CORPUS-C

domingo, 26 de mayo de 2013
2 JUNIO 2013
CORPUS CHRISTI


Lucas 9, 11b-17: Dadle vosotros de comer

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 26 mayo, 2013 09:11 dijo...

CUERPO Y SANGRE (Lc 9,11b-17)

Cuentan las Escrituras que Jesús, antes de subir al cielo, prometió su presencia hasta el fin de los tiempos. A partir de aquella hora sigue en medio de los hombres, pero los modos de su presencia han cambiado tanto que resulta difícil reconocerlo. Uno de esos modos es la Eucaristía. Cristo –la Palabra hecha carne– se hace alimento para completar así la unión iniciada en la Encarnación. No hay manera mejor de expresar la unión y la transformación de aquello que se une.

Pero la revelación del misterio siempre es enseñanza y –en el caso de la Eucaristía– el milagro de los panes y los peces nos da la clave. Jesús de Nazaret, que ha alimentado el espíritu de la gente con su palabra, quiere ahora aligerar su cansancio y su debilidad con el pan. Alguien –cuyo nombre desconocemos– renuncia a lo suyo y, sin saber el alcance de su gesto, hace posible el milagro. Todos quedaron saciados y aún quedó para saciar a un pueblo –doce cestos, como doce tribus, fue lo que sobró–. El sentido del milagro es evidente: Dios –llevado por la compasión– multiplica la eficacia de la generosidad humana.

Tal vez sea por eso que celebremos el día de la caridad, el día de la exaltación del amor generoso, gratuito, desinteresado, del amor que da y no pide nada a cambio, como el sol, que da su luz sin que podamos darle nada por lo mucho que nos entrega. La Eucaristía es presencia misteriosa de Jesús en medio de su pueblo y, a la vez, profecía, voz de alerta que no cesa de recordar a los suyos que esa presencia es una invitación a amar del mismo modo que él amó –"como yo os he amado"–. Y, por si alguno no quería entender, lo dejó dicho de modo más abierto, con palabras que no se prestan a confusión ni equívocos: "Lo que hicisteis a uno de mis hermanos menores a mí me lo hicisteis".

El misterio de la Encarnación sigue presente: el Verbo se hizo primero hombre en Jesús de Nazaret para que pudiéramos escucharle; luego se hizo pan y vino en la Eucaristía para que pudiéramos ser uno con él; finalmente se ha hecho hombre en cada uno de sus hermanos más pequeños para que podamos amarle y servirle. Cuando dijo "Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo" se refería seguramente a esto y me da la impresión de que es más advertencia que consuelo.


En este día del Cuerpo y la Sangre de Cristo, debemos despertar las conciencias y ser capaces de ver –a través de la custodia levantada en alto– el sufrimiento humano con sus mil rostros. Adorar el misterio es adorar la presencia que contiene y esa presencia no puede desconectarse de la realidad humana que la sostiene.

Francisco Echevarría

Maite at: 27 mayo, 2013 19:02 dijo...

Desde hace muchos años la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo es un día de procesiones y adoración. Honramos y agradecemos así la presencia permanente de Jesucristo a nuestro lado y se renueva, para cada uno de nosotros, la invitación, la llamada a acudir con más frecuencia al sagrario para compartir todo lo grande y pequeño de nuestra vida con el Señor, el Maestro, el Amigo que nos espera y acompaña, que permanece, en forma de pan y vino, junto a nosotros, que nunca nos deja solos.

Contemplar y adorar al Señor presente sacramentalmente, participar del Cuerpo y Sangre de Cristo, implica ver y acoger su rostro también en el hermano, de modo especial en quien come el pan y bebe del cáliz con nosotros. Pablo nos interpela: el cáliz que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? ... nosotros... formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan (1Cor 10)

Lucas nos cuenta el milagro de los panes y los peces. Hay una gran multitud y Jesús habla a la gente del Reino de Dios, lo más importante que tenía que decir, y realiza signos que ilustran sus palabras: cura a los que lo necesitan.

