DOMINGO 30-B

domingo, 21 de octubre de 2012

28 OCTUBRE 2012
DOMINGO 30-B
MARCOS 10,46-52. Maestro, haz que pueda ver.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 21 octubre, 2012 08:52 dijo...

EL PODER DE LA FE (Mc 10,46-52)

La curación del ciego Bartimeo -poco antes de la entrada en Jerusalén- relata la última de las exigencias del discípulo: la fe en el mesías y en su misión. En Oriente eran frecuentes las enfermedades oculares y con pocas posibilidades de curación, de modo que a un ciego -además de la angustia que supone vivir en las tinieblas- sólo le quedaba como recurso la mendicidad. Su marginación, por tanto, era doble: por la pobreza y por la oscuridad. El evangelista lo indica diciendo que "estaba sentado al borde del camino". El ciego era un hombre orillado, instalado -sentado- en la marginación.

Al oír que Jesús pasaba, Bartimeo no dudó en llamar su atención utilizando un título mesiánico: Hijo de David. Pero los que le acompañaban -los que gozaban del don de la vista- intentaron hacerle callar. Jesús, sin embargo, le hizo acercarse. La razón es evidente: eran muchos los que le seguían, pero sólo este hombre comprendió que la principal tarea del mesías es la compasión.

Tres son las invitaciones que le hacen los mensajeros: Anímate, levántate, te llama. Y tres son las acciones del ciego: suelta el manto -se despoja, abandona aquello que representaba su condición de ciego-, da un salto -su respuesta es rápida- y se acerca -se mete en el río de gente que acompaña a Jesús-. La pregunta que Jesús le hace viene a significar “¿qué esperas de mí?”; y la respuesta del hombre, “Maestro: dame la luz”. Entonces viene lo más sorprenden¬te. Jesús le dice: "Camina: tu fe te ha curado".

No es que tenga fe porque se ha curado, sino que se ha curado porque tiene fe. No es el milagro lo que engendra la fe, sino la fe la que hace posible el milagro. Para la comunidad de Marcos, el ciego Bartimeo es prototipo de los verdaderos discípulos. Muchos siguen a Jesús, pero están ciegos porque su fe no es profunda y no aceptan su misión. Todos creen que el ciego vive en la oscuridad, pero, según el parecer de Jesús, sólo él ha alcanzado la luz porque es el único que cree en la bondad y el poder de quien le trae la ayuda de Dios.

La curación es manifestación, expresión, consecuencia de la fe salvadora. Es ella la que cura al ciego y es ella la que salva a los discípulos que le siguen por el camino que conduce a la cruz, a la entrega de la vida, expresión del amor más grande. Y es que la fe -aunque suene mal en tiempo de increencia y superstición- es lo único que puede salvar al hombre de la oscuridad y del sinsentido de la vida. Tomás dijo: “Sólo creeré lo que toque y vea”. Hoy muchos suscriben sus palabras y, por ello, se consideran hombres modernos, científicos, positivistas. La verdad es que la esencia de las cosas escapa a la mirada, que sólo la fe desvela el misterio que se esconde en ellas y que sólo quien atisba el misterio tiene la fuerza necesaria para cambiar profundamente la realidad. Así pues, la fe te muestra el misterio y el misterio, la senda de la transformación.
Francisco Echevarría

Maite at: 21 octubre, 2012 20:49 dijo...

Bartimeo irrumpe en escena sentado al borde del camino, y en el acto final de la escena se encuentra recorriéndolo en pos de Jesús. A pesar de ser ciego y dedicarse a pedir limosna está vivo, por eso al oír que pasa Jesús se enciende en él la esperanza de la curación. No le arredra ni acobarda su limitación y grita pidiendo compasión hasta el punto de incomodar a mucha gente.

Bartimeo, profundamente necesitado, reducido a una vida de paria, molesta e incordia sin despertar la mínima comprensión. Es valiente y decidido, o está tan desesperado, que se desgañita a pesar de las advertencias destempladas. Bartimeo es de los que no se paran a pensar si será correcto o no llamar a Jesús que pasa. Se siente movido a ello y lo hace con todas sus fuerzas, por eso nada ni nadie le para. Jesús pasa ahora y él no puede perder la oportunidad. Le necesita. No busca intermediarios ni intercesores. Se lanza a llamar la atención de Jesús. Quiere pararle.

Tampoco Jesús se deja impresionar por la actitud de quienes pretenden callar a Bartimeo. Él sí repara en sus gritos y pide que le llamen. Ante esto la gente rectifica y anima al ciego a acercarse. De repente les entra la amabilidad y el interés, pero no le ayudan, o Bartimeo es tan rápido, en alas de su deseo de curación, que no da tiempo ni margen para ello. Se desprende de lo que le estorba y de un salto, a pesar de su falta de visión, se acerca a Jesús que le llama. El diálogo que mantiene con Él ha inmortalizado una de las oraciones más bellas de los evangelios: Maestro, que puede ver. Para Jesús su fe es suficiente y hace de él un seguidor suyo que ve.

Bartimeo,mírame con compasión cuando me encuentre sentada al borde del camino por no ver el rumbo a seguir, por haber perdido al que seguía. Mírame con compasión cuando me veas reducida a pedir limosna, incapaz de afrontar la vida por mí misma por carecer de luz. Mantén mis oídos abiertos para oír a Jesús que pasa y dame el valor para gritar su nombre hasta que pare y me llame, por mucho que otros intenten detenerme. Ayúdame a soltar el manto al que me aferro, que me da calor y seguridad, amparo y protección, y a saltar sin miedo en el vacío para llegar hasta Jesús. Una vez allí, retírate. Quiero estar a solas, cara a cara, con Él, y hacer mías tus palabras, nada más. Porque para seguir al Señor por el camino necesito recobrar la vista.

J.A. at: 29 octubre, 2012 19:18 dijo...

Esta semana, aunque un poco tarde, no quiero dejar de poner mi, quizas, torpe comentario-
Leyendo el Evangelio, podemos resaltar tres actitudes que se pueden dar en cada uno de nosotros, en cada una de nuestra comunidad, de nuestra parroquia, en definitiva en el Pueblo de Dios.
La primera sería la de callar, silenciar los gritos de los que buscan a Jesús.
Silencio que podemos hacer de muchas maneras, con nuestra conducta lasa y pasota, de cumplimiento porque es lo correcto, de incoherencia de vida, de digo y hago lo contrario, de escandalo aunque no tenga manifestación ni ruido de tal.
Una segunda actitud es la de los que dan animo, la de los que están atento al otro, de los que ven las necesidades y acuden en su remedio, de los que tienen detalles y vida de compasión, padecen con y se alegran con los otros "ve y haz tú lo mismo" proclamamos en la parabola del buen samaritano.
La tercera actitud es la de seguir a Jesús "vete tu fe te ha salvado", pero no se fue, lo siguió, lo siguió en ese camino que llevaba y lleva Jesús hacía Jerusalen, hac´çia el sacrificio, a la entrega total, al amor hasta el extremo.
Nosotros y yo el primero, en qué actitud nos encontramos? porque no vemos más que lo que queremos ver y no la realidad que nos rodea o por el contario estamos con los proximos, ayudamos y alentamos a los hermanos a salir de su postración y a que recuperen su dignidad de personas y de hijos de Dios.
Seguir a Jesús implica un compromiso, un caminar junto con Jesús, un estar junto al Jesús que llora y rie, al jesús que se alegra y al que sufre en los hermanos ante el Padre de todos.
Compromiso en este año de la fe que puede que pase y no nos demos cuenta de las veces que nos está diciendo "¿qué quieres que te haga?