2ºADV-C

domingo, 29 de noviembre de 2015
6 DICIEMBRE 2015                                                                      
2º DOM. ADVIENTO-C

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 29 noviembre, 2015 16:42 dijo...

MIRANDO AL CIELO (Lc 3,1-6)

El evangelista san Lucas comienza su relato sobre la vida adulta de Jesús poniendo fecha a lo que va a narrar para indicar así que el misterio de la salvación tiene lugar en el tiempo, en la historia, en el acontecer del mundo. Es ésta una de las convicciones más comprometidas del cristianismo, pues, si la salvación tiene lugar en la historia y en la vida de los hombres, ningún creyente puede situarse de espaldas a la misma. La realidad diaria nos interpela y nos exige una respuesta en consonancia con la fe que profesamos. Si los creyentes damos la espalda al mundo, nos quedamos sin Dios, porque Dios ha venido al mundo para encontrarse con nosotros.

Tras esta referencia histórica, Lucas presenta a Juan bautista como un profeta -"La palabra de Dios fue dirigida a Juan"-. Hacía siglos que no había profetas -los escribas y fariseos habían ocupado su lugar- y se echaba de menos una palabra iluminadora. El mensaje del último y, en palabras de Jesús, el más grande de los profetas, estaba en la línea de la tradición más estricta: predicó un bautismo de conversión para alcanzar el perdón de los pecados. El de Juan no es un bautismo de salvación -por el que renacemos a una vida nueva: como hijos de Dios-, sino de conversión y de purificación -que restaura al hombre en la justicia-. Juan pertenece todavía al Antiguo Testamento. Invita a los hombres a volver el corazón a Dios, es decir, a reconocer su realidad y su voluntad y a abandonar la vida de pecado. Tal vez a alguno le suene a trasnochada esta invitación, pero de una cosa estamos convencidos los creyentes: muchos de los males de este mundo tendrían buen remedio si los hombres, en lugar de encerrarnos en nuestras angustias y temores, en nuestras violencias y egoísmos, abriéramos el corazón al Dios de la Verdad, la Justicia, el Amor y la Paz. Y esto vale para todos porque el pecado, antes que un problema moral es un problema ético, es decir, antes que un problema religioso es un problema humano. Algunos, desde el agnosticismo reinante, niegan el pecado so pretexto de que es un concepto religioso. ¡Ojalá que, negando el pecado, lográramos erradicar la maldad!

La predicación de Juan es completada con una cita de Isaías que describe el retorno de los exiliados. La cabalgata de la salvación recorre el mundo para que todos los hombres gocen de ella. Pero es necesario preparar un camino recto y llano. Rebajar los montes de la soberbia y el egoísmo, rellenar los baches de la injusticia y del desamor y enderezar las curvas de la mentira. El mensaje de Lucas se reduce a una cosa: el mundo tiene arreglo, aún es posible ser feliz, los problemas se pueden resolver. Pero es necesario que los hombres, de una vez por todas, cambiamos el corazón. Acaba de empezar un siglo y, al mirar a la tierra, lo que vemos no nos acaba de gustar porque, lo que más sobresale es la violencia en todos los órdenes. ¿No ha llegado la hora de enderezarse y mirar al cielo sin miedos ni complejos? Dios no es una amenaza para el hombre -eso nos dijeron y muchos lo creyeron-. El peligro son los dioses. No es el Edén, sino Babel lo que enfrenta a los hombres.

Manuel Martín de Vargas at: 29 noviembre, 2015 16:45 dijo...

El marco geográfico donde tiene lugar la inmersión es fiel intérprete del significado del Bautismo.
En este lugar, elegido por Juan: junto a la desembocadura del Mar Muerto, empieza a morir cualquier forma de vida que llevan las aguas, por la densidad y salubridad de este mar.
Quien entra en este río, como en cualquier otro, se lava con unas aguas que desaparecen al instante arrastradas por la corriente. Y lo que hay con ellas se lo llevan adelante.
Así se simboliza el Bautismo. El agua arrastra los pecados que se arrastren al mar y a la muerte. Y el que queda purificado de estos pecados puede comenzar una nueva vida.
En este sentido, los lavatorios del cuerpo y manos, a los que tanto acostumbraban los judíos, reflejan el deseo de una purificación interior.
Limpieza del cuerpo y limpieza de la conciencia se corresponden en la vivencia religiosa. La limpieza del cuerpo es siempre una llamada a la limpieza del alma, porque el agua que baña el cuerpo es imagen de la contrición que debe arrancar los pecados.
"Lávame y quedaré más blanco que la nieve" (Salmo 50)
Y Jesús da el sentido más profundo cuando hace del lavatorio de los pies a sus discípulos la entrada a la Eucaristía. Es importante reflexionar cuando vamos a celebrara nuestras Misas. Así lo hizo Jesús. Nosotros lo recordamos en el Jueves Santo. Sería bueno recordarlo cada día.

juan antonio at: 01 diciembre, 2015 18:46 dijo...