Cae la tarde y los Doce se inquietan, se percatan de que todos están en descampado y urge ir a las aldeas de alrededor a buscar alojamiento y comida. Hay mucha gente y se hace de noche, es el momento de que cada cual se procure su sustento y cubra sus necesidades. Jesús propone una alternativa que los confunde: dadles vosotros de comer. Ellos replican atónitos, Jesús no puede pretender que ellos vayan a comprar de comer para todo el gentío, y lo que tienen es demasiado poco, nada, para todos: cinco panes y dos peces.

A continuación Lucas describe una Eucaristía. Por indicación de Jesús todos se echan sobre la hierba como comensales que se sientan a la mesa. Y Él toma entre sus manos todo lo que hay, ni más ni menos, los cinco panes y los dos peces de uno o varios donantes anónimos. Alza la mirada al cielo, pronuncia la bendición sobre ellos, los parte y se los da a los discípulos para que lo sirvan a la gente. Los mismos gestos de la institución de la Eucaristía en la Última Cena.

El final del relato es que comieron todos y se saciaron y cogieron las sobras: doce cestos. En el Reino de Dios hay abundancia, pero no se desperdicia nada. Y los milagros son posibles cuando nos preocupamos unos de otros y compartimos todo lo que tenemos. Jesús se encarga de la multiplicación y quienes le seguimos más de cerca somos los encargados de repartir y servir a los demás.

Si me acerco al altar con mi hermano, mi hermana, a comer del mismo pan y beber del mismo cáliz, si tenemos el mismo Señor, yo soy su servidor y lo que tengo es de los dos. Solo así mi adoración a Jesucristo en la custodia o el sagrario será grata a sus ojos y verdadera. Y resonarán en mi interior las palabras que el poeta pone en labios de Jesús, el Buen Pastor:

Pasto, al fin, hoy tuyo hecho,
¿qué dará mayor asombro,
el traerte yo en el hombro
o el traerme tú en el pecho?
Prendas son de amor estrecho
que aun los más ciegos las ven.

Juan Antonio at: 01 junio, 2013 09:41 dijo...

Hoy día de Corpus Christi, día grande en la Iglesia, única procesión de la Iglesia, la del Santísimo Sacramentado, por las calles de pueblos y ciudades, que rivalizan en el adorno de calles y balcones, que intentan superar lo incomprensible con el amor, que salvan lo infinito con la finitud de cada día, que cantan y alaban al Señor, hecho Pan de amor.
Esta es la festividad de la acción de gracias, de la alabanza, de glorificar a Dios por la institución de la Eucarístia y ello porque Cristo se quedó con los hombres hecho Pan partido y compartido, por su permanencia entre nosotros, por querer ser morador en el hombre y para que el hombre, hecho custodia, lo paseara, hoy sobre todo y siempre, llevándolo en su corazón, llevándolo hecho vida, una vez compartido en la Sagrada Comunión. Gracias Señor, gracias porque es justo y necesario que así lo proclamemos.
Para que este día sea grande, no tenemos que olvidar que Cristo se dio y se compartió entre nosotros, por ello todos, tenemos que compartirnos con los demás, tenemos que darnos a los demás, pues en caso contrario, sería metal que resuena, viento que no mueve molino y agua que no limpia nada.
Este compartir tiene que llevarnos a los hermanos, hacer su vida nuestra vida, sus lágrimas nuestras lágrimas y sus alegrías las nuestras, sentir y hacernos sentir los unos con los otros.
Los primeros cristianos nos dieron señal de esta Comunión, “”todo lo tenían en común”” y cuando esta comunidad no fue posible, la ayuda de todos hizo que todos fueran hijos de un mismo Padre y todos tuvieran su dignidad de hijos de Dios, que eso es el hombre.
Alabemos a Dios, démosles gracias, glorifiquemos su nombre y miremos a nuestro alrededor para ver quién va delante y detrás, quien a nuestra derecha e izquierda, le dejemos una sonrisa y la puerta de nuestro corazón abierta para que tome y siga su camino.