DOM-27C

domingo, 25 de septiembre de 2016
2 OCTUBRE 2016

DOM-27C

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 25 septiembre, 2016 13:29 dijo...

EL PODER DE LA FE (Lc 17,5-10)

Hay respuestas de Jesús que sorprenden porque no parecen guardar relación con la pregunta que le hacen. La que da en este pasaje evangélico es una de ellas. Le piden sus discípulos que les aumente la fe y él responde diciendo que la fe es muy poderosa y que es más cuestión de hacer que de decir. En realidad está respondiendo a la mentalidad desde la que ellos hablan: la fe -viene a decirles- no es asunto de cantidad, sino de calidad y compromiso.

Es innegable que el tema de la fe está de plena actualidad: en unos casos por el rechazo abierto y hasta militante de quienes niegan el orden sobrenatural y la existencia de Dios; en otros por todo lo contrario, pues, en muchos ambientes se detecta un despertar del interés por lo religioso, lo sobrenatural, el misterio... El mundo, una vez más, es un reino de contrastes. Y esto tiene grandes ventajas porque ya la fe no es una postura existencial heredada o vivida desde el ambiente, sino una opción personal. Decir -como algunos siguen diciendo- que la gente va a la misa para que la vean no deja de ser un tópico y una simpleza propia de quienes viven todavía anclados en el pasado. Suelen ser los mismos que se ponen de uñas y hablan de intromisión en la vida pública, cuando alguien perteneciente al mundo religioso dice algo que va contra sus intereses, opciones políticas o posiciones existenciales. Argumentan que eso no es admisible en un estado aconfesional, confundiendo así el estado aconfesional con la aconfesionalidad de los ciudadanos. Quisieran éstos que la religión fuera algo íntimo y privado sin ninguna presencia o relevancia en la vida social. Se reconoce el derecho, pero se niega la posibilidad de ejercerlo.

La fe es una opción existencial que compromete a la persona en todas las dimensiones del ser, incluida la social. El derecho a creer implica, por tanto, también el derecho a expresar públicamente la fe y las opciones que se derivan de la misma. El respeto al otro implica que no puedo imponer a nadie mis creencias y el respeto a mí mismo, que nadie puede impedirme que exprese públicamente mi fe. Lo contrario nos lleva al totalitarismo.

A los creyentes, las palabras de Jesús nos advierten de la necesidad de cuidar la intensidad o calidad de nuestra fe. No es cuestión de tener mucha -como si todo se resolviera creyendo una gran cantidad de verdades y dogmas-, sino de que sea viva y comprometida, porque la fuerza le viene de lo viva que esté, no de lo amplia que sea. La eficacia del grano de mostaza lo demuestra. Por eso debemos incluso moderar nuestro lenguaje y no hablar tanto de tener fe cuanto de ser creyentes. El actuar brota desde el ser, que esa es otra de las modas actuales: decir que soy creyente, pero no practicante. ¿Cómo se puede creer sin vivir de acuerdo con la fe que se profesa?


Maite at: 27 septiembre, 2016 18:40 dijo...

Hay personas piadosas , bienintencionadas, por supuesto, que con sus consejos, que nadie pide, y exhortaciones, que no se necesitan, intentan imponer un modelo de cristiano que poco o nada tiene que ver con los creyentes bíblicos o las primeras comunidades cristianas de Pablo.

El profeta clama, grita, se lamenta, pregunta cuando no tiene las cosas nada claras: "¿Hasta cuándo? ¿Por qué?" Y Dios responde: "Espera"... Y :"El justo vivirá por su fe". El salmista proclama: "Escucharemos tu voz", después de prestar atención a la palabra de Dios: "Ojalá escuchéis hoy su voz. No endurezcáis el corazón"

¿Quién vive por su fe? El que escucha y confía, y en su conducta, sus actitudes, sus opciones y prioridades, es coherente con ello. El que sigue la exhortación del apóstol: "Aviva el fuego. No tengas miedo. Trabaja. Vive con fe y amor cristiano. Guarda este tesoro"

La gracia, el espíritu de energía, amor y buen juicio, el Evangelio, el tesoro de la fe y el amor, son un don; pero es tarea nuestra, nuestra responsabilidad y misión, avivar, dar la cara, tomar parte en los duros trabajos, vivir según lo recibido y guardarlo como un tesoro. En una palabra: hacer que dé fruto, sin lo cual quedará estéril, seco, muerto.

Los creyentes, los que seguimos a Jesús y queremos vivir el Evangelio y anunciarlo, somos unos pobres siervos que hacemos lo que tenemos que hacer, pues nada merecemos ni ganamos. Somos los que hacemos fructificar aquello que por gracia recibimos, y encontramos ahí nuestro premio y ganancia.

Pedro at: 28 septiembre, 2016 19:28 dijo...

El hilo conductor de las lecturas de esta semana es la fe y podríamos preguntarnos qué es la fe, como hacía el Papa Benedicto XI hablando en la Carta Apostólica Porta Fidei de que podemos acceder a un conocimiento sistemático del contenido de la fe en el Catecismo, y en el nº 11 (prf 3) nos viene a decir que “”a través de sus páginas podemos descubrir que todo lo que se presenta no es una teoría, sino un encuentro con una Persona que vive en la Iglesia”” que no es otra que Cristo.
Ahí está nuestra fe, esa fe que de pequeño recibimos, que fuimos aceptando en la medida de nuestra edad, primera Comunión, Confirmación y de mayor depositando nuestra confianza en Él, reconociendo que nos trajo el rosto y amor de Dios Padre, y el aliento del Espíritu, llegando a un total abandono en Él, aunque a veces nuestra debilidades nos aparta haciendo lo que no queremos.
Y como nos dice el profeta Habacuc, el justo vive por su fe, vive haciendo vida la vida de Dios en él, vida que Cristo nos hizo ver y sentir con su vida y enseñanzas que tenemos a nuestra consideración en las escrituras y como nos dice el Papa en el contenido del Catecismo, encuentro permanente con Él.
¿Leemos el Catecismo, lo meditamos, lo hacemos vida o nuestra fe se ha quedado en los primeros balbuceos de nuestra infancia, de nuestra adolescencia y ya se acabó?
O con las Escrituras y el Catecismo nos formamos para tomar parte en los duros trabajos del Evangelio, según las fuerzas de Dios, como nos dice Pablo?
María, Madre de Dios y de todos los hombres, ayúdanos en nuestra vida de fe, a tener ese abandono que Tú tuviste en tu Hijo Amado, AMEN