BAUTISMO-A

lunes, 6 de enero de 2014

12  ENERO 2013
EL BAUTISMO DEL SEÑOR

MATEO 3,13-17. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua y vio que el Espíritu de Dios bajaba sobre él.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 06 enero, 2014 12:02 dijo...

CUANDO EL CIELO SE ABRE (Mt 3,13-17)

El bautismo de Jesús cierra el ciclo de la Navidad, como un domingo puente entre la infancia y el ministerio del Mesías. Juan preparó la acogida del Esperado predicando la purificación del pecado, la vuelta a Dios y el cambio de costumbres. Sus seguidores eran sumergidos en las aguas del Jordán para simbolizar –mediante el lavado del cuerpo– una limpieza más profunda: la del corazón. Jesús acudió como uno más, no porque necesitara el bautismo, sino por lo que iba a ocurrir a continuación: el cielo se abrió y descendió sobre él el Espíritu, al mismo tiempo que una voz le señalaba como el Hijo amado.

Ese fue el comienzo de un período de tiempo breve –apenas tres años–, pero intenso porque cambió el curso de la historia. Jesús de Nazaret mostró a sus contemporáneos el rostro de Dios, un rostro hasta entonces imaginado –como poderoso, señor, santo y justo– y desde entonces contemplado -como padre misericordioso–. El cielo se abre y el Espíritu desciende cada vez que un hombre toma conciencia de su dignidad de hijo amado y ve, con esos mismos ojos, a cada uno de los que encuentra en su camino. Esa es la novedad –la Buena Noticia– de Jesús de Nazaret.

El problema es si hoy los hombres están abiertos a esa lluvia de gracia o, por el contrario, prefieren vivir atrapados en sus miedos y obsesiones. Es tarea de los creyentes anunciar que el Dios al que se teme no existe porque el que existe es un Dios que ama y donde hay amor no hay temor. El cielo se abre y el Espíritu baja, no para fiscalizar la vida de los hombres y sembrar el mundo de inquietud, sino para llenar de paz el corazón humano y despertar en él sentimientos de bondad.

Hace poco años que hemos cerrado un siglo lleno de contrastes y muchos miran hacia atrás con pena porque son graves los problemas que deja en herencia al siglo XXI. Por ello, hoy más que nunca, es necesario señalar el horizonte hacia el que caminamos con el dedo de la esperanza e invitar a todos a la digna tarea de construir un mundo nuevo y mejor. Ya va siendo hora de que alguien se ponga a derribar las vallas que nos dividen y enfrentan. La mano derecha tiene que comprender que necesita a la izquierda y la izquierda, a la derecha; que no son opuestas, sino complementarias y que, por ello, ambas son necesarias. Este siglo debe ser el siglo del entendimiento y la colaboración. Lo cual sólo es posible con un corazón nuevo. Necesitamos que el cielo se abra de nuevo y que baje el Espíritu sobre cada hombre para que, al descubrir la propia dignidad y la dignidad del otro, construyamos entre todos –desde las diferencias que nos complementan y enriquecen– un mundo más humano, un mundo de hermanos.

Maite at: 09 enero, 2014 17:42 dijo...

Lo que más me atrae del momento del bautismo del Señor es la experiencia que tiene de ser amado por el Padre; una experiencia fuerte, tierna y decisiva que marcará para siempre el camino a seguir, y que ha de repetirse en todo aquél que se llama cristiano.

Cada vez me gusta más considerar las palabras del evangelio que dicen que Jesús crecía en estatura, en sabiduría y en gracia, ante Dios y los hombres. Eso me permite asomarme al interior del Hijo de Dios y adivinar una conciencia que crece, se desarrolla, toma decisiones y elige sus opciones de vida.

Juan nos recuerda en la hojilla que Jesús, al presentarse en el Jordán, se unió a la cola de pecadores que buscaban conversión. ¿Por qué? ¿Qué le llevó lejos del Templo y sus eruditos para hacerse, desde el principio, uno más entre los menos favorecidos? Somos testigos del estupor de Juan el Bautista. Pero Jesús quiere cumplir así "todo lo que Dios quiere".

