DOMINGO 23-B

domingo, 2 de septiembre de 2012


9 SEPTIEMBRE 2012
DOMINGO 23-B

MARCOS 7,31-37. Hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 02 septiembre, 2012 08:48 dijo...

TODO LO HIZO BIEN (Mc 7,31-37)

Todos los milagros de Jesús son signos y, por tanto, sólo pueden entenderse y ser valorados rectamente desde el significado. Importa no lo que hace, sino lo que comunica con su hacer. En el caso del sordomudo se nos dice que el milagro tiene lugar en la Decápolis, es decir, fuera del territorio de Israel. Jesús cura en tierra de paganos porque la salvación no entiende de razas ni pueblos: todos los hombres están llamados a gozar de sus beneficios. Un sordomudo es un hombre cerrado, ensimismado, atrapado en su mundo interior. Ni escucha ni dice palabras que es tanto como decir, está cerrado a la comunicación con sus semejantes. Jesús -siguiendo el ritual de los milagros conocido en la antigüedad- le manda abrirse y el milagro se produjo.

Vivimos en un mundo de contradicciones, pues ocurre que los medios de comunicación se han desarrollado hasta embotar la mente por el exceso de información y, sin embargo, la incomunicación, el ensimismamiento, es más grave que nunca. Y es que hemos olvidado que la comunicación verdadera, la que hace feliz al hombre en el encuentro con sus semejantes, no es cosa de mucha información sino de vivencias. Podemos pasarnos la vida hablando de lo que ocurre a nuestro alrededor, sin llegar nunca a hablar de nosotros mismos. Y, si esto es normal entre extraños, no debería serlo entre conocidos, sobre todo entre familiares. Porque es experiencia dolorosa y muy triste comprobar -después de muchos años- que se ha estado conviviendo con un extraño.

El milagro de Jesús consiste en salvar al hombre de su aislamiento y acercarle a sus semejantes. Es una invitación a la apertura del corazón -que en eso está el prodigio- para percibir el corazón del otro y mostrarle el propio. Son muchas las maneras de expresarnos, pero la voz, que sale de la garganta como el aliento -como la vida- es sin duda el más humano; por eso Jesús toca con su saliva la lengua del enfermo. Es como poner su voz en la boca de aquel hombre, como desatar la palabra con su palabra.

La gente reacciona comentando que todo lo ha hecho bien porque ha conseguido que los sordos oigan y los mudos hablen -porque ha hecho que los hombres se acerquen los unos a los otros-. La mejor buena obra es lograr el entendimiento, la proximidad, el avecinamiento entre los hombres. San Pablo decía que el oficio de Jesús -y el de los cristianos- es la reconciliación, es decir, unir a los separados: a los hombres con Dios y a los hombres entre sí. Hermosa tarea de cualquier ser humano -pero sobre de los discípulos de Jesús- la de crear un mundo de bocas y oídos -que es tanto como decir, de corazones- abiertos. En un mundo de hombres así la tolerancia, el respeto y el amor pasearían por las calles sin miedos ni sobresaltos. Sin ello, sólo se ven miradas de reojo y desconfianzas.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

Maite at: 05 septiembre, 2012 15:16 dijo...

Jesús tiene fama de pasar haciendo el bien, y en especial de curar enfermos. En esta ocasión, como en otras, aparecen ante Él los intercesores, esa bendita casta de gente que no pide para sí, que presenta a otros para que sean curados. No se sabe siquiera si el sordo había pedido tal intervención, pero hay gente que le quiere y se interesa por él, que se hace cargo de su situación, delicada y limitadísima,y acude a quien tiene poder para sacarle de ella. El sordomudo será curado, pero el milagro se deberá a aquellos que le presentaron al Señor, llenos de fe y esperanza, que quisieron y pidieron lo mejor para él, lo que necesitaba. Cuántos milagros podemos arrancar de las manos de Jesús con la intercesión, que es una forma de oración, nacida del amor sincero y desinteresado, gratísima a Dios y beneficiosa en extremo para todos los pobres y pequeños que sufren, y no saben, no quieren o no pueden, pedir por sí mismos ni para sí. Qué buenos y qué necesarios son los intercesores.

