seguro en árbol grande, pero para disfrutar de las flores hay que salir a campo abierto.
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