Mt 25,14-30: PARABOLA DE LOS TALENTOS.
Descargar 33º Domingo Ordinario - A.Juan García Muñoz.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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Dios tiene derecho a exigirnos, en nombre del amor que nos tiene y de su solicitud con nosotros, que demos fruto y que hagamos rendir los bienes que Él nos da. Tiene el mismo derecho que un padre, una madre, un hermano, un amigo, un esposo, que velan por nuestra felicidad y nos empujan a entregar todo lo que somos y tenemos, a salir de nosotros mismos para dar y recibir vida.
Porque ser depositarios de los dones de Dios es una llamada a nuestra responsabilidad y libertad para compartir lo recibido. Somos vasos comunicantes que dejamos que la gracia fluya sin cesar entre nosotros. No podemos guardar para nosotros solos el agua que recibimos, o se estancará y se corromperá en nuestro pobre y pequeño recipiente.
Decía Santa Teresa que si no nos damos cuenta de que recibimos algo no despertamos a amar. Por eso el primer paso es ser conscientes de nuestros dones, valores y capacidades, que no tenemos nada que no hayamos recibido, y que todo lo bueno, bello y noble que poseemos nos viene del Señor. Nadie hay tan pobre que no haya recibido nada o demasiado poco.
El amor convida a ser amado, y el bien y la belleza, por su misma naturaleza, se difunden y comunican, no resisten ni toleran permanecer encerrados y sin rendimiento. ¿Creemos que es poco o nada lo que tenemos? ¿Acaso no llevamos dentro amor, bien y belleza para comunicar? ¿No tenemos tiempo para dedicarlo a los demás? ¿No hay nada en nosotros para poner a su disposición? ¿Y una sonrisa o una mirada cariñosa? Muchas veces no se nos pide más, ni se trata de dar cosas extraordinarias. Nos tenemos a nosotros mismos para regalar. Y sabiendo lo que poseemos, saldrá de nosotros por su propia fuerza, y no nos quedaremos más pobres por ello, sino más ricos.
Algo así como el lema de Los Tres Mosqueteros:
"Uno para todos y todos para uno"
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