DOM-34-B

domingo, 15 de noviembre de 2015
22 NOVIEMBRE 2015
DOMINGO 34-B


DESCARGAR DOM-34-BJn 18,33b-37. Tú lo dices: soy rey.

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 15 noviembre, 2015 20:25 dijo...

UN REY CRUCIFICADO (Jn 18,33-37)

El Reino de Dios proclamado por Jesús ni es cosa de este mundo, ni se rige por sus leyes. Cuando Pilatos le pregunta si él es rey, no duda en contestar que sí, pero que no debe inquietarse porque no piensa disputarle el trono a ninguno de los reyes que él conoce. Y es que las cosas del mundo se ven distintas con los pies en el suelo o desde una cruz.

En el mundo, los pequeños sirven a los grandes y los grandes se sirven de los pequeños, los débiles se someten a los fuertes y los fuertes dominan a los débiles, el hombre de la calle acata la voluntad de los poderosos y los poderosos, con el voto que le da el ciudadano de a pié, impone a éste su voluntad. Este modo de hacer las cosas, con el tiempo, crea diferencias y éstas, también con el tiempo, se acrecientan de tal modo que terminan siendo muros de separación entre los hombres.

Así surgen las clases sociales y las marginaciones. En el reino de Dios predicado por Jesús las cosas son de otro modo: los grandes sirven a los pequeños, los fuertes protegen a los débiles y los poderosos se ponen a disposición de pueblo. De esa manera se eliminan las vallas y se construye la unidad, la fraternidad, la comunión, la solidaridad...

El símbolo de esta contradicción es el trono desde el que gobierna el Rey de este reino: la cruz. Cuando el procurador romano puso sobre la cabeza del crucificado "Este es el Rey de los judíos" no sabía que estaba diciendo una gran verdad, porque el Rey de los Reyes gobierna no con poder sino con amor y la cruz es el momento de la plena manifestación del amor. Ya lo había dicho él: "Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por quienes ama".

La figura de Cristo como rey crucificado debe hacer pensar a quienes gobiernan, tanto en la Iglesia como en la sociedad civil. Es una tradición antigua en la Biblia que el rey no es mas que un hombre puesto al frente del pueblo para -en el nombre de Dios- administrar justicia y defender a los débiles -que los fuertes ya se defienden solos-. Este es fundamento de la autoridad y, por ello -en un sano sentido de la misma- no debería haber prepotencia, sino humildad; no debería haber sumisión, sino libertad; no debería haber fuerza, sino suavidad.

Cristo es el Rey y rey es cada ser humano ya que Dios todo lo ha sometido bajo sus pies. Cuando esto se olvida, quien detenta la autoridad llega a creerse dueño de la misma y pasa a convertirse en un dios, pero no en un dios de amor, sino en el dios de la guerra. Por eso los endiosados terminan sacrificando a sus pueblos en el altar de su propia ambición. Su error está en no ver que tienen los pies de barro y un día, por fortuna, un piedra insignificante los golpea y de derrumban. Así ha sido en el pasado, así es en el presente y -¡qué duda cabe!- así seguirá siendo en el futuro. En la pirámide del poder llegar arriba no es una suerte, sino una responsabilidad.

Maite at: 17 noviembre, 2015 19:12 dijo...

En el evangelio de la solemnidad de Cristo Rey no vemos aún a esa especie de hombre, del libro del profeta Daniel, a quien se le da todo poder, honor y reino. No vemos todo sometido a Cristo, sino a Jesús, interrogado por Pilato que pregunta por el rey de los judíos.


Pero hablando de reyes y reinos Jesús y Pilato no pueden entenderse; hablan de cosas distintas aunque utilicen las mismas palabras. Pilato piensa en los reyes y reinos de este mundo y Jesús explica que su reino no es de aquí. Pilato insiste en preguntar por un rey y Jesús habla de la verdad.

Hoy en día la figura del rey está bastante devaluada en nuestra sociedad, no así el poder, que gana adeptos cada día. Todos clamamos contra él, y están de moda palabras como solidaridad, justicia, igualdad... pero si pillamos un poquito de poder, aunque sea sobre los fogones, reclamamos enseguida una corona y abusamos de derechos imaginarios sobre los demás. De ahí a la corrupción en múltiples formas, tan traída y llevada, a pequeña o gran escala, apenas hay un paso.

Santa Teresa, que encontraba en el credo una fuente de gozo y oración, se recreaba en las palabras "y su reino no tendrá fin"; reino de amor y de gracia, reino de vida y verdad. El único que no caerá y perdurará por siempre.

El Apocalipsis, además de llamar a Jesucristo Príncipe de los reyes de la tierra, le llama el Testigo fiel y el Primogénito de entre los muertos, y recuerda que nos amó y nos ha liberado de nuestros pecados por su sangre. No ha hecho de nosotros vasallos y servidores, sino sacerdotes de Dios, su Padre, y nos ha convertido en un reino.

Estamos llamados entonces a ser reyes como nuestro rey: dando testimonio de la verdad y entregando la vida por ella, amando y liberando a nuestro paso.

Muchos mártires de nuestro país murieron al grito de ¡Viva Cristo Rey! Temían al dolor pero seguían al Crucificado y sabían que ningún discípulo es más que su maestro y que es un honor compartir su muerte; sabían que el grano de trigo da vida entonces.

Basta contemplar los reinos de aquí para darnos cuenta de que el reino de Jesús no es de este mundo. Elijamos entonces vivir en éste y no en los otros, y oremos para que venga a nosotros su Reino.

juan antonio at: 22 noviembre, 2015 11:55 dijo...

Con esta fiesta de Cristo Rey cerramos el año litúrgico y es como si con ella quisiéramos resumir qué es Jesús para nosotros, quien es para mí Jesús, el Rey del Universo?, mi Rey?, mi Señor? O qué.
Tenemos un Rey que nace en un establo, que vive en un pequeño pueblo de un país aún más pequeño, dominado por todos los poderosos de los alrededores de todos los tiempos, pasó como hijo de un carpintero, oficio que ejercería Él igualmente, durante treinta años no tuvo relevancia social alguna, se sometió al bautismo de Juan como cualquier pecador de su tiempo y un día se retiró al desierto y desde allí empezó a vivir entre pecadores, estafadores, gente de mal vivir, se reunió con un grupo de pescadores, personas rudas y sin formación alguna, atendió a los pobres, lisiados, enfermos, excluidos, enseñaba la Palabra de Dios a los sencillos, porque los entendidos despreciaban no solo su palabra sino sus hechos, los signos que hacía entre ellos.
Fue escandalo para los poderosos y amigos de todos aquellos que esperaban la manifestación de Dios en el mesías prometido.
Por la predicación del Reino, que decía que estaba entre nosotros,que entiendo, que no es más que hacer realidad el amor de Dios entre los hombres como Él hizo, un día lo subieron al trono de una Cruz para que abriéramos los ojos y pudiéramos contemplar la salvación en dolorosa espera de la gloriosa Resurrección.
Volvemos al principio, qué es Jesús para mí?, mi vivir se conforma con las enseñanzas, la vida y entrega de Jesús? Si ello no fuera nuestra meta, a pesar de nuestras debilidades, llamémonos lo que queramos, pero cristianos..............
María, Madre de todos los hombres, ayúdanos a decir AMEN