PENTECOSTES

domingo, 1 de junio de 2014
8 JUNIO 2014
PENTECOSTES

JUAN 20,19-23. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Recibid el Espíritu Santo.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 01 junio, 2014 08:23 dijo...

HOMBRES DEL ESPÍRITU (Jn 20,19-23)

Con la venida del Espíritu sobre María y los Apóstoles empezó el tiempo de la Iglesia. El evangelio de Juan que se lee el domingo de Pentecostés recoge las claves de este tiempo resumidas en cuatro palabras: paz, misión, espíritu y perdón.

La paz es el saludo del Resucitado y el rasgo más importante de los nuevos tiempos. Paz en el corazón de cada hombre, paz en los pueblos, paz en el mundo. Duele que un deseo tan humano y sincero no encuentre eco ni respuesta en quienes hoy deciden el destino de los hombres porque siguen creyendo más en el ruido de las armas que en la melodía de las palabras, más en el enfrentamiento que en el entendimiento, más en el odio que en el amor. La guerra que sufren los pueblos -lejos y cerca de nosotros- es una herida abierta en nuestra propia carne -aunque ya nos estemos acostumbrando- porque, como decía Terencio, nada humano nos es ajeno y, como dice la Gaudium et Spes, los gozos y las tristezas de los hombres son gozos y tristezas de los hijos de la Iglesia. Jesús de Nazaret sigue predicando incansable su mensaje de paz, aunque los hombres -después de veinte siglos- sigan ignorando su voz.


La misión de los cristianos es transmitir a todos los hombres esa paz; el modo de hacerlo es por medio de la reconciliación. Por eso les encarga la tarea de perdonar los pecados: porque el peor de los conflictos, el origen de todos ellos y de todos los males que turban la paz, es el pecado -la cerrazón aislante y segregadora del hombre tanto frente a Dios, su fundamento existencial, como frente a sus semejantes-. La victoria de Cristo sobre el mundo apunta a la definitiva y radical superación del origen de los conflictos. Si el resucitado habla de paz es porque la reconciliación es ya un hecho. En estos tiempos -en los que el pensamiento político de algunos grupos siembra división y segregación entre los hombres por razones de nacimiento en una determinada tierra, de lengua, religión o cultura- necesitamos atender la voz de quienes prefieren hablar de perdón y de reconciliación. Sólo así construiremos el mundo nuevo en que los hijos no tengan que sufrir el castigo del pecado de sus padres.

Para que cumplan eficazmente la misión, Jesús entrega a los suyos el Espíritu. Sopla sobre ellos -como el Creador sobre la figura de barro que había formado- para indicar que son los hombres nuevos, la semilla de una nueva humanidad. La fuerza de lo alto viene a suplir la debilidad de lo humano porque es tarea difícil y muy costosa convencer a los hombres -atrapados en el miedo- del mensaje de vida que brota del sepulcro del resucitado.

Maite at: 03 junio, 2014 18:11 dijo...

Con motivo de la fiesta del Espíritu de este año, el Papa Francisco nos invita a todos a tratar más con el que sigue siendo, para muchos, el gran desconocido.

Resulta más fácil, al orar, dirigirse a Jesús, porque le vemos hombre, caminando por Galilea, discutiendo en el templo de Jerusalén, enseñando a sus discípulos y a la multitud, sanando a los enfermos, devolviendo la vida a muertos. Contemplamos su pasión y muerte y creemos en su resurrección.

Pero no podemos poner cuerpo al Espíritu, ni expresión a su rostro... Sí podemos, en cambio, buscar sus huellas, su rastro, su carácter y su manera de actuar en la Biblia, de modo especial en el Nuevo Testamento, y aprender así a reconocerle en nuestras vidas. Sí podemos, a fuerza de espiarle así, dejar que se despierte y crezca en nosotros el deseo de Él, y comprender que merece la pena estar atentos, abiertos y disponibles a ser llevados y traídos por Él.

Si queremos dirigirnos al Espíritu y no encontramos las palabras podemos hacer nuestras algunas de tantas bellas oraciones que, desde tiempo inmemorial, forman parte del acervo orante de la Iglesia: la secuencia de Pentecostés, el Veni Creator en su versión castellana, la poesía de San Juan de la Cruz "Oh, llama de amor viva"... Y aún mejor es implorar su venida en comunión con otros discípulos de Jesús y con María, su Madre.

