DOM-4ºPASCUA-B

lunes, 20 de abril de 2015
26 ABRIL 2015
4º DOMINGO PASCUA-B

JUAN 10,11-18          EL BUEN PASTOR

2 comentarios:

Maite at: 21 abril, 2015 17:20 dijo...

Cuando Jesús se llama a sí mismo el buen Pastor, se dirige a los fariseos. Ellos se creían en la obligación de apacentar al pueblo con su buen ejemplo; nadie cumplía la Ley como ellos. Pero son como asalariados, ni dueños ni pastores, que abandonan a las ovejas a su suerte cuando ven venir al lobo. Y es que no les importan las ovejas, solo su propio prestigio.

El Papa ha pedido a los pastores de la Iglesia que huelan a oveja y eso no se consigue elaborando documentos sobre ellas en un despacho. Se logra pringándose allí donde están, metiéndose entre ellas, tocándolas y atendiéndolas. Hay que conducirlas a los mejores pastos, cuidar de las heridas, buscar a las que se extravían, vigilar a las sanas y gordas, proteger a las débiles. Hay que conocerlas por su nombre y considerar única a cada una. Hay que enseñarlas a reconocer la voz del pastor y no olvidarse de ellas cuando acaban en otro redil. Pero todavía falta una cosa: hay que dar la vida, hasta la muerte. Solo así se reconoce al buen pastor.

Yo soy el buen Pastor, dice el Señor, conozco a mis ovejas y las mías me conocen. Quienes saben que el Señor es su pastor y reconocen su tacto y su voz, quienes se saben conducidas por Él, apacentadas y mimadas, curadas y salvadas una y mil veces, aprenden a su vez a pastorear a las demás. No podrán hacerlas daño, ni dejar que se pierdan y se desvivirán por mostrarlas los mejores pastos aunque ellas se queden sin comer. Darán la vida por las demás. Pero quien no conoce al buen Pastor, ni se deja amar por Él, jamás podrá apacentar ovejas, porque no podrá preocuparse por ellas y menos dar la vida.

El Señor es mi pastor, nada me falta. Si alguno desea hacer esta experiencia, mucho más lo desea el Señor. Quien hace esta experiencia solo tiene un camino en la vida: entregarla por los demás. Y ahí no la pierde, la gana para siempre.

juan antonio at: 23 abril, 2015 20:59 dijo...

Esta semana la Palabra nos presenta en el Evangelio a Jesús, Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas, las conoce y tienen otras que no están en el redil.
Es la misión que trajo al cumplir la voluntad del Padre, es lo que constituyó su actividad apostólica por Palestina y fuera de ella, buscar las ovejas que el Padre le encomendó, las que estaban y las que no estaban y en su lucha por ello, llegar hasta la muerte.
Hay unas notas que podemos reflexionar, Jesús nos dice que conoce a sus ovejas y las ovejas le conocen, esto llevado a nuestro interior, nos interpela desde nosotros, pues desde Jesús es sobrado que nos conoce, pero ¿ nosotros tenemos ese trato diario con Él en la oración para llegar a una intimidad tal, que podamos decir que no es un desconocido, que le conocemos, que escuchamos su voz, que le seguimos, que en nuestro día a día tenemos el estilo de vida que nos dejó?.
Para ello, no nos podemos contentar con leer, a veces de prisa y corriendo, su Palabra diaria, sino que tenemos que hacer una reflexión más profunda para que en nuestro pobre y ya cansado caminar, hagamos nuestra su Vida, seamos plenamente testigo de lo que vivimos y vive en nosotros.
En una segunda reflexión, tenemos que tener presente a nuestros Pastores más cercanos, los sacerdotes, sobre todo los que rigen los destino de nuestra parroquia, a nuestro Obispo y a nuestro Papa Francisco, lejos pero cerca de nuestro corazón.
Ha habido sombras que se han aireado mucho, ha habido actuaciones y palabras que se sacan de contexto con tal de pegar palos, pero nunca se saca a la luz todas las luces que nuestros Pastores irradian en su diario quehacer, en su plena disposición, en su silencioso estar al lado de los que los necesitan. Les pedimos que nos sonrían, que estén alegres, que nos animen y no tenemos en cuenta que son humanos y tienen sus buenos y malos días y nos olvidamos de una cosa, de tenerlos presente en nuestra oración, además de la petición que se hace en la Oración por excelencia, la Eucaristía, tenemos que tenerlos presente en ese trato íntimo, que antes referíamos y pedir por los mayores, por los que sufren enfermedades, por los que tengan dificultades, por los que estén decaídos y los que no lo estén, en definitiva, pedir que esa ilusión de la vocación no se le apague, ni con la edad, la enfermedad, los achaques o las vicisitudes de la vida.
Hoy con el salmista, y en agradecimiento por nuestros pastores, tenemos que decir “Bendito el que viene en nombre del Señor”.
María, Madre de Dios y Reina de los Apóstoles, no dejes de darnos pastores a tu Iglesia.