Hechos: Escogieron a siete hombres llenos de espíritu.
1 Pedro: Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real.
Juan: Yo soy el camino y la verdad y la vida.
1 Pedro: Vosotros sois una raza elegida, un sacerdocio real.
Juan: Yo soy el camino y la verdad y la vida.
Descargar 5º Domingo de Pascua - A.
Juan García Muñoz.
3 comentarios:
¡NO TENGÁIS MIEDO! (Jn 14,1-12)
Jesús, tras anunciar la traición que se cierne sobre él, las negaciones de Pedro y su partida, intenta calmar el ánimo de los suyos por la lógica turbación del momento. Sus palabras nos recuerdan las de Isaías a Acaz, cuando “tembló su corazón y el corazón de su pueblo como se estremecen los árboles del bosque sacudidos por el viento... ¡Ten calma, no temas ni desmaye tu corazón!”. En aquella ocasión el motivo del estremecimiento fue el cerco de la ciudad; en el caso de Jesús es la traición de los falsos discípulos, la cobardía de los seguidores y la ausencia del Maestro lo que provoca el desconcierto y el miedo. La comunidad cristiana -entonces como ahora- estaba amenazada por la persecución de los adversarios, por la debilidad interna de sus miembros y por la sensación de olvido y abandono. Las dificultades se multiplican dentro y fuera de ella y, en los más comprometidos, aparece el miedo y la turbación con el riesgo de perder la fe.
El problema no es ya que el mundo se haya situado de espaldas a la luz, sino que los creyentes están dejando que se apague. La barca se agita en medio de la noche, sacudida por el viento y las olas, y la voz del maestro vuelve a sonar con un reproche: “¡Hombres de poca fe! ¿Por qué tenéis miedo?”. Sabe bien que el miedo es la mayor amenaza para la fe, porque es cierto que el espíritu está pronto, pero la carne es débil.
Para ratificar sus palabras, Jesús se presenta como camino. No caminar con él es andar errante, perdido, sin meta y sin futuro. Conecta así con los sentimientos más profundos del hombre y ofrece una respuesta a su búsqueda. Pero hoy muchos han cesado en la búsqueda, se han instalado en el ahora de espaldas al después. El problema es que sin metas ni ideales ¿qué sentido tiene el vivir? La felicidad consiste en la dicha de saber que la vida tiene sentido y, sin metas, no hay sentido.
Tal vez por eso al camino une la verdad, entendida desde la mentalidad semita, según la cual no es la mentira absoluta lo que más daña al hombre, sino la ignorancia y las medias verdades. Porque, de la mentira abierta y clara podemos defendernos, pero estamos indefensos si nos atrapa la ignorancia o la verdad a medias -mezcla de lo verdadero y lo falso-. Y con la verdad, la vida, que es el complemento necesario y el principal valor, ya que todo es en función de la misma. Jesús es el camino verdadero hacia la vida o, si se prefiere, el camino a la vida verdadera. En estos tiempos de confusión y violencia, mentira y muerte, con el terrorismo y la guerra en tantos lugares, el corazón está amenazado por el desaliento y el miedo. Es necesario y consolador oír las palabras de Jesús para no perder la fe en Dios y en el hombre.
Jesús es Dios.
Juan lo evidencia trasladando esta fe desde un momento postpascual a la vida terrena de Jesús.
Quizá hoy tengamos que realizar un camino parecido. Debemos de pasar de una excesiva divinización de Jesús, a encontrarnos con el hombre reflejo de Dios. Sí, un hombre que identificada a Dios con su vida y muerte.
Nada te turbe... Jesús quiere que conservemos la calma, y para ello nos pide creer, confiar en Dios, ponernos en sus manos de Padre. El que pierde la calma, y se inquieta y angustia, es porque está solo, sin apoyo y sin ayuda, y se siente impotente y frágil.
Nosotros no estamos solos. Tenemos un Padre y una casa donde se nos está preparando un sitio. Una casa amplia, con muchas estancias, preparadas para grandes y pequeños, fuertes y débiles, ricos y pobres, para gente de todo tipo y condición, gustos y aptitudes. Para todos, diferentes y variados con la diversidad de almas y corazones, cuerpos y rostros, rasgos y estilos; como las flores del campo o la vida que pulula en un entorno natural.
Pero todos hemos de seguir el mismo camino. Solo hay uno: Jesús. Él es la senda a recorrer. La verdad, fuera de la cual no hay otra; y la vida verdadera, la que no se escapa por paredes agrietadas y salta y baila por dentro. Jesús nos lleva al Padre.
Y habla de Él de tal manera que se comprenden las palabras de Felipe, su anhelo y su deseo de ver el rostro de ese Padre fabuloso de quien tanto habla Jesús.
Pero Jesús enseña que quien comparte la vida con Él y permanece a su lado ya ve al Padre. Mirarle a Él y ser testigo de sus obras de salvación y liberación es contemplar al Padre en acción. Cada uno de ellos está en el otro. Y nosotros somos su pueblo, una nación consagrada, llamada a salir de la tiniebla y a entrar en su luz maravillosa.
Publicar un comentario