1º Domingo de Cuaresma - B

domingo, 19 de febrero de 2012
26 Febrero 2012

MARCOS 1,12-15: Tentaciones de Jesús.

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Juan García Muñoz.

2 comentarios:

Maite at: 21 febrero, 2012 23:20 dijo...

En este tiempo de gracia que es la Cuaresma estamos llamados a dejarnos llevar al desierto por el Espíritu. Necesitamos estar a solas y en silencio con nosotros mismos y con Dios, ayunar de tantas cosas superfluas que nos mantienen anclados en la superficie de la vida y nos impiden volar y salir de los caminos trillados, conocidos y seguros que seguimos.

Estamos llamados a la conversión, a ser más creyentes, verdaderos creyentes, seguidores de Jesús, servidores suyos y con Él. A ponernos a la escucha atenta de la Palabra y dejarnos alimentar, sanar y transformar por ella. A pasar haciendo el bien, repartiendo vida y curación a manos llenas.

Estamos llamados a superar la tentación. También Jesús se vio acosado por ella; Él, que quiso hacerse, en todo, como uno de tantos. Y superarla como Él: teniendo claras nuestras prioridades, optando por y eligiendo libremente todo lo que construye el Reino, renunciando al poder y la manipulación del nombre de Dios, al uso y abuso de la religión que nada tiene que ver con vivir, cara a cara con Él, nuestra relación de hijos amados del Padre.

El desierto es un buen lugar para empezar de nuevo de una manera nueva. Dejemos pues a un lado todo lo que nos ata y esclaviza y entremos más adentro, donde no llega el ruido impertinente de tantas cosas vanas. La tentación se hará presente en el camino: esto no vale para nada. No estamos solos, Jesús nos acompaña.

Paco Echevarría at: 23 febrero, 2012 12:47 dijo...

LA CRISIS, EMERGENCIA DEL ESPÍRITU (Mc 1,12-15)

Estamos habituados a ver la tentación -en cualquiera de los campos que se plantee- como una situación de peligro que hay que evitar y, si ello no es posible, superar con fuerza de voluntad, responsabilidad y sentido moral. Creo que esta actitud responde a la idea de que la vida ha de ser fácil y de que debemos eludir todo lo que signifique esfuerzo, lucha, sacrificio...

Pero hay otra forma de ver las cosas. La tentación es una situación de crisis en la que la solidez del sistema de valores, de los principios que de él se derivan y de las normas de vida que los concretan es sometida a comprobación. Sin tentación y sin crisis no es posible el conocimiento de sí mismo y, sin éste, no hay crecimiento. La tentación, por tanto, además de ser un peligro, es una oportunidad que hay que agradecer. Por eso no sorprende que Jesús la sufriera y que, cuando enseña a los suyos a orar, no diga “líbranos de la tentación”, sino “no nos dejes caer en ella”.

Evidentemente la crisis tiene dos salidas: el hundimiento, con el retroceso o estancamiento que eso supone, y la superación, con los beneficios que ello comporta. Stanislav Grof, psiquiatra y uno de los pioneros de la psicología transpersonal, en su obra “La tormentosa búsqueda del ser” la llama emergencia espiritual y afirma que, si se comprende y trata bien (como momento crítico de un proceso natural de desarrollo), puede desembocar en fuertes sensaciones emocionales y psicosomáticas, provocar cambios profundos y positivos en la personalidad y llevar a la solución de muchos conflictos.

¿En qué está entonces nuestro problema? La respuesta nos la da B. Blin en el texto que prologa la edición española de la obra citada. El imperialismo científico nacido en el XVIII ha impregnado todos los ámbitos de la vida, modificando nuestra forma de pensar, convirtiéndola en una concepción lineal donde todo tiene una causa y un efecto. Esto ha permitido un desarrollo técnico e industrial sin precedentes, pero nos ha alejado del Misterio; ha potenciado nuestra capacidad de hacer y de tener, pero ha descuidado el ser.

Todo lo que no puede ser explicado desde los presupuestos científicos oficiales es o ridiculizado o negado o perseguido. No es extraño que, para esta mentalidad, la experiencia mística sea una paranoia, la crisis espiritual, una depresión, la religión, una neurosis, la fe en Dios, una proyección de las propias insatisfacciones... Las emergencias espirituales, que no son sino crisis del alma, no son patologías mentales, sino experiencias de tránsito, profundamente humanas y humanizadoras. Jesús de Nazaret, en el desierto de Judá, nos muestra la profundidad en la que se adentra el que sabe afrontar la crisis y bendecir la oportunidad que en ella se le ofrece.

Francisco Echevarría