2 MARZO 2014
8º DOM-A
MATEO
6, 24-34. No os agobiéis por el mañana.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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Esta semana el Evangelio nos trae tres temas, enlazados entre sí y que nos marca, como siempre la pauta de nuestra vida, nuestra hoja de ruta, nuestro vivir como cristiano.
El primero, la elección entre Dios y el dinero, entre ser de este mundo como el mundo es hoy y ser de Dios y de los hermanos, entre tener y ser, entre dignidad y explotación, entre individualismo y solidaridad.
El mundo está programándose continuamente, porque esa actividad no cesa, en función del dios dinero, de cómo tener más y mucho más, como decía la vieja canción que algunos escuchamos en nuestra juventud y para ello no importa el uso de medios, sea el que sea, aunque con ellos se rompa la dignidad de la persona, porque esta, hoy vale muy poco, como nos decía el Papa, es más noticia la caída de la bolsa que la muerte de personas que buscan una vida más digna para él y los suyos, esto en los medios no vale, no es noticia ¿o quién se acuerda ya de los quince fallecidos en las costas de Ceuta/Marruecos de hace solamente unos días?. Sin embargo los índices de la bolsa, la calificación de las agencias, lo concerniente a la deuda pública o privada, las ganancias bancarias (a pesar de todos los pesares), esto es portada.
Vamos bien económicamente porque los grandes van bien, pero y los que no tienen nada, ¿cómo van? Eso es cuenta de otros, porque ni se dice, ni se menciona, no es noticia.
Para terminar este apartado quiero decir que cuando hablamos a los novios en los prematrimoniales, al tratar la comunidad de vida y amor, siempre les digo respecto de los bienes que van a compartir, que no olvidemos que somos simples administradores y que esos bienes tienen una función social, solidaria, función solidaria que todos debemos poner en práctica.
En segundo lugar, ¿por qué nos agobiamos? Porque somos hombres de poca fe, porque nuestra esperanza en el Dios que salva es nula y tenemos que ponernos en sus manos, tenemos que esperarlo todo de Él, pues ya lo dijo, “sin mí no podéis hacer nada” y de ello destaco que tenemos que contar con Él, tenemos que ponernos en sus manos, pero no dejar nuestras manos inactivas, no quedarnos mirando al cielo, como los apóstoles en la Ascensión “qué hacéis mirando al cielo” y empezó la Iglesia, primero orante con María y después de Pentecostés, con la fuerza del Espíritu, lanzada a los cuatro vientos, por ello, puestos en las manos de Dios, pero con nuestras manos activas, construyamos el reino.
“Sobre todo buscad el reino de Dios...”, y ¿cómo buscamos el reino de Dios? O mejor aún el reinado de Dios?
Primero, en nosotros, busquemos a Dios en nosotros, busquemos el reinado de Dios en nosotros con nuestra conversión, con dejar de lado todas esas preocupaciones haciéndolas ocupaciones, en dejar de lado todo lo que nos impide seguir en el crecimiento en el amor a Dios y a los hermanos, en dejar todo aquello que no es de Dios y llenarnos de Dios para derramarnos haciendo verdad ese reinado de justicia, de paz, de amor, de vida, de solidaridad, llevando a nuestro vivir diario en acciones, la Palabra de Dios hecha vida, porque antes la hemos hecho oración.
Termino con el último versículo del salmo, pórtico de la Cuaresma: “Pueblo suyo, confiad en Él, desahogad ante Él vuestro corazón”.
En estos tiempos de corrupción económica a gran escala, donde la oferta de tantas cosas innecesarias es abrumadora y la demanda salvaje, todos, incluso los que hacemos la compra diaria buscando marcas blancas y cupones de descuento, estamos llamados a no agobiarnos y a buscar, sobre todo, el Reino de Dios y su justicia. A poner nuestra confianza de cada día en ese Padre celestial que vela por pájaros y lirios, que lleva a sus hijos en sus entrañas más que la mejor de las madres, que es descanso y salvación, roca y baluarte, esperanza y gloria, refugio y paño de lágrimas para el que todo lo espera de Él.
Las palabras de Jesús no se refieren solo a los que tienen mucho. Se puede idolatrar al dinero y estar a su servicio teniendo muy poco. Incluso disponiendo de lo necesario se puede optar, en libertad, por una vida austera y sobria, solidaria con los demás, compartiendo de lo poco.
Jesús nos invita a vivir el presente, que es la manera de vivir en plenitud el tiempo que disfrutamos, sin castigarnos intentando controlar un futuro que no está en nuestras manos.
Para los disgustos de cada día el salmista, orante experimentado, nos invita a encontrar en Dios, en preciosos momentos diarios, el descanso que necesita nuestro corazón.
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