18 ENERO 2015
2º DOMINGO-B
JUAN 1,35-42: Vinieron donde vivían y se quedaron con él.
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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Qué bonita es la escena de la llamada del pequeño Samuel, ¿verdad? Es una narración tan plástica, que todos, al leerla o escucharla, vemos al crío levantándose, una y otra vez, para presentarse ante un viejo y sorprendido Elí. Samuel no sabe todavía de llamadas del Señor, y menos que se llame con apremio cuando uno está acostado. Pero tiene junto a sí al bueno de Elí, que sí tiene experiencia de estas cosas, y da a Samuel el mejor de los consejos. Se trata de responder, ante la llamada que se percibe: habla, Señor, que tu siervo escucha. Samuel siguió el consejo de Elí, y desde entonces Dios estuvo con él. No lo tuvo fácil, pero fue un hombre de Dios. Aprendió, desde niño, a escuchar a Dios cuando habla, y se ponía a tiro cuando Dios tenía algo que decir.
En la escena del evangelio hay dos discípulos de Juan que se dejan fascinar por Jesús que pasa. Gran maestro, Juan, que es quien les pone el caramelo en la boca. No creo que ni entonces ni ahora fuera fácil ver a un líder pasar sus seguidores a otro como lo hizo él. Pero Juan siempre fue fiel a su misión, siempre tuvo clara su identidad y su vocación: allanar el camino al Señor. Tenía claro que el bautismo de Jesús superaba al suyo; por eso no ata a nadie a sí, e impulsa y anima el vuelo de los suyos.
Los discípulos van en pos de Jesús, que entabla diálogo con ellos y les invita a ver dónde vive y a quedarse con Él. Algo enciende en sus corazones, algo inflama, que los mueve a llevar a quienes aman a Jesús. No lo saben, pero están empezando a ser pescadores de hombres.
El salmista es otro llamado por el Señor. Como Samuel y María dice: aquí estoy, para hacer tu voluntad, y Dios llena su boca de cantos nuevos e himnos, abre su oído, y le hace comprender que Dios aprecia, mucho más que los sacrificios u ofrendas, que se haga su voluntad. El salmista experimenta que la Ley de Dios no es algo tremendamente difícil de cumplir, la lleva grabada en las entrañas; y cuando abre los labios, de su boca salen palabras de salvación de Dios para todos.
San Pablo se dirige a los llamados y les recuerda que también su cuerpo es del Señor. No se posee en propiedad, pues, desde el bautismo, es templo del Espíritu Santo, así que es para servicio de Dios y de los hermanos. Por eso hay que cuidarlo y respetarlo; y denigrarlo, abusar de él o maltratarlo, es denigrarnos, abusar o maltratarnos a nosotros mismos.
Dios llama de muchas maneras, en cualquier sitio y circunstancia. Estemos prontos, como Samuel, a dejarle hablar. Salgamos a su encuentro, como los discípulos de Juan, y vayamos a ver dónde vive, para quedarnos con Él y dejarnos mirar por Él.
Esta semana podíamos calificarla como la de la llamada, la de la vocación, palabra que en el diccionario nos dice que es la acción de llamar y en una segunda acepción dice que es inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente religioso.
En la primera lectura se nos narra la llamada de Samuel y en el Evangelio, la de los primeros discípulos, pero en una y otra hay un denominador común, Dios llama a Samuel pero lo instruye Elí, en las llamadas del Evangelio es Juan quien señala al Mesías, a Jesús como el Cordero de Dios y ante esta instrucción los dos discípulos siguen al Maestro y Pedro por la palabra de su hermano Andrés.
Es decir, que todos han sido llevados a Jesús por alguien que le señala el camino, alguien que le pone a Jesús ante su consideración, alguien que le dice quien el Hijo de Dios.
¿Hemos llevado a alguien a Dios? ¿Yo qué he hecho para que otros conozcan a Dios?
Y así como a mí y a todos, siempre hubo alguien que nos llevara, por ello tenemos que considerar, nuestra llamada, quien nos llevó a Jesús, quien nos habló por primera vez de Él, quien nos enseñó su vida y acciones, quien nos llevó a ese primer encuentro con Jesús y darle las gracias, y así mismo reflexionar sobre nuestro encuentro de mayor, nuestro encuentro de adulto, ese en que prestamos nuestra aceptación a la persona de Jesús, a seguirle, a ser cristiano, a profundizar en sus enseñanzas, a tener el trato diario a que nos lleva la oración; unos estaremos en una institución otros en otra, en una orden , en un movimiento religioso o en otro, y preguntarnos quien nos llevó, quien nos informó porque todos hemos tenido nuestro guía conductor.
Desde esta reflexión vivir la fe en Dios Padre, en Dios Hijo y en Dios Espíritu Santo, haciendo extraordinario lo ordinario, porque la gran mayoría de los creyentes no tendremos ocasión de dar grandes discursos, de dirigir ni presidir grandes celebraciones, ni hacer grandes cosas, sino lo que he dicho otras veces “somos unos pobres siervos y hemos hecho lo que teníamos que hacer (Lc. 17,10), nuestra vida ordinaria, como dice el salmo de este Domingo, “aquí estoy para hacer tu voluntad”.
La carta de S. Pablo no se puede dejar sin hacer una pequeña referencia a ella, pues, para esa vida ordinaria llevarla de forma extraordinaria, tenemos la ayuda del Espíritu del que somos templos vivos, unidos a Cristo con el que somos un espíritu con Él.
¡No sabemos apreciar la grandeza a la que Dios nos llama y la que Dios nos regala!
María, Madre de todos los hombres, ayúdanos a decir Amen.
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