DOMINGO 22-B
MARCOS 7,1-8.14-15.21-23. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios
para aferraros a la tradición de los hombres.
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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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SOBRE EL SER Y EL PARECER (Mc 7,1-23)
En Mc 7 se nos narra un enfrentamiento de Jesús con los fariseos, esta vez a propósito de costumbres relacionadas con rituales de purificación. Lo que para nosotros es una norma de higiene personal -lavarse las manos-, para aquellos hombres era un ritual religioso. No seguirlo al pie de la letra significaba permanecer impuro y, por tanto, quedar excluido del encuentro con lo sobrenatural. Este tipo de rituales eran una manera de señalar la frontera entre lo sagrado y lo profano. El peligro estaba en considerar esto lo único importante y olvidar la actitud de corazón. La discusión entre Jesús y los fariseos -los puros- tiene esto como centro. Pero no se trata de un tema baladí. Lo que aquí se enfrentan son dos formas de entender el ser humano y la religión.
Hay una manera de ver las cosas a partir de la apariencia de las mismas, es decir, poniendo la atención y el énfasis en lo exterior, en el aspecto, en la imagen. El error de semejante planteamiento está en que, a la larga, sólo cuenta lo que se ve, con lo cual la vida se convierte en un inmenso decorado de fachadas tras las cuales no hay nda. Para quienes ven así las cosas sólo cuentan el aspecto de las personas, los cargos, la fama, la imagen pública... Y existe otro modo de ver la realidad: de dentro a fuera, poniendo la atención en el fondo de las cosas, en el ser, en lo oculto. En este caso lo que cuenta es la persona y los valores.
Ambas posturas suelen darse en la vida social y también en la religión. Así tenemos quienes entienden la relación con lo divino como un conjunto de ritos externos, de normas, de formas, de imágenes... En consonancia con esto adquieren una gran importancia los lugares, los tiempos, los objetos, las personas relacionadas con lo divino. La postura opuesta valora sobre todo la actitud del corazón. De esa manera lo sobrenatural desborda sus propios límites y todo se convierte en vehículo de manifestación de la divinidad: cualquier lugar, cualquier momento, cada objeto y cada ser vivo pueden ser signos de su presencia. Los fariseos eran de los primeros. Jesús defiende lo segundo. Y advierte que de nada sirve lavarse las manos si está manchado el corazón. Importa lo que brota del interior: si es bueno hace bueno al hombre; si es malo, lo hace impuro.
En un mundo como el nuestro, los creyentes corren el riesgo de pensar como los fariseos y, creyendo seguir el mensaje de Jesús, encontrarse siguiendo las enseñanzas de sus adversarios. En Israel a Dios sólo se le podía encontrar en el templo, en Jerusalén. Jesús sitúa ese lugar en el corazón humano. Por eso Dios es ahora más cercano y asequible. Se ha hecho más humano para permitir al hombre estar más cerca de él, es decir, para que logre ser más divino. Así andan las cosas desde entonces, aunque a muchos les resulte tan difícil entenderlas.
FRANCISCO ECHEVARRÍA
La ley que con tanto celo observaban los fariseos del tiempo de Jesús, era para ellos expresión de la voluntad de Dios y, en principio, regulaba la convivencia y las relaciones con Él y los demás. Por eso era buena. El problema empieza cuando ellos, y nosotros ahora,absolutizamos incluso lo bueno y hacemos de ello el fin y la meta olvidando que es un medio, un buen medio, si se quiere, pero solo un medio.
Y absolutizar un medio como la ley, los preceptos, las normas, nos da, a los cumplidores, seguridad, y la impresión de tener todos los cabos bien atados y todo bajo control. Es la garantía fácil y certera de saber lo que hay que hacer y como y, paradójicamente, el camino más corto, muchas veces, de saltarse a la torera y sin escrúpulos la justicia y la caridad. La estricta observancia de la ley suele llevar a la dureza de corazón, al juicio y la condena rápidos y sin apelación. Quien es consciente de sus fallos y errores, de sus transgresiones de la ley, es más misericordioso y tolera y disculpa mejor. Comprende y entiende más.
La vida nos enseña que las cosas, a menudo, son más complicadas que cumplir o no. Que queriendo hacer lo correcto y acertar, muchas veces las situaciones se nos escapan de las manos, y no sabemos por donde tirar. No se trata de transgredir la ley, y menos pasar de ella. Se trata de tener siempre claro y delante de los ojos el verdadero fin de ella y de los preceptos y normas, que es la vida plena y digna de toda persona.