Estos presentan al sordomudo y piden a Jesús un gesto sencillo con que ya ha curado a otros enfermos: que le imponga las manos. No saben que curar a alguien que no oye y se aísla de la realidad y la verdad, a alguien que no puede expresarse ni expresar, es tarea más laboriosa para Jesús, y hace falta algo más que imponer las manos. De labios de Jesús, durante la curación, sale solo una palabra: ábrete. Es lo que hace falta para oír y poder hablar, y lo más difícil, tanto que se necesita toda la ayuda de Jesús para ello. Pero para Dios nada hay imposible.

Por eso sus obras maravillosas llevan, a quienes las contemplan, al colmo del asombro, porque Él actúa como quien es, y puede quebrantar nuestra sordera y devolvernos el habla. Puede hacer que en nosotros se abra lo que permanecía cerrado y sellado.

Por eso quienes contemplan a Dios pasando a su lado, quienes lo reconocen en la liberación y sanación de aquellos a quienes aman, que tienen ojos para ver y oídos para oír, no pueden dejar de proclamar con sus labios también abiertos: todo lo ha hecho bien, hace oír a los sordos y hablar a los mudos.

Frapelo at: 08 septiembre, 2012 19:52 dijo...

Cuando una persona acudía al sanador o acude al doctor es porque se sentía o siente mal, algo estaba o está deteriorado.
El aislamiento del origen de la dolencia, espiritual o física, indicaba e indica la ruta del tratamiento. Hoy se enfoca la resolución de ambas clases con fármacos y con la única y exclusiva finalidad de que recuperemos el tono físico adecuado para volver a la rutina diaria. Antes preocupaba la sanación espiritual más que la física.
¿Este proceder era debido a que sabían valorar mejor que ahora la importancia del espíritu?
Si los sanadores tenían que hilar fino para no equivocarse porque recibirían represalias y si las leyes favorecían el etiquetar a las personas con ciertos problemas, la respuesta lógica a ese caldo fue la MARGINACIÓN SOCIAL y se instauró como consecuencia de ese cúmulo de circunstancias.
El leproso es el ejemplo en el que comprobamos los efectos de su exclusión social, la ley lo señalaba y la sociedad lo confinaba en guetos. En el Valle de Jezreel Jesús curó a DIEZ leprosos y fue el primer programa real de reinserción social. Él lo hizo por amor al hombre y para enseñarnos el camino de la no marginación.
El PRÓJIMO ocupa el punto central de las lecturas:
1.- Isaías nos muestra el camino para los momentos en que estemos perdidos, confiar en Dios y Él nos rescatará.
2.- Santiago nos enseña que Dios coloca a los hombres en el mismo rango y nos previene sobre nuestra debilidad: “Tanto tienes, tanto vales”.
3.- Jesús nos dejó muchas huellas para que no nos perdiéramos y nosotros nos empeñamos en no buscarlas. Con la resolución de los problemas físicos que se nos describen en este evangelio Jesús nos muestra que no hace falta ser un sordo físico para no oír a Dios. Nos bastaría con pararnos, a diario, a escuchar la voz silenciosa de nuestra conciencia, si lo hiciéramos descubriríamos nuestros desvíos y entonces reconduciríamos nuestro caminar, es decir, nos reinsertaríamos.
Las personas caminamos o viajamos al lado de otras muchas pero lo hacemos con unos auriculares para así escuchar lo único que nos interesa y no los lamentos de quienes nos rodean.
El sordo curado recibió la posibilidad de oír, un empujón, pero el resto del camino tuvo que hacerlo él solo.
La forma de vivir que tenemos… ¿Nos incapacita para sentir de cerca a los más desfavorecidos o nos ayuda?
Nos incapacita porque seguimos procediendo como los sanadores de la historia, procedemos para salvar nuestro bienestar particular y no hacemos caso a Jesús. Si lo escucháramos abriríamos los sentidos a la comprensión real del problema y entonces nuestra conducta sería la correcta.

J.A. at: 09 septiembre, 2012 18:42 dijo...

En el pasaje evangelico de este Domingo, la unica palabra que Jesús pronuncia es ""effecta-abrete"" y aquel hombre sordomudo recobró el habla y la audición, recobró su dignidad de ser persona en toda su plenitud.
También Jesús nos dice ""Abrete"", abrete a la Esperanza en que nuestras ansías de justicia y solidaridad se verán cumplidas; Abrete a la Confianza sin limite en un Dios Amor, Encarnado en la humanidad de Jesús para que la humanidad fuese más de Dios y Abrete al Aliento del Espiritu que nos da vida en todo momento.
ABRETE a los elegidos de Dios, los pobres, para que reciban de nostros la esperanza, la confianza y el amor que le DEBEMOS.