DOM-RAMOS

domingo, 13 de marzo de 2016
20 MARZO 2016

DOM-RAMOS

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 13 marzo, 2016 19:02 dijo...

BENDITO EL QUE VIENE (Lc 19,28-40)

El Domingo de Ramos abre la gran semana de la Pascua. Jesús entra en Jerusalén sobre un asno. Los guerreros montan a caballo; el asno, por el contrario, es la cabalgadura de los pobres y de los pacíficos: "Alégrate, hija de Sión. Mira a tu rey que viene, justo y salvador, montado en un asno". Es así como Jesús cumple la profecía de Zacarías, que continúa diciendo: "Destruirá los carros de la guerra, los caballos, los arcos... y dictará la paz a las naciones". El pórtico de la semana de la pasión es la paz.

Al llegar a Jerusalén, el pueblo lo saluda con una expresión que recuerda el saludo con que los sacerdotes recibían en el templo a los peregrinos: "¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! El pueblo conoce a los enviados de Dios y sabe quienes son, de verdad, los hombres de paz. La paz es uno de los dones mesiánicos, pero, como todo don, puede ser aceptado o rechazado por los hombres. La violencia -tanto la caliente, que derrama la sangre, como la fría, que derrama la dicha- es el reino de la muerte. La paz es el reino de la vida.

Cuando miramos al mundo en que vivimos, tras los tristes acontecimientos del 11-M, el corazón se hiela al ver que, ya metidos en el siglo XXI, todavía existen hombres y mujeres que enarbolan la bandera de la ira y siembran la muerte, la división, los odios y el sufrimiento. Cuesta trabajo entender que -como dicen- tengan un proyecto para el mundo, a no ser que su proyecto sea sembrar la muerte y extender el desierto. Jesús entra en Jerusalén como un rey de paz, como un portador de paz. La misma que, como luz del alba, empezó a llegar al mundo con su nacimiento tal como cantaron los ángeles; la misma que ahora grita el pueblo; la misma que, como sol en cenit, se derramará sobre la humanidad el día de la resurrección. La paz es, desde entonces, el saludo del resucitado y, unida a la gracia, el saludo cristiano por excelencia.

Pero la paz siempre es un parto difícil. Antes habrá que pasar por una noche oscura. El Gólgota es un paso obligado. Pero el corazón permanece firme -"Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo porque tú vas conmigo"- con la seguridad de que el final próximo será un tiempo feliz -"Habitaré en la casa del Señor eternamente"-. Esa noche oscura tiene tres momentos: el Jueves Santo es el momento del amor; el Viernes, el del sacrificio; y el Sábado, el del ocultamiento. El amor prepara para dar la vida por aquellos a los que se ama; el sacrificio es necesario para afrontar la adversidad con fortaleza de ánimo; y el ocultamiento es la máxima expresión de la renuncia, el signo de que el corazón está absolutamente libre de apegos. Sobre estos tres pilares se construye el reino de la paz.

Si los hombres no aprenden esta canción y callan, las piedras -las ruinas- hablarán y el Mensajero de la Paz seguirá llorando sobre Jerusalén.

Maite at: 15 marzo, 2016 18:15 dijo...

El Papa Francisco dice que mirando al crucifijo vemos la historia de amor de Dios con nosotros.

Este domingo, contemplando el relato de la pasión, veremos en Jesús al Siervo del libro de Isaías. El Señor es el que ofrece la espalda a quienes le golpean, la mejilla a los que mesan su barba, el que no oculta el rostro a insultos y salivazos. Por eso él, mejor que nadie, sabe decir al abatido de todos los tiempos y lugares, una palabra de aliento.

Veremos a Jesús este domingo como el que ora desde lo hondo del alma, con el salmo 21: "Al verme se burlan de mí... Me acorrala una jauría de mastines... me taladran las manos y los pies... Se reparten mi ropa..." Un salmo que pinta el escenario del Calvario con crudeza sobrecogedora, pero que acaba en un canto de alabanza: "Contaré tu fama a mis hermanos... Fieles del Señor, alabadlo..."

Veremos a Cristo tal como le describe Pablo a los Filipenses: como aquél que, a pesar de su condición divina, no hace alarde de su categoría de Dios. Y actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse a una muerte de cruz.

El camino de Jesús para nuestra salvación pasa por hacerse pecado por nosotros, por curarnos con sus heridas, por entregar la vida día a día hasta clavarla en la cruz.

En Semana Santa la liturgia y las procesiones de nuestros pueblos y ciudades ponen ante nuestros ojos la pasión y muerte de Jesús, y conmueven nuestros corazones con sentimientos nobles y profundos. Que todo eso no se quede en la superficie y aprendamos a descubrir a tantos crucificados a nuestro lado donde Cristo agoniza cada día, humillado, maltratado y torturado.

juan antonio at: 16 marzo, 2016 09:53 dijo...

Entramos en la semana grande, en la que viviremos hoy, como ayer y como siempre, la salvación que Jesús nos trajo con su vida, pasión, muerte y resurrección.

El Domingo de Ramotes el Domingo de la gloria en el que Jesús entra triunfante en Jerusalén, al son de cantos y de danzas que prontos se convertirán en gritos pidiendo su muerte, pues los hombres somos así, hoy te ensalzo y mañana te abato, hoy te glorifico y mañana te maldigo, es la falta de un criterio rector de nuestras vidas o un mal llevado principio de vida y que en nuestros días, no solo antaño, impera a sus anchas en nuestra sociedad.

Este Domingo debería llamarse el Domingo de la Humildad, pues Jesús prescinde de todo boato, de toda ostentación y pompa, montado en un pobrecillo jamelgo y son las gentes, volubles, como antes decía, quienes le exaltan.

Este Domingo deberíamos reflexionar sobre nuestra vida, sobre nuestro modo de llevar nuestra existencia en este mundo, en esta sociedad que nos ha tocado vivir, donde todo vale, con tal de que el poder, la influencia, el dinero sea nuestro becerro de oro, porque tanto tengo tanto valgo. ¡ pobre humanidad! ¿Cuándo vamos a enterarnos de que “somos pobres esclavos y hacemos lo que tenemos que hacer”, “”¿ porque cuando os mandé sin nada, qué os faltó? Y ahora qué hemos hecho del anuncio de la salvación? ¡Qué tinglado, madre mía!

Jesús lloró por Jerusalén y llora por nosotros, pues dejamos lo principal, nuestro encuentro con Jesús, la escucha de su Palabra, abrirnos a la paciencia de Dios, a los brazos del Padre Bueno y a su perdón.

Que la meditación de la Pasión del Señor, sea nuestra hoja de ruta en esta iniciación de la Semana Grande para todos los cristianos, no grande por la espectacularidad de la catequesis en la calle, ni los múltiples sonidos, ni la cera y el incienso, el oro y la plata exhibida, sino por vivir los grandes misterios de nuestra salvación, olvidados quizás con tanto ruido exterior.

María, Madre del Mayor Dolor, ayúdanos a mirar a tu Hijo y aprender de su vida, pasión, muerte y resurrección, ahora y siempre en la intimidad de la oración. AMEN