Si los fariseos se hubieran fijado más en Jesús y sus palabras, en sus actitudes y sentimientos, en sus obras y propósitos, y no en sus transgresiones de la ley, hubieran llegado a captar el espíritu que la animaba y que hace relativizar y superar la misma ley.
El amor y la justicia, el respeto y la libertad siempre estarán por encima de la ley porque no pueden dañar a nadie, sino todo lo contrario: hacen más presente entre nosotros el Reino de Dios.
Nada que viene de fuera mancha a nadie, porque depende del interior de cada uno como lo asume o asimila. Lo que la araña convierte en veneno la abeja lo trueca en miel. Es lo que sale de dentro lo que mancha. No hay más que ser sinceros con nosotros mismos y comprobar qué efecto dejan en nosotros nuestros iras, malos pensamientos, juicios y condenas, y como nos sentimos cuando en vez de eso hay amor, generosidad, alegría, perdón, magnanimidad... Reconoceremos sin problemas qué nos hace puros, blancos, transparentes, y qué sucios, opacos y oscuros.
Jesús no rompió el formato religioso imperante, lo respetaba, pero sí puso a los actos de culto inspirados en la TRADICIÓN religiosa judía en el grado justo de importancia… ¿Lo hacemos nosotros con los cultos de la nuestra que están inspirados en la tradición del lugar?
Jesús nos trazó el camino verdadero y después, sus sucesores, han diseñado otro modelo diferente… ¿Por qué?
El costumbrismo heredado nos lleva a seguir una línea que no compromete al practicante con sacrificios personales y sí con rutinas que los hombres hemos elevado a la categoría de cumplimientos religiosos.
Mi parroquia está de reformas, el sábado la misa se celebró en el salón parroquial. Se bautizaron dos criaturas, hacía mucho calor, las ventanas estaban abiertas, los familiares de los bautizados dejaron a sus niños fuera (sin control ) para que jugaran, el alboroto fue impresionante, ciertos familiares abandonaron el lugar cuando acabó el acto sacramental de los neófitos, algunos de los presentes (no familiares) hablaban hasta por los codos durante el ritual y el sacerdote no nos comentó los mensajes que nos regalaban ese día las lecturas.
¿Tan difícil es comprender lo que trató de enseñarnos Jesús?
Moisés y Santiago nos muestran las leyes, se nos habla de aceptación dócil, nosotros tenemos que practicar y Dios siempre está cerca del hombre para ayudarle… ¿Por qué seguimos otras rutas?
Los sucesores de Pedro y los cristianos-católicos tenemos delante un dilema, seguir aferrados a la tradición o desvincularnos de ella.
El camino no es fácil. Hay que empezar por tener la intención de cambiar; después caminaremos con nuestra cruz como Jesús (caídas y levantadas) y, finalmente, confiaremos en que cada día los actos impulsados por nuestro compromiso nos incrementen el saldo de nuestros méritos para que Dios nos reciba en su Reino.
Hoy la Palabra de Dios y sobre todo el Evangelio, viene a limpiarnos de todo ese polvo que se ha ido adhiriendo al peregrino en su caminar.
Así hoy como entonces, tenemos muchas cosas que quizas no sean mas que tradiciones de nuestros mayores y le demos una importancia que no tiene, olvidando, como dice Jesús el Mandamiento de Dios para cumplir con multitudes de actos que no son esenciales, no es que sean malos, sino que le damos quizas, una prioridad que no tiene.
Lo importante desde Moises, es escuchar la Palabra de Dios y ponerla en practica. Santiago nos dice cual es la verdadera Religión y Jesús nos habla de la pureza del corazón como en otro pasaje nos habla de la limpieza de nuestra alma si tenemos limpia nuestra mirada.
Cuantas cosas se ha ido adhiriendo a nuestra Iglesia a lo largo de los siglos que quizas y sin quizas, la convertido en una inmensa burocracia, una gran organización administrativa, desde el simple cristiano hasta el Sumo Pontifice, hay un monton de escalones que más que unirnos, nos separa.
El Sábado es para el hombre y no el hombre para el Sábado.
Amemos a Dios,amando a nuestros próximos, y en ellos lo encontraremos y entonces tendremos el corazón muy cerca de Dios y lo adoraremos en verdad y justicia.
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