DOM-24-A

domingo, 7 de septiembre de 2014
14 SEPTIEMBRE 2014
LA EXALTACIÓN DE LA
SANTA CRUZ.

Jn 3,13-17. Tiene que ser elevado el Hijo del Hombre.

2 comentarios:

Maite at: 09 septiembre, 2014 20:47 dijo...

Para el pueblo judío, el que cuelga de un madero es un maldito de Dios. Para Jesús, la cruz es la consecuencia de su entrega por nosotros hasta la muerte, la más ignominiosa de su tiempo y cultura. En la cruz, Jesús lleva al límite el despojarse de su rango, tomar la condición de esclavo y rebajarse hasta el sometimiento absoluto a ella.

En su diálogo con Nicodemo, Jesús acude al episodio narrado en el libro de los Números para expresar que la cruz ya no es signo de maldición, sino salvación y vida eterna para todo el que mira al que está clavado en ella. La cruz es ahora testimonio del amor de Dios al mundo, que no puede ofrecer otro mayor ni más creíble.

Contemplar la cruz, o mejor, a Jesús en ella, abre los ojos del corazón y el alma al proyecto de amor de Dios sobre nosotros, y nos muestra el modo de formar parte de él. Estamos aquí para amar y el amor verdadero, el único que merece la pena, es el que pasa por la entrega de la vida desde el último lugar, en un compromiso que llegue hasta la muerte, y una muerte de cruz.

Hasta unir, con los brazos extendidos y el corazón traspasado, cielo y tierra, norte y sur, oriente y occidente.

Juan Antonio at: 10 septiembre, 2014 19:19 dijo...

Después de leer las palabras del Papa sobre la Cruz, parece que mis palabras serán meros balbuceos, pero aun así, he de seguir adelante ante lo que para un cristiano representa el signo máximo del amor, la meta de una vida entregada hasta el final.
Jesús anuncia repetidas veces su pasión, muerte y resurrección, de lo que los discípulos ni querían oír hablar.
Jesús conocía las escrituras, las profecías, pero lo que conocía Jesús sobre todo, era cual era la voluntad del Padre, que no se pierdan ninguno, y para ello nos trae el anuncio de la buena noticia, la noticia del Reino de Dios, del Reinado de Dios y empieza en las Bienaventuranzas y así no enseña la libertad de no estar pegado a nada, las actitudes de la compasión y de la misericordia, la sed de justicia para la dignidad de todos, la rectitud de nuestro corazón y hasta llegar a ser felices en la lucha cuando nos insulten, nos maltraten por el Reino y empieza su caminar, comiendo con los llamados pecadores, con los excluidos, los desterrados de la sociedad por la enfermedad u otros males físicos, proclama su predilección por éstos, nos deja las maravillosas parábolas sobre el reino, sobre el perdón, sobre qué hay que hacer con los desahuciados, denuncia y anuncia, hasta que llega a estorbar, hay que quitarlo de en medio y se urde esa patraña de proceso para no matarlo yo, sino que sea otro, un forastero, el poder romano y no hay otra muerte que la más humillante, la Cruz, locura para los judíos y necedad para los griegos, pero llena de amor de Jesús en el cumplimiento de la voluntad del Padre, amó a los suyos hasta el extremo, sin reservarse nada.
Ahí está la grandeza de la Cruz, que no es el sufrimiento, que también, sino que es el signo, la señal del amor de Jesús que no rehuyó nada por dejarme el Reino de Dios en marcha para que yo, si quiero seguirle, como nos decía hace unas semanas, tome mi Cruz y le siga, sabiendo que esa Cruz que hoy exaltamos puede ser la mía, en mi lucha por establecer ese sueño de Dios sobre la tierra, ese sueño de Dios sobre los hombres, iguales en dignidad y bienestar, y si no sentimos el dolor del que sufre, y hay muchas formas de sufrimiento, y lo remediamos, no hemos cargado con la Cruz de Cristo.
En resumen podemos decir que Cristo puso en el centro de su vida a Dios y los desahuciados de su tiempo y nosotros, yo, si no hago lo mismo, para mí la Cruz significa muy poco; es radical pero creo que no hay otro camino: si estuviera equivocado, ruego me corrijan en esta página.
María, Madre del Mayor Dolor y de todos los hombres, ayúdanos a decir AMEN