El Espíritu puede manifestarse a nosotros como el día de Pentecostés, a la manera de un viento impetuosos. Pero normalmente elige ser la brisa suave de Elías. De cualquier forma merece la pena dejarle penetrar hasta lo más hondo del alma. Sólo Él puede poner fuerza en la debilidad, luz en la oscuridad, pureza en la suciedad. Y escribir el Evangelio de Jesús y su mandamiento de amor en nuestros corazones de piedra.

Si de verdad lo deseamos ya está en nosotros, pues se halla en el origen de nuestro anhelo por Él. Apartemos entonces de nosotros todo lo que nos impide ser llevados por Él.

Juan Antonio at: 04 junio, 2014 19:10 dijo...


La semana pasada reflexionaba sobre la constitución de la primera comunidad de los seguidores de Jesús, la primera Iglesia, compuesta por “los once, algunas mujeres, además de María, la madre de Jesús, y sus parientes” quienes regresaron a Jerusalén y quedaron escondido por el miedo y el terror que les embargaban.
Hoy celebramos la irrupción del Espíritu Santo en esa primera comunidad, quienes sin miedo a autoridad alguna, salen de su escondrijo a la calle y publican a todos los vientos la Resurrección de Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías, a quien habían dado muerte y muerte de cruz.
Ya no hay miedo, ya no hay temor ni angustias, sino todo lo contrario, fuerza y alegría a raudales para anunciar a Jesús, a quienes sienten y aman en tal modo que nada les importa, con tal de darlo a conocer ante autoridades de cualquier tipo, lo que ha sido una constante hasta nuestros días, pues cuantos y cuantos han dado la vida por dar testimonio de Jesús, estén o no reconocidos, pero que la piedad popular los tienen por tales, como un S. Oscar Romero muerto en el altar y tantos y tantos otros mártires de nuestros días, todos movidos por el Espíritu.
Espíritu Santo, el gran desconocido, como se preguntaba S. Pablo ¿no sabéis que sois templos del Espíritu Santo?
Espíritu Santo que mora en nosotros, que nos mueve en la oración, en el bien hacer, en el seguimiento de Jesús, pues como Él dice en el Evangelio, el Espíritu os llevará a la verdad completa: ¡Qué poco sabemos del Espíritu Santo!, qué poco se nos habla, que poco preguntamos, qué poco nos formamos, leemos, escuchamos: el cristiano tiene que tener una constante en su vida: conocer a Dios, “”esta es la vida eterna, que te conozcan a Ti, único Dios verdadero, conociendo a tu enviado, Jesús el Mesías ( J.17.3)””
Lo nombramos, nos santiguamos en su nombre, bendecimos, rezamos, pero dentro de una rutina que no nos lleva a sentirlo como “”dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos””.
Ese es el Espíritu que Jesús nos da y en su día irrumpió en aquella comunidad formada por los once y María, la gran amada de Dios, la gran entregada a los designios de Dios, la humilde esclava que cautivó el corazón (si se puede decir) de Dios, María y el Espíritu de Jesús, una unidad que transformó el mundo.
Los miembros de los Equipos de Nuestra Señora, antes de la oración de cada día invocamos al Espíritu como “aliento del Padre y del Hijo en la plenitud de la eternidad….” y al finalizar el día lo hacemos con el rezo del Magnificat, nuevo Pentecostés de cada día que nos hace llevar a cabo el carisma del Movimiento, la espiritualidad conyugal y la ayuda mutua, o lo que es igual vivir nuestra fe desde la conyugalidad y con el apoyo mutuo de todos los miembros en el servicio a la Iglesia.
Hoy en Evangelio, podemos decir que es el envío a toda la Iglesia, a la incipiente y a la de ahora, “”…como el Padre me ha enviado, así también os envío yo”: el cristiano tiene que dar a conocer a Cristo, con su vida y con su palabra, con los gestos de Jesús, haciéndonos prójimos de los que están a nuestro lado.
Qué tenemos que hacer, le dijeron a los apóstoles aquellos primeros seguidores de Jesús, pues para ello, preparémonos para dar razón de nuestra esperanza, como nos dice S. Pedro en su 1ª carta; no nos basta manidas homilías, ni rezos rutinarios, pidamos formación, y no digamos somos mayores, achacosos….., nunca es tarde para Dios.
Hay un lugar, El Rocío, donde se vitorea al Espíritu Santo, aunque hoy en bendita confusión con la Virgen, pues ¡Viva esa Blanca Paloma! originariamente era una exclamación dirigida a esa Paloma, signo del Espíritu, que consta en el techo del paso de la Virgen del Rocío y digo bendita confusión, por cuanto queda dicho.
Madre de todos los hombres y esposa del Espíritu, ayúdanos a decir AMEN