7 AGOSTO 2016
DOM-19C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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TIEMPO Y ETERNIDAD (Lc 12,32-48)
Tras dejar claro que el hombre no conserva la vida gracias a sus bienes, sino con la ayuda de Dios, Jesús pasa a tranquilizar el ánimo de sus discípulos por la preocupación que puede generar la carencia de bienes materiales. Con gran realismo y conocimiento del corazón humano, después de advertir que, para el rico, los bienes son un gran peligro porque pueden inducirle a olvidarse de Dios y vivir sólo para conservar y acrecentar su riqueza, Jesús señala que también el pobre está amenazado ya que su preocupación es el sustento diario. Uno y otro –el rico y el pobre– están expuestos al peligro de dejarse absorber por las cosas de la tierra y dejar a un lado el cuidado más importante: buscar el reino de Dios. A los discípulos que han de compartir su misión les dice que esto es lo único importante y que todo lo demás se les dará por añadidura (12,31). En cuanto a las riquezas, su única utilidad es lograr, gracias al bien que con ellas puede hacerse, una incorruptible herencia en el cielo.
Quien ha comprendido el verdadero valor de las cosas está preparado para recibir la llamada en cualquier momento. El discípulo no puede bajar la guardia. En todo momento debe estar equipado moralmente –ceñida la cintura y encendida la lámpara–– para acudir prontamente a recibir a su Señor cuando éste aparezca. Vienen estas palabras de Jesús a aclarar otro asunto a veces olvidado o mal entendido: el valor del tiempo presente. En el pasado se nos ha acusado a los cristianos de tener el corazón tan centrado en el cielo que nos hemos desentendido de los asuntos de la tierra y se ha tachado a la religión de ser como opio que adormece los sentidos y suprime el dolor, con lo cual se impide al pueblo levantarse contra las situaciones y las estructuras injustas. Puede que la acusación esté justificada atendiendo a ciertos momentos de la historia. Pero no es ésa la enseñanza de Jesús.
El maestro de Nazaret tenía muy claro que el Reino es lo único definitivo y que el tiempo es un lugar de paso. En la lógica de su mensaje es un error pensar que el tiempo y el mundo son la única realidad y el único absoluto. Pero eso no significa que carezcan de valor y de significado.
El futuro de plenitud en el que creen sus discípulos empieza a construirse en el presente porque saben bien que ya disfrutan de los bienes que esperan. No es que el tiempo se meta en la eternidad. Es más bien que la eternidad se ha metido en el tiempo. La fe abre la mente a la verdad completa, la esperanza descubre el sentido y la caridad sumerge en el compromiso. Creer en el mundo futuro no lleva a menospreciar el mundo presente, sino todo lo contrario. A lo que sí lleva es a no apegarse a él de tal manera que se pierda de vista el horizonte. El hombre es un navegante que dirige su barco a buen puerto, bregando cada día en bonanza o en tempestad, de noche o bajo el sol. No es un navegante con el timón roto a merced del viento y de las olas.
Nuestro tesoro es el Reino, que el Padre ha tenido a bien darnos, y ahí está nuestro corazón, en el mayor de nuestros bienes.
El Reino es un don, un regalo que no se merece ni se gana, solo hemos de estar dispuestos a acogerlo, a recibirlo. Para eso hace falta vivir despiertos, atentos, inquietos, en actitud de espera vigilante, como los criados a los que se refiere Jesús.
Nosotros somos administradores fieles y solícitos de los bienes que hemos recibido, por eso nuestra misión no es controlar los tiempos o las formas. Es mucho lo que se nos ha dado y mucho lo que se nos exigirá.
En este tiempo de espera nos sostiene la fe, como sostuvo a Abrahán, a Sara, a los que vieron y saludaron de lejos, sin llegar a pisarla, la tierra prometida. Una fe oscura que ilumina, sin embargo, nuestro peregrinar incierto y nos pone en manos del Padre que nos escogió.
En él ponemos nuestros ojos esperando su misericordia y, juntos, nos comprometemos a ser solidarios, los unos con los otros, como un pequeño rebaño, en los peligros y en los bienes del Reino.
Hoy mi reflexión tiene como base el primer y el último versículo del Evangelio:
“No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino”
“Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”
Entre estos dos versículos, el Evangelio nos pone de nuevo donde debe estar nuestro corazón, así como las parábolas de la vigilancia y alerta en nuestras vidas.
Con el primer versículo Jesús nos está enseñando como es Dios con nosotros, porque su amor es tan grande que llega a la ternura, al desvelo, al cuidado, al acogimiento, al acompañamiento, no estamos solo, porque nos ha dado el reino, se nos ha dado Dios mismo en su Hijo que nos ha revelado la hondura y grandeza de Dios, Padre de todos los hombres, sin distinción de raza, color, creencia, bondad o maldad, es Padre de todos.
No temas pequeño rebaño, no temas porque Dios está contigo y conmigo cada día, solamente tenemos que verlo en lo que acontece, en el compañero, en lo que nos dicen, sucede, pasa, en las alegrías y en las penas propias y ajenas, siempre está la mano de Dios, su amor para que todo lo sobrellevemos.
Y estará más, cuanto más sean los dones que recibimos, porque mayor será la exigencia y mayor será nuestro compromiso, nuestra entrega, nuestra ocupación y preocupación por cumplir con su voluntad, lo que implicará una mayor asistencia de Dios.
Se nos exigirá más porque será razón de que hemos sido escogidos para ello, hemos sido más amado por Dios para que su reino llegue a todos los hombres y ahí debemos sentirnos llenos de Dios.
Jesús nos está exigiendo una actitud de vida total, nada de medianías, sino como la alerta y vigilancia que debemos tener para llevar a cabo nuestra tarea, nuestro comportamiento, nuestra entrega minuto a minuto, segundo a segundo, no a trancas y barrancas.
Se nos ha dado, se me ha dado, mucho y no veo mi correspondencia y seré examinado en el atardecer de mi vida de mi respuesta, lo que es motivo de conversión cada día, y verlo en esa mirada, que muchas son miradillas, al día que se nos ha regalado.
Termino con el último versículo del salmo:
“”Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de Ti””
Hay otro salmo que nos dice, “se valiente, ten animo, espera en el Señor”
María, Madre de Dios y Madre nuestra, llénanos de esperanza en Cristo Jesús, AMEN
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