Jesús queda ungido por el Espíritu de Dios, por el amor del Padre. Y se sabe, como el Siervo de Isaías, sostenido, elegido y preferido. Sabe que no gritará, ni clamará, ni voceará por las calles; que no quebrará la caña cascada ni apagará el pabilo vacilante. La verdad es que su misión no se parece en nada a la que el Bautista espera de Él... Jesús se siente llamado con justicia, tomado de la mano, alianza de un pueblo y luz de las naciones; para abrir los ojos de los ciegos, sacar a los cautivos de la prisión y de las mazmorras a los que habitan en tinieblas. A pasar haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo.

El salmista nos enseña que la voz de Dios es potente y magnífica; el evangelio, que esa voz dice palabras de amor de predilección. Basta con dejar que resuenen en nuestros oídos. Son poderosas para transformar y hacer, del que sigue a Jesús, otro hijo de Dios que pasa por el mundo como Él.

Juan Antonio at: 09 enero, 2014 21:24 dijo...

Esta semana terminamos el ciclo de la Navidad e iniciamos el tiempo ordinario y lo hacemos celebrando la fiesta del Bautismo del Señor y por qué no la de nuestro bautismo y lo tenemos que celebrar, como lo que somos, adultos, pues, salvo excepciones, todos hemos sido bautizado de pequeño, con la garantía de la fe de nuestros padres y padrinos, cosa que hoy podríamos también poner en tela de juicio, pero no es el caso.
El Señor se somete al bautismo de Juan y para Jesús se inicia una nueva vida, pues ya Jesús no vuelve a Nazaret, ya Jesús no vuelve a su vida ordinaria de ganarse la vida con el trabajo de sus manos ejerciendo de carpintero, oficio que le enseñaría José como es lo natural entre padre e hijo, Jesús inicia su vida pública, es decir empieza a anunciar la Buena Noticia por los pueblos de palestina, diciendo a todos que el Reino de Dios está cerca, es más, está en nosotros.
Jesús inicia su andadura apostólica dentro y fuera del pueblo de Israel, llevando a cabo su propia vocación, por ello nosotros, adultos, tenemos que celebrar con Cristo nuestro Bautismo, con Cristo renovar nuestras promesas de fe y renuncia al mal y con Cristo emprender nuestra acción misionera.
Ya no somos niños, ni pensamos, ni hacemos, ni decimos cosas de niño, como nos dice S. Pablo, esas cosas han quedado atrás, ahora nos queda aceptar nuestra fe, hacerla crecer con nuestra formación en la lectura de la Palabra y la oración y preguntarnos, cual es nuestra misión dentro de la Iglesia y el que no quiera verla es porque su fe se ha quedado, quizás, en las cosas de niños, en esa formación que recibíamos conforme a nuestra edad y que puede que se quedara estancada muy a tras de nuestra vida.
Es ocasión esta festividad si como adultos en la fe, hemos encontrado, como decía Benedicto XVI en una de sus catequesis sobre la fe, las respuestas a esas preguntas que no inquietan a todos, sobre nuestro origen y nuestro fin, sobre la realidad de nuestra vida en este mundo, pues si nuestra fe no nos da el rumbo, hemos perdido el norte y si de verdad queremos encontrarlo tiene que ser en la búsqueda de Dios en nuestra vida, en nuestro día a día, en nuestra vida ordinaria que es el temple de nuestra alma, no esperemos grandes cosas, no vayamos de un lado para otro, sino que con humildad empecemos el día a día, buscando a Dios en lo que hacemos y lo encontraremos en lo que acontece.
Celebremos nuestro bautismo con alegría, renovémoslo humildemente y demos gracias a Dios por la fe que nos fue dada y por habernos hecho hijos de un mismo Padre y oigamos en nuestro silencio esas palabras del Padre “este es mi Hijo, el amado, mi predilecto”, porque son palabras que van dirigidas a todos nosotros: vino a los suyos…….y a los que lo acogieron, los hizo hijo Hijos de Dios, proclamábamos hace una semana: qué inmensa alegría el don que se nos da en el Bautismo, para que banalicemos una celebración tan importante en nuestra vida de cristiano.
Digamos con el salmista “Hijos de Dios, aclamad al Señor” y por ello debemos rezar con especial devoción la oración del Padrenuestro, oración de los hijos del Padre, oración de la confianza.