11 SEPTIEMBRE 2016
DOM-24C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
AMAR PERDONANDO (Lc 15,1-32)
El capítulo 15 de san Lucas es posiblemente una de las páginas más bellas y entrañables del Evangelio. En ella Jesús nos descubre los secretos de Dios, el misterio de un ser que existe sólo por el amor y para el amor. Dios es Padre, más aún, es el origen de toda paternidad. Creer en él –como lo entendemos los cristianos– es reconocerlo como Padre, como nuestro Padre. La parábola del hijo pródigo es la expresión literaria y simbólica más perfecta y completa de esta creencia que inspira todo el pensamiento cristiano. Y es que, una vez que el hombre ha pecado, el Dios-amor sólo puede mostrar la misericordia. Ante los pecados de los hijos, el padre sólo puede mostrar su amor perdonando. En eso está también su alegría más profunda.
Como el joven de la parábola, el hombre puede alejarse de él y dejar de comportase como un hijo, pero nunca podrá lograr que Dios deje de ser un padre lleno de misericordia. Su esencia más profunda es eso. Por ello los creyentes no dejamos de preguntarnos qué ha ocurrido en la historia de los hombres o en la vida de cada ser humano para que éste prefiera vivir de espaldas a un Dios que es todo amor o qué busca fuera del hogar lo que libremente disfruta en la casa paterna. Quiero pensar que todo responde al deseo de ser feliz y que –lo mismo que en la parábola– sólo sea un modo equivocado de satisfacer un deseo que, por otra parte, es legítimo. Al final del camino, se termina reconociendo que ha sido un terrible engaño, una gran equivocación.
Cerrado el siglo en el que hemos alcanzado las estrellas, tenemos que reconocer que no hemos logrado llegar a lo más profundo del corazón humano. El desprecio o el rechazo de Dios por parte de muchos es –ya lo dijo el Vaticano II– más rechazo de una imagen equivocada de Dios que de Dios mismo y en esto tenemos no poca culpa los creyentes. Creo que ha llegado el momento en el que cada uno reconozca sus propios errores: los creyentes necesitamos convertirnos al Dios revelado por Jesucristo y dejar de lado esa imagen del Dios inmisericorde que parece gozar con los sufrimientos humanos; y los no creyentes deben revisar honestamente su postura para valorar en qué medida han hecho a Dios responsable de los pecados y errores de los creyentes.
En este momento de la historia -en la actual situación del mundo- unos y otros necesitamos luchar por la salvación del hombre amenazado desde todos los frentes. Alguien ha dicho que Dios es un supuesto inútil, innecesario. Nosotros respondemos que es una gozosa realidad. Freud estableció los presupuestos para eliminar al padre y lo justificó como necesario para permitir el crecimiento –la autonomía– del hijo. Después de todos estos años de orfandad hemos comprendido que la muerte del padre sólo deja un vacío imposible de llenar, pues, cuando Dios se oculta, proliferan los ídolos. Por eso, Martin Buber habla, más acertadamente, del eclipse de Dios, no de su ocaso. Es cierto que, si Dios no existe, no lo hace existir la fe de los creyentes. Pero también es cierto lo contrario: si Dios existe, no deja de existir porque se le ignore o se le niegue.
A Jesús se acercan los publicanos y pecadores para escucharle, en cambio los fariseos y los letrados, fieles cumplidores de la ley, andan siempre al acecho de culpas, faltas y pecados. Consciente de eso el Maestro hace un retrato cabal del Padre y habla a fariseos y letrados de un pastor y una mujer que pierden una oveja y una moneda, de un padre que tiene dos hijos y parece que ha perdido a los dos.
Es tan increíble lo que Jesús explica del Padre que muchas veces pienso que, además de saberlo, todavía necesitamos creerlo de verdad. Porque, ¿acaso hay límites en lo que se puede esperar de este Padre? ¿Razones para desconfiar de él? ¿Motivos para dudar jamás de su amor y solicitud incondicionales?
Moisés ya experimentó el poder de la intercesión ante un Dios que se arrepiente de castigar al pueblo idólatra e infiel. El salmista pide perdón y reconoce su culpa ante un Dios sensible a un corazón quebrantado y humillado. San Pablo sabe de la compasión de un Dios que derrocha su gracia en él dándole la fe y el amor cristiano.
Jesús va más allá, mucho más allá, cuando habla del Padre. Oremos con estos personajes que pierden una oveja, una moneda, dos hijos; contemplemos qué hay en su corazón al dejar las otras cien para ir en busca de la más débil, al poner la casa patas arriba para encontrar una sola moneda, al salir al camino para otear el horizonte a la espera del hijo pródigo o acoger al mayor, que, sin saberlo, también vive fuera de casa.
Y alabemos y gocemos porque ese es nuestro Padre y nosotros sus hijos.
Las lecturas de esta semana cantan la eterna misericordia del Señor para con nosotros, débiles y frágiles que nos perdemos y esperamos ser encontrados por esa paciencia de Dios en nuestra búsqueda o esa espera, a veces larga y prolongada, porque su amor es más grande que nuestros pecados.
Del Evangelio, quiero que analicemos los personajes y no sé si en otras ocasiones lo he repetido, pero en un retiro en que se meditó en voz alta sobre la parábola del Padre Bueno, sobre sus personajes, circunstancias, dichos, hechos, respuestas, alguien resaltó la figura del sirviente, del criado que es interpelado por el hijo mayor a la vuelta del campo.
Nos podemos ver reflejado en todos los personajes de la parábola, incluido en el Padre Bueno, podemos ser el hijo menor que mató al padre en vida puesto que le pedía la herencia (solo a recibir después de la muerte), en los convidados que permanecen indiferentes, en el hijo mayor, en el criado que da la noticia a éste, cada uno que vea su posición.
Quisiera reflexionar sobre el criado que da la noticia, porque como nos dice Pablo tenemos que ser modelo de todos los que creerán en Él.
Cómo damos la noticia de Jesús, como anunciamos su reino, su reinado, como damos a conocer su Amor sobre los hombres y mujeres de nuestro tiempo, tan cargados de angustias y necesidades, como es nuestra vida en relación con los hechos y dichos de Jesús, pues creerán antes a uno que practica que a uno que solo habla, ya lo decía Jesús de los fariseos haced lo que os diga no lo que hacen.
Si el criado dio la noticia al hijo mayor escueta y falta de toda alegría, falta de todo amor, falta de lo que en la casa se vivía y convivía, lo llevó a rebelarse contra el padre, naturalmente.
Por ello deberíamos reflexionar como anunciamos a Jesús: con palabras manidas y falta de vitalidad, falta de vida, falta de coherencia o con la vida que ya no es mía sino es la de Cristo que vive en mi, es el Evangelio en casa, los amigos, trabajo, diversión, es el gozo de Cristo hecho vida en nosotros.
Por lo demás contemplemos la misericordia de Dios en nosotros, en mi, en ti, en cada uno, y démosle gracias por todo ese torrente de gracia y amor que cada instante nos regala.
María, Madre de Misericordia, vida y dulzura, esperanza nuestra, danos la conversión de nuestras debilidades.AMEN
Publicar un comentario