DOM-1ºPASCUA-C

sábado, 23 de marzo de 2013

31 MARZO 2013
1º DOMINGO DE PASCUA-C
JUAN 20,1-9
DESCARGAR 1º PASCUA-C

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 23 marzo, 2013 18:04 dijo...

RESUCITÓ (Jn 20,1-9)

La fe cristiana arranca de la resurrección de Cristo. Sin este hecho, no habría pasado de ser un profeta más o un renovador religioso. Otra cosa es el modo de explicarla, que depende de la antropología y filosofía de la que se parta. De todas formas es un asunto de fe, lo que significa que, por muchos argumentos a favor o en contra que uno encuentre, al final, es una opción personal que condiciona el modo de entender la existencia propia y ajena. Esto no significa que la fe sea irracional como algunos dicen. Es que no puede ser consecuencia de un razonamiento. Pero ¿dónde está escrito que la medida de la verdad y el criterio de la realidad sea la capacidad de comprensión y conocimiento del hombre?

Una cosa sí es cierta: a lo largo de la historia son muchos los hombres y mujeres que han encontrado en la resurrección de Cristo el elemento clave para encontrar un sentido a su vida. La Magdalena, Pedro, Juan y todos los demás, no creyeron en la resurrección porque alguien les demostró con sabios argumentos la consistencia de esta doctrina, sino porque se encontraron con Jesús vivo tras su muerte y, a partir de ese momento, sus vidas cambiaron por completo. La fe en la resurrección, por tanto, no es algo que se demuestra, sino algo que se muestra. Nadie tiene que probar nada. Lo único que cabe es expresar lo que se ha vivido.

Pero, junto al hecho histórico, está el sentido místico de la misma. La resurrección no es sino el lado luminoso de la Pascua, cuyo lado oscuro fue la muerte. “Si el grano de trigo no muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Esto significa que nada humano que acaba, acaba completamente. Todo acabamiento es el comienzo de una nueva realidad. Cuando se siembra un grano de trigo, lo que brota no es el mismo grano, pero toda la espiga estaba contenida virtualmente en él. Es la fuerza de la vida lo que hace que algo pequeño e insignificante alcance tal plenitud.

Así es en los individuos y así es en las colectividades. Por eso, aunque a veces la muerte nos golpee cruelmente y sean unos hombres los causantes del dolor, la fe en la resurrección nos permite mirar más allá del horizonte y conservar la esperanza de un mundo mejor. Así ha sido, así es y, desgraciadamente, así será. Hasta que le llegue la muerte a la Muerte y una nueva humanidad habite sobre una tierra nueva, bajo un cielo nuevo que nunca verá la noche.
Ése es el significado de los cientos de lámparas que, día y noche, han brillado en Atocha por la muerte, innecesaria e injusta de casi doscientos seres humanos, por el sufrimiento, innecesario e injusto, de más de mil quinientos seres humanos. Sus autores tal vez quisieron acabar con la esperanza, pero sólo lograron que brillara más intensamente.

Ése es el también el sentido del grito cristiano de la Pascua: ¡Aleluya! ¡El Señor ha resucitado!

Maite at: 25 marzo, 2013 17:21 dijo...

En la hermosa Secuencia de Pascua se le pregunta a la Magdalena, ¿qué has visto de camino, María, en la mañana? Pero María aún no ha visto nada. El amor la empujó fuera del lecho y salió camino del sepulcro al amanecer, cuando en su corazón todo estaba todavía oscuro. Va en busca de un cadáver, por eso cuando llega y ve la losa quitada no se para a mirar, la única explicación posible para ella es que se han llevado el cuerpo del Señor, lo único que queda de Él, y hay que averiguar donde está. En unas pocas líneas la palabra "sepulcro" se repite varias veces dominando la mente y el alma de María. Todo huele a muerte.

Pedro y el otro discípulo a quien quería Jesús corren al sepulcro también a ver eso que cuenta María. El sepulcro sigue dominando la escena. Ambos discípulos piensan solo en el cuerpo muerto de Jesús. Los dos corren juntos pero uno de ellos llega antes. Sin embargo no entra, solo se asoma, y deja que Pedro tome la iniciativa. Es quien ha negado a Jesús pero también el elegido por Él para guiar a los demás. Y el discípulo amado respetará siempre la decisión del Maestro y ocupará su lugar detrás de Pedro.

Los dos ven las vendas en el suelo y el sudario que cubría la cabeza de Jesús enrollado aparte. El evangelista no dice nada de Pedro. Del otro discípulo, presentado como aquél a quien quería Jesús, nos dice que vio y creyó. Vuelve a referirse a los dos para apuntar que en ese momento entendieron las Escrituras: que había de resucitar de entre los muertos.

A partir de este momento cambian las vidas de María y los discípulos. El día más radiante deja atrás la noche más oscura. El Maestro está vivo. Es lo que nosotros hemos recibido, pero creer en la resurrección, creer que Jesús vive, es una experiencia a la que estamos llamados. Solo así su vida y su muerte darán sentido a nuestra vida y nuestras muertes de cada día. Solo así viviremos en plenitud sabiendo que la muerte, toda muerte, está vencida. Que la Vida es siempre más fuerte.

María, Pedro y el discípulo a quien quería Jesús también han pasado de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, de buscar a un muerto a encontrarse, cara a cara, con el dueño de la vida. Por eso desde ahora anuncian con fuerza el evangelio a todos, buscando los bienes de allá arriba, barriendo la levadura vieja para ser masa nueva. Ahora son testigos de la resurrección y todos saben a Quién han visto.

Juan Antoniio at: 01 abril, 2013 22:04 dijo...

Si todas las lecturas del Domingo de Pascua son dignas de llevarlas anuestro corazón, hoy quiero destacar el versiculo de la Carta a los Colocenses ""Porque habéis muerto y nuestra vida esta con Cristo escondida en Dios""
Es el sumo don que el Resucitado nos trae en la Pascua.
El amor de Dios es tan grande, tan inmenso que llega hasta tenernos esconcido con su Hijo en su corazón.
¡Que más podemos pedir!
O lo sentimos o nuestra fe está muy apagada.
Es la grandeza de Dios con el hombre que de su naturaleza pecadora lo eleva a su más profunda intimidad.
Sentirnos queridos por Dios de esta forma no puede menos que llenarnos de alegría y además impulsarnos a llevar a otros esa grandeza que Dios nos da, de ese arrullo en su corazón.
Este pasaje podemos ponerlos en conexión con el Salmo 139(138), donde el salmista canta ese amor de Dios que nos abraza, que nos llena hasta tal punto que no podemos escapar de su presencia, estamos invadido de Dios.
Disfrutemos de esta Pascua, de este Paso del Señor, sintamoslo en nuestro interior y no olvidemos --id y deciles a mis hermanos.....--
Vayamos y anunciemos el Paso del Señor por nosotros, es una alegría y al mismo tiempo una misión que no podemos olvidar.