DOMINGO 28-B

domingo, 7 de octubre de 2012

14 OCTUBRE 2012
DOM-28B
MARCOS 10,17-30. Vende lo que tienes y sígueme.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 07 octubre, 2012 08:59 dijo...

RIQUEZA Y MÉRITO (Mc 10,17-30)

Uno de los pilares del Judaísmo era la ley del mérito, según la cual el bien futuro del hombre y su salvación eterna dependen de cómo sea su vida en el presente. La salvación venía a ser el salario merecido del esfuerzo. La pregunta que un desconocido le hizo un día a Jesús - “¿Qué tengo que hacer para alcanzar la vida eterna?”- responde a esa mentalidad y la respuesta que él le dio sigue la lógica del momento: "Cumple los deberes con el prójimo". La contestación del interesado -"Es lo que he hecho hasta ahora"- indica que estamos ante alguien que aspira a más.

A partir de ese momento, el encuentro con Jesús adquiere un valor especial. El maestro de Nazaret le hace la propuesta del seguimiento: "Deja todo aquello en lo que has puesto tu corazón, sé generoso con los necesitados y sígueme". Renuncia, generosidad y seguimiento. Dejar los apegos, abrirse a los demás y aceptar el ideal de Jesucristo. Son los tres elementos que configuran la identidad del discípulo.

No era eso lo que esperaba aquel hombre y se marchó desoyendo la invitación de Jesús. Éste aprovechó entonces la ocasión para dejar las cosas claras a sus seguidores en este punto. Debió desconcertarles su enseñanza porque la mentalidad del momento era que las riquezas son un don de Dios, una bendición, y, por tanto, un signo de su predilección. Él, tomando un dicho de la época, dice que es imposible aceptar el Reino de Dios cuando el corazón está atrapado por la riqueza. La opción del cristiano -la fe- supone una escala de valores diferente de la que domina en el mundo. La riqueza en cualquiera de sus formas -económica, política, social, cultural...- es siempre un bien perecedero y emplear la vida en aumentarla sólo es una forma de desperdiciar la existencia. La única riqueza que merece la pena y que dura para siempre es la generosidad. A algunos esto puede parecerle un ideal imposible, pero Dios puede cambiar radicalmente el corazón y hacer ver que la riqueza no es meta, sino medio. Quien no comprende la verdadera naturaleza de las cosas materiales está condenado a ser esclavo de ellas.

En este punto interviene Pedro en nombre de los Doce para recordarle que ellos sí le han seguido. Jesús le responde completando su enseñanza: no se refiere sólo a la riqueza material -al dinero-, sino a todo aquello que da seguridad en este mundo: familia y patrimonio. La seguridad del discípulo sólo se encuentra en Dios y el bien supremo no es cosa humana ni de este mundo. Sólo quien comprende esto es capaz de la renuncia, de la generosidad y del seguimiento. Una vez más centra la atención en lo esencial y sus palabras nos recuerdan la pregunta que hizo en otro momento: “¿De qué le sirve a un hombre ser el dueño del mundo si pierde la vida?” (Mt 16,26). En lo tocante a la vida, lo que verdaderamente importa es el resultado final porque de él depende el valor y el sentido de cada cosa. En definitiva: la gran pregunta sobre el vivir es "Y todo esto ¿para qué?". Según sea la respuesta así será la existencia, y conviene atinar en la respuesta, pues quien ignora la meta es muy probable que equivoque el camino.

Francisco Echevarría

Maite at: 11 octubre, 2012 11:25 dijo...

Cuando Jesús cita al joven rico los mandamientos que ha de cumplir se refiere a los que tienen por objeto al prójimo, los que evitan, de cualquier forma, hacerle daño. Ya nos dice San Juan que quien no ama a su hermano a quien ve no puede amar a Dios a quien no ve. Jesús es directo y claro, y pone el dedo en la llaga en lo que al cumplimiento de la Ley de Dios se refiere. Puede uno engañarse creyendo amarle a Él sin tener en cuenta la relación con los demás, pero es esta la que da razón de la que mantenemos con Dios, su garantía de autenticidad, fidelidad y calidad.

Unas traducciones dicen que Jesús se quedó mirando al joven con cariño, otras que "mirándole, le amó", lo más hermoso que se nos puede decir de la mirada del Señor. Lo más bello que podemos anhelar: ser mirados así por Él. Y lo hace... pero no siempre somos capaces, no siempre estamos en onda, para darnos cuenta. Hace falta mirarle a los ojos olvidando cualquier otro interés. Si lo hacemos así lo demás perderá su fuerza y valor, y entregarle todo lo que tenemos, mucho o poco, será solo una consecuencia natural de perdernos en su mirada amorosa y dejarnos atraer y llevar por ella.

Lo que frenó al joven rico fue el apego a su riqueza, percibir solo la renuncia, la negación que suponía vender lo que poseía y darlo a los pobres. En su caso era el dinero. Nosotros tenemos el que necesitamos, y aún menos, pero sí poseemos riquezas que Jesús nos puede pedir para poder emprender un camino de seguimiento en pos de Él. Pueden ser afectos, cualidades, hasta responsabilidades, puestos o cargos, cualquier clase de bienes en que ponemos nuestra confianza, nuestra fuerza, sin los que nos sentimos vacíos y desnudos, a la intemperie...

San Juan de la Cruz dice que aunque sea muy fino el hilo en que se engancha la patita de un pájaro le impedirá volar. Para seguir a Jesús hay que entregarlo todo, las cosas grandes y las pequeñas. No se trata de renunciar sino de afirmar, por encima de todo, la opción por Él, hacer de Él nuestro mayor tesoro. Es como dar un salto en el vacío, atravesar la barrera del sonido, para encontrar después que lo que se entregó era nada comparado a lo que se halló.

J.A. at: 13 octubre, 2012 11:26 dijo...

Hoy las lecturas, nos trae la Sabiduría, luz de nuestro caminar; nos trae la vida y eficacia de la Palabra de Dios y Jesús nos dice que debmos dejar, de que cosas aligerarnos para seguirle, pues si amontonamos cosas a nuestras espaldas, se haría imposible el camino.
Jesús en su dialogo con el jóven empieza diciendole aquellos mandamientos que entraña una prohibición, a excepción de honra a tu padre y a tu madre, no le habló del amor a Dios y su projimo, esto se lo pidio al final: ve, vende y daselo a los pobres y tendrás un tesoro: vaciate de lo que no sirve, de la escoria que tenemos por mucho que digan que vale, vaciate de tu orgullo, soberbia, lujuria, avaricia......., para llenarte de Dios.
Jesús nos pide que cumplamos la Ley, que son sugerencias de amor a Dios y al projimo, cosa que está muy bien, pero ademas de ello quiere que le sigamos ligerito de equipaje, sin nada, sólo el amor.
Qué sabiduría la de S. Pablo cuando decía, no debais nada más que amor.
¿Nos desprendemos de todo,pero de todo, todo, y tenemos en cuenta a los pobres de toda condición, pues esos pobres pueden ser de soledad, de abandono, de falta de cariño, de bienes para lo necesario, pero no solos estos, pues hay muchas pobrezas.
Desprendamonos, hasta de lo necesario ¿recordamos a la viuda que echó en el templo todo lo que tenía? Seguro que Dios no se olvidó de ella como tampoco se olvido de aquella viuda que ayudó a Elías.
¡Cuanto tenemos que dar y solo hacemos acaparar!