DOM-02-A

sábado, 11 de enero de 2014
19 ENERO 2014
2º DOM-A

JUAN 1, 29-34: Este es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 11 enero, 2014 20:00 dijo...

ENDIOSADOS (Jn 1,29-34)

El Bautista vuelve a aparecer en escena para darnos su testimonio sobre Jesús. En el evangelio de Juan, este pasaje viene a aclarar el papel del último de los profetas en relación con el mesías, porque –según se desprende de los escritos–, para algunos de sus seguidores, Juan era el mesías que habían estado esperando; otros comprendieron su papel y se unieron al grupo de los discípulos de Jesús.

Tras los textos se descubre un fenómeno harto frecuente en los grupos demasiado centrados en un líder carismático. Cuando surge un hombre con carisma por su vida o su enseñanza, ocurre que, muy pronto, se crea a su alrededor un grupo de seguidores fascinados por su personalidad. Con el tiempo -sin que el líder lo pretenda, aunque frecuentemente lo consienta- el grupo empieza a reconocerle un papel y unas atribuciones que sobrepasan el liderazgo.

Como puede verse, el fenómeno de los liderazgos personales no es nuevo. Suele darse en todos los tiempos, sobre todo en situaciones de crisis moral. Son hombres con buenas intenciones y con una sana inquietud que, dotados de un carisma especial, logran que otros se identifiquen con sus enseñanzas. A medida que aumenta el grupo, crece su influencia y su poder y, poco a poco, va surgiendo la organización y con ella el poder del líder. Es ése un momento crítico en el que las cosas pueden tomar dos caminos: si es un hombre de fe, se replegará para dar paso al Espíritu; pero, si su compromiso es más producto de complejos no reconocidos o traumas no superados que manifestación del Espíritu, dejará que crezca el culto a su persona, aumentará el dominio sobre los que le siguen y la pleitesía por parte de éstos. Con el tiempo, es visto como poseedor de una revelación superior que hace indiscutible su autoridad y sus enseñanzas, se anula toda crítica interna, empiezan a aparecer los miedos y las jerarquías en función de la mayor o menor cercanía del líder, crece el poder económico, aparece el recurso a técnicas de presión moral y psicológica sobre la base de que está inspirado por Dios... Estamos ante un proceso de endiosamiento y de gestación, si no una secta, sí al menos de un grupo con alto contenido sectario. Sólo cuando el iniciador posee gran altura moral evita este riesgo. Pero es tan grande la vanidad y la capacidad de autoengaño del ser humano, que no es frecuente encontrar hombres que se nieguen a ser convertidos en dioses por quienes les admiran y les siguen, olvidando que no hay más gloria que la gloria de Dios y participar en ella es la única gloria que merece la pena. Las grandezas humanas son flor de un día. Juan Bautista tenía la grandeza de ánimo de los verdaderos profetas. Por eso dijo “Es necesario que él crezca y que yo disminuya”. Jesús reconoció esa grandeza al afirmar que era el más grande los nacidos.

Ser dioses ha sido y es una tentación permanente para el ser humano y, en el mundo de la política, se ha sucumbido muchas veces a ella con terribles consecuencias para los pueblos sometidos a esos dioses con pies de barro. Pero es doble pecado cuando se da en el mundo religioso. Trabajar con Dios no siempre es trabajar por él. A veces sólo es un pretexto para encaramarse en su trono.

Maite at: 14 enero, 2014 16:57 dijo...

Juan presenta a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y Él, ungido por el Espíritu, se sabe Hijo amado, y que lo suyo no es juzgar o condenar, sino tomar sobre sí todo pecado y cargar con él. Así es luz de las naciones para que la salvación de Dios alcance hasta el confín de la tierra.

Yo me escandalizo a menudo por el pecado ajeno, pero ¿estoy dispuesta a cargar con él, a padecer en carne propia sus consecuencias, para ser luz y salvación para los demás? Solo podré rechazar el pecado pero amar y aceptar, acoger desde lo más profundo de mi corazón al pecador, con la fuerza del Espíritu y llevada por Él. No se trata de fuerza de voluntad ni determinación, sino de identificarse con Cristo; dejar que Él viva en mí.

Juan da testimonio de Jesús, del que viene detrás pero está por delante. Solo el Espíritu y la experiencia del amor del Padre harán de mí un testigo creíble que sabe señalar siempre y solo a Cristo como el Salvador. Si todos tuviéramos la honestidad, la sinceridad y la fidelidad de Juan,su coherencia de vida, el mundo sería distinto; estaría más cerca del Reino de Dios.

Jesús es el que dice: aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad; el que lleva en las entrañas la ley de Dios, que no consiste en sacrificios ni ofrendas, sino en cumplir todo lo que Dios quiere. Y el discípulo es quien experimenta el auxilio de Dios cuando grita, y siente brotar de sus labios agradecidos un himno, un cántico nuevo, porque se sabe amado.

Hacer la voluntad de Dios deja de ser una tarea imposible, una carga pesada, y se graba a fuego en el interior. Se convierte en alimento y motor de la propia vida. Y la mejor manera de vivir es exprimir la propia existencia haciendo de ella un don para Dios y para los demás. Como Juan, como Jesús.

Juan Antonio at: 15 enero, 2014 21:21 dijo...

La semana pasada el Evangelio de S. Mateo nos presentaba el bautismo de Jesús por Juan
Esta semana el Evangelio de S. Juan nos presenta el testimonio de Juan sobre Jesús, y este testimonio sobre dos extremos: a).-como cordero de Dios que quita el pecado del mundo, otros autores lo expresa como “Mirad el Cordero de Dios que va a quitar el pecado del mundo….”, expresión quizás más acorde con la misión redentora de Jesús y b) como aquel bautiza con el Espíritu Santo.
Juan da testimonio de lo que conoce, de lo que tiene revelado por Dios y nuestro testimonio cómo es?
Porque el testimonio no puede ser más que delo que conocemos, de lo que nuestra mente y corazón está lleno y para conocer a Dios, tenemos que conocerlo en los Evangelios, en los hechos de los Apóstoles y en las cartas de los mismos,…… en toda la Palabra de Dios revelada, pero sobre todo en los Evangelios, reflejo del amor de Dios en Jesús, si no conocemos, poco testimonio podemos dar, corto testimonio será el nuestro, corta será la razón que de nuestra esperanza demos, como nos dice S. Pedro.
Nuestro testimonio tiene que partir de nuestra vida conformada al Evangelio, porque si de la abundancia del corazón habla la boca, de nuestra vida llenar de amor a Dios en los hermanos, harán que no solo nos digan como amamos, sino que amarán los que no aman, creerán los que no creen, y todos conocerán la dicha de ser hijos de un mismo Padre.
La última parte de la hojilla de esta semana, Juan la dedica al Bautismo y su interpelación en nuestra vida. Pues dejémonos interpelar por el Bautismo que un día recibimos y que otro día, ya de mayor, hemos renovado y algunas veces olvidamos, como olvidamos, en nuestro egoísmo, que tenemos un mismo Padre y por ello somos hermanos, eje de nuestra vida cristiana: el Amor del Padre, revelado en Cristo con la fuerza del Espíritu.
Por eso tenemos que gritar con el salmista “Yo esperaba con ansía al Señor; él se inclinó y escuchó mi grito; me puso en la boca un cantico nuevo, un himno a nuestro Dios”, que no es otra cosa que mi ofrenda en cada momento de cada día en lo más anodino de nuestro quehacer: porque las grandes y pequeñas cosas son, siempre, de Dios.