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DICIEMBRE 2015
3º DOM. ADVIENTO-C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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¿QUÉ HACER? (Lc 3,10-18)
El pueblo que siguió a Juan Bautista no se limitó a escuchar, sino que se dejó impactar por sus palabras. De ahí que le pregunten: “¿Qué tenemos que hacer?”. Hoy padecemos de “incontinencia verbal” -como alguien ha dicho-. No hay más que asomarse a los medios para ver a indocumentados opinar y discutir, sin rubor, de todo lo divino y humano con el único propósito que aumentar la audiencia. Y no es que neguemos a nadie el derecho de opinar; sólo reclamamos el deber de reflexionar antes de hacerlo porque, no se trata de decir lo que uno piensa sino de pensar lo que uno dice. Todo esto viene a propósito de la pregunta que la gente le hizo a Juan: no le pidieron ideas sino líneas de acción. Buena lección para un mundo como el nuestro donde sobran opiniones sobre los problemas -palabras- y faltan manos que remedien esos problemas -hechos-.
Pero, del mismo modo que no vale cualquier palabra, tampoco vale cualquier obra. Juan Bautista apunta por dónde tienen que ir las cosas. Tres son las preguntas que formulan otros tantos colectivos: al pueblo le dice que sean solidarios, es decir, que cada uno ame al prójimo como a sí mismo; a los publicanos -a los funcionarios encargados de la hacienda pública- les dice que sean justos y no se aprovechen del cargo para enriquecerse a costa de los demás; y a los soldados -a los militares-, que no abusen del poder y de la fuerza para satisfacer su avaricia. Como puede verse, a ninguno le dice que cambie de profesión o de vida. Cada uno ha de responder desde la situación y profesión en que está. No se trata, por tanto, de hacer grandes actos de heroísmo, ni de llevar una vida ascética. Se trata simplemente de vivir el "ama a tu prójimo como a ti mismo".
Al oír su mensaje, la gente empezó a preguntarse si no sería Juan el mesías esperado. Con una gran humildad el Bautista aclara las cosas: él no era más que un heraldo. Su misión era preparar el terreno al que venía detrás. El suyo era un bautismo de agua -un cambio exterior, de costumbres-; el Mesías, por el contrario, bautizará con Espíritu Santo y fuego, es decir, purificará el corazón y transformará interiormente al hombre. Juan se conforma con que los hombres cambien sus costumbres; Jesús exigirá que cambien los hombres. Es porque las cosas bien hechas se hacen con las manos pero se cuecen en el corazón, pues, la bondad de las obras depende de la bondad de los sentimientos. En otras palabras: es bueno hacer grandes obras, pero es mejor hacer grandes hombres y mujeres. Lo cual sólo es posible trabajando el corazón porque las personas, como los árboles, crecen desde dentro.
Esto es lo único que divide a los hombres. Lo que los hace diferentes no es el color de la piel, la cultura, la lengua..., sino el corazón. Sólo hay dos formas de vivir: una humana y otra inhumana. La primera es la de aquellos que tienen un corazón de carne; cuando aparece la segunda es que los hombres tienen el corazón de piedra.
Francisco Echevarría.
Publicanos, soldados, rameras y gentes sencillas del pueblo dispuestas a hacer penitencia y rechazados por las sinagogas, dirigentes y fariseos. Juan abre las puertas a todos y acepta a cualquier culpable después de que se disponga a vivir una vida nueva.
Jesús ofrecerá la salvación antes de que se haga penitencia. El Dios a quien Jesús predica es el Padre de los ignorantes y extraviados y que se goza con que los pecadores regresen al hogar. Todos invitados al banquete porque llama a todos, lo mismo que una gallina acoge bajo sus alas a todos los polluelos, porque la Gracia de Dios es ilimitada.
"¿Qué tenemos que hacer?". Preguntaban a Juan. Y esta es la pregunta del Adviento. Si el deseo de vivirlo es sincero y va más allá de las palabras y las buenas intenciones, pregunta.
Pregunta a la Iglesia, a la comunidad, a los amigos creyentes... ¿Qué tenemos que hacer?
Manolo Martín de Vargas
Es verdad, preguntar qué podemos hacer es empezar el camino de la conversión. Suele ayudar bastante tener a alguien como Juan que nos motive con su forma de vida, sus palabras o ambas cosas. Alguien que nos interpela por dentro, nos empuje y aliente, y nos haga desear un cambio, algo más; que nos desinstale y nos saque de nuestra pequeña zona de confort para llevarnos al compromiso que supone riesgo, audacia, valentía.
Juan no se anuncia a sí mismo, sino a otro. Su forma de vida, sus palabras y prioridades están en función del que espera y que bautizará con Espíritu Santo y fuego. De ahí nacen su fuerza y su empuje; por eso convence y mueve.
Las respuestas de Juan a quienes le preguntan nos indican que no se nos pide nada que esté fuera de nuestro alcance, al contrario. Se refieren a nuestra vida de cada día pero vivida de otra manera, más solidaria, más fraterna, más honesta. Por aquí va la conversión que necesitamos y así se preparan los caminos al Señor.
No necesitamos más que estar abiertos a los demás y descentrados de nosotros mismos para dejar que Dios sea grande en medio de nosotros, para que su paz custodie nuestros corazones y pensamientos en Cristo Jesús.
No sé si las lecturas de este Domingo están puestas al revés o no, pues las primeras nos hablan de júbilo, alegría, paz y el Evangelio, la última, trata de la reacción de los seguidores del Juan el Bautista, quienes ante la Palabra recibida le preguntan qué tenemos que hacer y así son unas personas normales, otros unos publicanos y otros unos soldados, a los que Juan les contesta que tienen que compartir y y cumplir con sus trabajos fielmente.
El preguntarme por el orden es porque el júbilo, la alegría y la paz vendrán como consecuencia de la conversión a la que han llegado, pero esto es cuestión de cada cual, pues lo importante es que en este tiempo de preparación a la venida del Señor, nos interpelemos como aquellos seguidores de Juan, ¿qué tengo que hacer, qué tengo que cambiar, qué tengo corregir?
Estamos en el Jubileo de la Misericordia y en el número 16 de la Bula de convocación, el Papa termina ese número con el siguiente párrafo
“”La predicación de Jesús se hace de nuevo visible en las respuestas de fe que el testimonio de los cristianos está llamado a ofrecer. Nos acompañe las palabras del Apóstol: “El que practica misericordia, que lo haga con alegría”(Rm 12,8)””
Pues aquí se recoge lo que la Palabra de Dios nos quiere decir hoy, practicar la misericordia y que lo hagamos con alegría.
Recemos con el salmista, “” contad a los pueblos sus hazañas””, razón de nuestro testimonio, de vida y de palabra.
María, Madre de la Esperanza, ayúdanos a decir VEN PRONTO SEÑOR QUE TE ESPERAMOS.
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