3 AGOSTO 2014
DOMINGO 18-A
Mt
14,13-21. Comieron todos hasta quedar satisfechos.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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SACIARSE Y SOBRAR (Mt 14,13-21)
En contraste con sus paisanos que le rechazaron, la multitud busca a Jesús incansablemente, ansiosa de escuchar sus enseñanzas y de beneficiarse de su poder para aliviar el dolor. Jesús, huyendo de Herodes, se retira a un lugar más seguro, pero la gente lo localiza y, al verlos, siente lástima de ellos. Es la reacción lógica de un corazón verdaderamente humano. Nadie permanece indiferente ante el sufrimiento ajeno, a no ser que su corazón se haya endurecido. Pero no queda ahí la cosa, sino que se dedica a curarlos de sus enfermedades. Y es que no basta sentir lástima o ser compasivo, si se puede remediar el mal que lo provoca. La compasión -desde el punto de vista cristiano- sólo es auténtica si va acompañada del esfuerzo por remediar los males. Lo otro es una manera sutil de acallar la conciencia.
A la luz de esto, se entiende mejor el milagro de los panes. Los discípulos ven el problema y creen que la solución es que cada uno se las apañe como pueda. Jesús les dice que pongan remedio, a lo que ellos responden que no tienen medios. Es el recurso a la incapacidad para no comprometerse. También podían haber dicho que era imposible, que el problema no tenía solución, que no era responsabilidad suya... Cualquier justificación vale a quien no quiere implicarse en los problemas de los demás ni complicarse la vida. Pero Jesús no acepta un no como respuesta. Con sus propuestas quiere hacer ver a los suyos que, cuando está en juego la compasión, no es cuestión de medios, sino de fe. Hace más el que cree que puede hacer algo que el que sólo ve que puede hacerse algo. Hay asuntos en los cuales no se pueden medir las posibilidades, sino que hay que ponerse manos a la obra.
La segunda enseñanza del relato viene del modo de actuar de Jesús: él da el pan a los discípulos para que éstos se lo den a la gente. Evidentemente el evangelista está hablando de bienes que no son pan y peces. Se refiere a que todo don recibido hay que darlo a los demás. San Pablo dirá que las gracias y dones que uno recibe son para ponerlos al servicio de la comunidad. No somos dueños, sino administradores.
El resultado final es sorprendente: todos quedan satisfechos y además sobra. Viene esto a significar que, al contrario de los bienes materiales que, cuando se dan, se achican, los bienes espirituales, cuando se dan, se agrandan. Son como un venero inagotable que nunca pierde caudal por muchos que calmen en él su sed. Me viene al pensamiento cómo sería el mundo si los hombres creyéramos de verdad en estas palabras de Jesús. Nadie necesitaría tener de más y, por ello, nadie tendría de menos. Si muchos de los males vienen de la avaricia de unos y de la penuria de otros, vivir con estos criterios sería una garantía de paz. Pero los hombres seguimos creyendo que esto es pura utopía. Estamos a las puertas del paraíso, pero no entramos porque pensamos que ni existe ni puede existir.
Cuando oigo culpar a Dios de los males e injusticias hay en el mundo, suelo recordar este pasaje y las palabras de Jesús: dadles vosotros de comer. Porque nosotros, a diferencia de Caín en el Génesis, sí somos responsables de la suerte de nuestros hermanos.
Jesús nos enseña cómo son las relaciones entre nosotros en el Reino de Dios. Para que haya más que suficiente para todos basta con que cada uno compartamos con los demás lo que tenemos, mucho o poco. Después podemos sentarnos todos a la mesa común y alzar la mirada al cielo para agradecer a Dios sus dones, bendecir lo que vamos a tomar y repartirlo entre nosotros.
Las palabras de Mateo suenan a Eucaristía, y toda la escena evangélica dibuja cómo están llamadas a ser las nuestras: una mesa común donde compartimos lo que tenemos, recibido de Dios. Todos juntos, con Jesús en medio.
Si no sabes a quién convidar a tu mesa, Isaías nos dice que el Señor se dirige a hambrientos y sedientos, y ofrece vida eterna, con generosidad y en abundancia, sin límites ni medidas.
El salmo cuenta que sacia de favores a quien se acerca a Él, de clemencia y piedad, de misericordia y amor, de justicia y bondad. Y todo eso, que recibimos de Dios, podemos poner en la mesa común. Entre sus dedos se multiplicará y habrá de sobra para todos. Porque nada ni nadie nos puede separar de su amor.
Esta semana la palabra que nos viene a la mente es la de gratitud, lo gratis, lo que se nos da, lo que se nos regala, como la gracia, que tiene su misma raíz y significado, es un don de Dios en la que recogemos todo lo que cada día recibimos gratuitamente de Dios.
Es más en la primera lectura el Señor nos hace un reproche, ¿por qué gastáis dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura?, nos está recriminando el gasto superfluo, el gasto innecesario, el gastar por gastar y no solo en lo que es necesario, pues ahí entraría la solidaridad.
En el Evangelio no aparece frase alguna que haga alusión directamente a la gratuidad, pero sí que demos de comeré sin recibir nada a cambio “dadle vosotros de comer”, dijo Jesús a sus discípulos, dadles de comer, dales de vestir, dales educación, sanidad, cultura, justicia, dignidad, dadle lo que les habéis quitado, a los preferidos de Dios.
“Dadle vosotros de comer” y lo oímos una y mil veces y siempre pensamos en otras personas, otras instituciones a las que damos la calderilla que nos estorba en los bolsillos y la hacemos responsable de nuestro compartir, de nuestra entrega, de nuestro ser solidario –he dado y ya he cumplido- podía ser la sordina de nuestra conciencia.
“Dale vosotros de comer”, esto ayer, hoy y mañana, porque si no damos de comer, como vamos a rezar el Padrenuestro?, primero Padre, luego nuestro, después danos nuestro pan de cada día y así todo entero. No podríamos.
Si no nos damos, si no somos conscientes de nuestra solidaridad hasta el extremo, seremos metal que resuena, si......, en definitiva nada, el vacío.
En la carta de Pablo a los romanos, nos da una casuística de qué puede apartarnos del amor de Dios y no se menciona (dicho sea con todos los respetos) algo que sí nos aparta del amor de Dios que es el mismo que el amor de los hermanos, el egoísmo, mi egoísmo, mi yo y el olvido de los que como yo, somos hijos de un mismos Padre.
Oíd sedientos todos, acudid por agua, también los que no tenéis dinero...
Dad gratis lo que habéis recibido gratis y aún seguimos, sigo, sin entenderlo.
“”El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas””, aquí tenemos que buscar nuestra fuerza en sentirnos amados por Dios para seguir amando a todos.
Madre de todos los hombres, ayúdanos a decir AMEN
P.D. Quisiera desde esta página dar la enhorabuena a D. Francisco Echevarría, por su reciente nombramiento y que siga buscando un hueco para que nos llegue su maestría en desmenuzarnos la Palabra de Dios, y por cuya nueva responsabilidad lo tendremos presente ante Dios.
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