Este Domingo aparece el segundo de los personajes que Juan nos anunciaba en la hoja de la semana pasada, Juan el Bautista, sobre el viene la Palabra de Dios que proclama por toda la región del Jordán diciendo a las gentes aquello que ya había anunciado Isaías.
El mensaje de Juan no es otro que la conversión para el perdón de los pecados, pues el Adviento es tiempo de mirarnos, de ver nuestra vida, nuestras actitudes, confrontarla con el Evangelio y arreglar todo aquello que no se compadece con éste.
Tenemos que pensar en nuestra conversión, en la de cada uno de nosotros, pues nuestra conversión es como las ondas en el agua, provocada por la caída de un objeto, se va esparciendo y cada vez se van haciendo más y más, es decir que la casa la tenemos que empezar cada uno y desde los cimientos al techo.
Juan proclamaba lo anunciado por Isaías:
--Enderezar las sendas con nuestra rectitud de intención.
--Rellenar los barrancos devolviendo la dignidad a los que lloran y sufren
--Rebajar los montes y colinas, haciéndonos pobres y luchando por un mundo más justo
--Lo tortuoso se hará recto con nuestra paciencia y compasión
--Las esperanzas serán caminos llanos con la lucha por la paz
--Y todos verán la salvación de Dios, pese a los insultos y maldiciones en la lucha por el Reino, que será nuestra recompensa.
Despójate de todo luto y viste la galas de glorias, teniendo tu cara limpia, tu mano tendida y tus oraciones lleguen a Dios cada día por las vicisitudes de la vida de todos los que te rodean, por la Iglesia que necesita volver a los orígenes que tenemos olvidado y por aquellos sufren el error en sus comportamientos.
María, Madre de la Esperanza, y madre nuestra, ayúdanos a decir VEN SEÑOR NO TARDES.

Maite at: 01 diciembre, 2015 19:06 dijo...

¿Verdad que a veces parece, a juzgar por lo que vemos en la tele y el consumismo desatado a que se nos empuja sin disimulo, que estamos ya en Navidad, y que es tiempo de luces, buenos sentimientos y regalos?

Pero la Iglesia tiene otros tiempos, otro ritmo y celebra otras cosas. Por eso nos adentra en este tiempo de preparación, que es el Adviento, tiempo de esperanza activa, y nos invita al desierto con Juan. El lugar sin luces ni brillos de oropel, el espacio del silencio y la interioridad, del encuentro con uno mismo y con Dios; el hombre austero y en comunión con la naturaleza, coherente y recio, nacido para una misión a la que siempre fue fiel; el espacio de la conversión de la mente y el corazón al seguimiento de Jesús que viene.

La Palabra de Dios vino sobre Juan en un año determinado de la historia de su pueblo. Hoy y ahora su voz grita otra vez en el desierto de nuestro corazón: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan las colinas; que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale.

Quiere encender en nosotros la ilusión por la llegada del que esperamos, que le hagamos sitio y abramos caminos para Él en nuestras vidas. Hay mucho que desbrozar y arrancar, mucho que allanar en nosotros; hay mucho torcido y escabroso.

Si aplicamos el oído y estamos atentos y despiertos, si lo deseamos de todo corazón, se harán vida en nosotros las palabras del Señor: seremos despojados de nuestro vestido de luto y aflicción y podremos ponernos en pie, porque Dios mismo mandará abajarse a los montes escarpados y las colinas encumbradas, que se llenen los barrancos y nos guiará con su justicia y misericordia.

El Señor cambiará nuestra suerte después de haber ido llorando llevando la semilla, y volveremos cantando, trayendo las gavillas, que ha estado grande con nosotros y estamos alegres.

Que no nos engañen: ni estamos aún en Navidad, ni es Navidad lo que nos venden como tal. Estamos preparando el camino al Señor que viene y, para empezar, lo hacemos guiados por Juan.