DOM-29-B

lunes, 12 de octubre de 2015
18 OCTUBRE 2015
DOMINGO 29-B
Mc 10,35-45. El Hijo del Hombre ha venido para dar su vida en rescate por todos.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 12 octubre, 2015 19:01 dijo...

AUTORIDAD Y PODER (Mc 10,35-45)

Tras el tema de la riqueza, el evangelista Marcos aborda otro asunto no menos importante: el del poder. En el grupo de los Doce existió una cierta competencia por lograr las mejores carteras en el equipo de gobierno del Mesías Rey. Santiago y Juan quisieron adelantarse a los demás y pidieron los dos mejores puestos. La respuesta de Jesús fue que no es cuestión de honores y prebendas, sino de seguimien¬to. Sólo hay una manera de estar a su derecha y a su izquierda: compartir su destino siguiéndole con la cruz hasta el calvario. El afán de poder fue y es una de las tentaciones que ha de superar todo discípulo del carpintero de Nazaret. Los demás, como era de esperar, se molestaron al ver la jugada de los hijos de Zebedeo. Y Jesús aprovecha para adoctrinarles a todos. Sus palabras están cargadas de ironía y de sabiduría. Son un minitratado sobre el valor y el sentido de la autoridad.

"Los que son reconocidos como jefes" es una expresión que se refiere a los príncipes vasallos de Roma -los lacayos del poder que actúan desde la conciencia de su propia debilidad y compensan este sentimiento con la prepotencia y el abuso de poder-. Está denunciando un hecho de experiencia: el poder de una persona está en proporción inversa a su autoridad moral. Si un hombre posee autoridad -sentido de la justicia, respeto, honestidad y equilibrio-, no necesita recurrir a la fuerza para hacer notar su presencia. Pero cuando carece de ella, tiene que recurrir a la amenaza, al miedo. Por esta razón el poder -no la autoridad- necesariamente corrompe al que lo detenta. Al fin y al cabo el poder no es sino una forma abusiva -y por tanto ilegítima- de ejercer la autoridad. Esto es algo que algunos olvidan y creen que el ser elegidos por el pueblo da derecho a hacer lo que se quiera con ese pueblo. La democracia está enferma cuando los elegidos entienden que los electores, junto con el voto, depositan en la urna sus derechos y su soberanía.

El pensamiento de Jesús sobre la autoridad es claro y continúa la línea de los profetas de Israel: la única forma legítima y justa de ejercer la autoridad es el servicio. No se trata de situarse por encima o por delante de los demás, sino de colocarse debajo de los más débiles, hasta dar la vida si es necesario. El servicio de la autoridad no es otra cosa que usar las propias capacidades para ayudar a los menos capacitados y el espíritu que ha de animarla es el amor desinteresado. Quien no sea capaz de hacer las cosas así está incapacitado para ejercer la autoridad.

Si hubiéramos entendido -y aceptado- estas enseñanzas ¡cuánto sufrimiento inútil nos habríamos ahorrado! Porque muchos de los males que padecemos tienen su origen en que hemos confundido poder y autoridad. Y, si esto debe ser así en la sociedad humana, ¡cuánto más ha de serlo en la comunidad cristiana, en la Iglesia!

Francisco Echevarría

Maite at: 13 octubre, 2015 21:14 dijo...

Hay que ver lo que nos molestan las pretensiones de poder de los demás, y todo porque son idénticas a las nuestras. ¿Qué tendrá el poder?

Antes de Cristo, entre sus discípulos, y después de Cristo el ansia de poder ocupa un lugar destacado en la mente y el corazón de los que le siguen y los que no. Sin embargo, Jesús no se indignó contra Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, como los otros diez discípulos. No nos gusta que nadie, aunque sea una madre, formule con descaro peticiones de favor que de buena gana haríamos nosotros. Solo nos frena la vergüenza que otros no tienen.

Jesús se detiene en poner delante de los ojos de los discípulos a los jefes de los pueblos que, ayer y hoy, los oprimen y tiranizan. Y la enseñanza es clara: vosotros, nada de eso. ¿Qué hacer? porque todos llevamos dentro un pequeño gran tirano y opresor.

Hace falta contemplar a Jesús, el Siervo, el Hijo del hombre que no ha venido para que le sirvan, sino para servir y entregar la vida. Al Sumo Sacerdote capaz de compadecerse de nuestras debilidades y derramar sobre nosotros gracia y misericordia que nos auxilien, porque ha sido probado en todo como nosotros.

Hace falta conocerle, escucharle y tratar con Él para que sus sentimientos sean los nuestros, para que sea Él quien viva en nosotros. Así veremos en todos hijos y hermanos por quienes velar, a quienes cuidar, con quienes compartir todo lo que somos y tenemos.

Hace falta recordar, una y otra vez, cuando soñamos con el poder que "el que quiera ser grande, sirva"

juan antonio at: 15 octubre, 2015 19:07 dijo...

Este pasaje evangélico, en la versión de Mateo, tiene para mí una especial consideración porque no son los hijos, sino la Madre, Santa María Salomé, la que hace la petición de sentar sus hijos uno a cada lado de Jesús en el reino de Dios.
Pero sea la versión que sea, el fondo no varía, es el ansia de poder, en ansia de estar en los primeros puestos, es la lucha por estar arriba, en lo más alto y han pasado más de veinte siglos y aún seguimos en la lucha por ese poder, por lo que, creo, llamó el Papa, la carrera eclesiástica, carrera eclesiástica que no son solo de los curiales, sacerdotes, obispos y......, sino que se da a todos los niveles Movimientos, Cofradías, Hermandades, Organizaciones e Instituciones de la Santa Iglesia.
Y nos pasa, como siempre, que oímos, leemos, a veces meditamos, decimos que oramos, pero nada, la advertencia de Jesús de que “entre vosotros no será así”, parece que sigue cayendo en saco roto, pues la carrera se sigue corriendo y no la de la santidad como nos decía S. Pablo, sino esa ramplona y de escaparate, basta con mirar el panorama para ver las raras excepciones a lo que Jesús dice a continuación, “quien quiera ser el primero sea en último y esclavo de todos”.
Servir, pues si Jesús no vino a ser servido, ¿qué esperamos nosotros?
La vida del cristiano es radical, no podemos encender velas a todos, si queremos seguir los pasos de Jesús, tenemos que seguir los pasos de Jesús, servir y dar la vida por todos, entrega total, es el paso que nos falta, desarraigarnos de todo los que nos ata y como nos dice el salmista encontrémonos con esa mirada del Seños que tiene puesto sus ojos en sus fieles.
Santa María, Madre de Dios y de todos los hombres, ayúdanos a decir AMEN