DOM-02-A

domingo, 8 de enero de 2017
15 ENERO 2017

DOM-02-A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 08 enero, 2017 22:53 dijo...

DEJAR LAS REDES (Mt 4,12-23)


Son tan fuertes los vientos de libertad que soplan en nuestro tiempo que, para muchos, este valor es casi un dios. Y no es que esté mal defender un valor tan sagrado que, en la Biblia, a pesar de su consecuencia más trágica –el pecado–, nunca fue retirado al hombre por el Creador. El problema es que no acabamos de entender de qué se trata y predican algunos que consiste en no tener otra norma de conducta ni reconocer otra voluntad que la propia. De esa manera los deseos se convierten en necesidades y las necesidades en derechos. Piensan éstos que la moral es un ataque a la libertad y a lo más que llegan es a la moral de la propia conveniencia o el propio gusto.

Creo yo que la libertad es más un deber –un valor– que un derecho –un beneficio–. No es algo que uno posee por nacimiento, sino algo que se ha de conquistar a lo largo de la vida con esfuerzo y sacrificio. Y, una vez alcanzada, no resulta fácil soportar el peso de la misma, porque exige tomar decisiones que, las más de las veces, son duras y comprometidas. Mucho me temo que lo que algunos llaman libertad sólo sea la calderilla de la misma, es decir, la posibilidad de tomar pequeñas decisiones que permitan hacer lo que uno quiera en pequeños asuntos porque las grandes decisiones las toman otros en otros foros. Es la estrategia de los poderosos: “Haz lo que quieras. Tienes derecho a ello. Eres libre. Pero déjame a mí decidir lo que has de pensar y de querer”.

Viene esto a cuento del gesto de los discípulos cuando Jesús los llama. Eran pescadores y estaban entregados a su trabajo. Cuando pasa junto a ellos el profeta de Nazaret, sin mediar discusión ni diálogo, les dice: “Seguidme porque quiero que os dediquéis a otros menesteres”. Ellos inmediatamente dejan las redes y le siguen. Es una decisión que compromete su futuro, su vida. Otros hubo que también fueron llamados, pero no se atrevieron a asumir el riesgo de la opción y siguieron con lo de siempre. Dejar las redes, cambiar de rumbo, comprometerse... En eso consiste la libertad: en romper ataduras.

Hoy se teme tomar decisiones que hipotequen el futuro. Vivimos en la cultura de la provisionalidad –la cultura de usar y tirar–. El problema es que sólo el que toma decisiones es libre y sólo el que toma grandes decisiones es radicalmente libre. No decidir para no comprometerse no es conservar la libertad, sino dejar pasar la ocasión de disfrutarla. La dificultad está en que, una vez que hemos decidido, nos hacemos responsables de nuestra decisión, de modo que no es libre quien no es capaz de responder de su libertad. Ésa es la paradoja de la libertad. A las nuevas generaciones no se les dice esto. Sólo se les habla de derechos –no de deberes–, de libertades –no de exigencias–, de posibilidades –no de compromisos–. Mal quieren a los jóvenes quienes les dan para moverse en la vida monedas de una sola cara: las monedas falsas de una libertad que no sabe de responsabilidades.

El límite de la libertad es el respeto al otro y a los valores. Cuando se ignora esto, surge la prepotencia, la tiranía y la violencia.

Maite at: 10 enero, 2017 19:11 dijo...

Este domingo escuchamos el testimonio de Juan sobre Jesús. Juan bautizaba con agua, Jesús con el Espíritu Santo. Él es el siervo, luz de las naciones, de todas; el Hijo. Y nosotros, bautizados como él con el Espíritu, somos hermanos que formamos parte de un pueblo santo, y con el salmista nos dirigimos al Padre: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Estrenamos año y tiempo litúrgico: el tiempo ordinario, el de caminar en pos de Jesús, como discípulos y seguidores suyos, cada día. El de dejarnos mover y guiar por el Espíritu que nos anima y alienta en nosotros; que nos transforma en Cristo para que nuestras palabras y obras sean las suyas.

Nosotros, con Jesús y como él, hemos sido bautizados con el Espíritu que nos hace luz, consuelo y misericordia, a semejanza del Padre, allí donde estamos.

Con fe renovada, con esperanza activa y amor ardiente volvemos a nuestras tareas cotidianas con la fuerza del Espíritu, como hijos del Padre y discípulos de Jesús. Seguimos a la escucha de su Palabra y con el anhelo del Reino en el corazón.

juan antonio at: 11 enero, 2017 10:12 dijo...

La salvación alcanza hasta el confín de la tierra
El Evangelio de hoy parece una continuación del de la semana pasada, pero aquel era de Mateo y éste de Juan, la misma escena, dentro del Bautismo de Jesús, pero hoy Juan nos da la misión de Jesús, “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.
La primera lectura nos habla de siervo y la tercera de cordero, el que cumple la voluntad del superior y la mansedumbre con que la cumple, podíamos ver en estos títulos, aplicados a Jesús.
Ambas lecturas nos traen esa misión de Jesús, de quitar, no solo perdonar, los pecados del mundo, pues como dice la primera lectura “..para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”: es decir la universalidad de la salvación que ya vimos el día de Reyes y que ahora en los albores de la vida pública de Jesús se confirma.
Jesús no es patrimonio de nadie, no hay exclusividad de nadie, no hay privilegio ni acepción de personas, ni por su raza, color, credo, pues todos somos hijos de un mismo Padre, Él trae una misión, “quitar el pecado del mundo” perdonar, sanar, rehabilitar, tratar a todos por igual, no excluir a nadie del reino de Dios, del Amor del Padre que se nos va a ir revelando a lo largo del año.
Jesús viene a que disfrutemos de la dignidad de los hijos de Dios que se nos dio en el Bautismo y que debemos de vivirla y no decir simplemente que “estamos bautizados”, si no que vivamos nuestra filiación divina de manera consciente y cuando recemos el Padre nuestro, sintamos en nuestras entrañas esa paternidad, que lleguemos a sentir las caricias de nuestro Padre que estarán presentes en nuestras buenas acciones y en el perdón de aquellas veces que no sean tan buenas.
María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir AMEN