2 ABRIL 2017
CUARESMA-5ºA
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
Copyright © 2010 Escucha de la Palabra Design by Dzignine
Released by New Designer Finder
3 comentarios:
DE LA MUERTE A LA VIDA (Jn 11,1-45)
En el Evangelio de san Juan, la resurrección de Lázaro es el preludio de la historia de la pasión, porque fue ese hecho el que -según este evangelista- motivó su condena a muerte. Se trata, sin lugar a dudas, del más importante de los signos mostrados por Jesús. No es ya de la curación de un enfermo, sino una victoria sobre la muerte. Así lo interpreta cuando se presenta a sí mismo como la resurrección y la vida. Esto significa que el de Jesús no es un camino de muerte, sino un camino que, a través de la muerte, conduce a la resurrección, a la vida, a la glorificación. La luz de la Pascua brilla desde el principio sobre el camino de Jesús que pasa inevitablemente por la oscuridad incomprensible del sufrimiento humano.
Estamos ante una de las claves de la mística cristiana. Ante el sufrimiento, caben diversas posturas: rebeldía contra Dios porque no lo evita, fatalismo frente a un destino inevitable, huida hacia paraísos artificiales... El cristianismo trata de encontrarle sentido para poderlo soportar sin que ese mal sea causa de un mal mayor: la pérdida total del sentido de la existencia. No se trata de aguantar estoicamente los golpes de la vida y esperar que pase la tormenta, sino de comprender que es el único camino hacia la dicha. Si el grano de trigo no muere, no puede convertirse en espiga. La renuncia no es fin en sí mismo, sino condición necesaria del crecimiento. Cuando las cosas se ven de esta manera, la vida y sus golpes se afronta con un nuevo espíritu: el de los hombres cargados de esperanza.
Tal vez uno de los males de nuestro tiempo -y una de las causas de la pérdida de los valores y del retroceso del orden ético y moral- sea el apego a la dicha barata e inmediata que nos priva de la dicha definitiva. Nos hemos creído que vale más lo imperfecto conocido que lo perfecto por conocer y no es verdad. Un pequeño placer de hoy no vale más que la felicidad completa de mañana, aunque el pensamiento de muchos sea conformarse con ello.
Estamos en tiempo de crisis de valores y de ocultamiento del sentido de la vida que eso conlleva. Vivimos en una sociedad espiritualmente enferma. Pero quiero pensar que, como la de Lázaro, la nuestra no es una enfermedad de muerte. Aún es posible encontrar el sendero de la vida. Basta que aceptemos el cambio de las cosas y renunciemos a aquello que nos impide avanzar: soberbia, avaricia, violencia, hedonismo, envidia, dejadez, superficialidad... Estas son las losas que nos cubren y nos impiden salir de nuestros sepulcros. Jesús de Nazaret sigue gritando: “Salid fuera! ¡Asomaros a la vida!”.
Si leemos detenidamente el relato de la mal llamada resurrección de Lázaro, --pues Lázaro, la hija de Jairo y el hijo de la viuda de Nain, volvieron a la vida, cosa distinta de vivir la Resurrección como luego nos dirán los evangelistas--, en este pasaje evangélico nos está trazando de principio a fin nos está ofreciendo un camino de fe, en sus protagonistas y entre ellos, aquellos conocidos que habían ido a acompañar a las hermanas en su dolor.
Lázaro cae enfermo y las hermanas avisan a Jesús, éste se queda dos días más donde estaba con sus discípulos pues la enfermedad no acabará en la muerte, y se alegra de que muerto Lázaro, es para gloria de Dios y para que los discípulos crean. Son los primeros que inician este camino de fe.
Los segundos son las hermanas del fallecido, ambas dicen la misma expresión a Jesús, “Señor si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto”- Y se inicia con una y con otra ese dialogo fantástico y exigente sobre la vida, la muerte y la resurrección, terminado con esa interrogante ¿Crees esto?, les está, nos está pidiendo nuestra adhesión a su persona, que es creer en él que es la resurrección y la vida, estas son las segundas en iniciar el camino de la fe.
Viene el intermedio en que Jesús, se muestra como lo que es, Hombre y Dios, y llora por que amaba y tenemos que verlo en su doble naturaleza divina y humana, como hace días lo contemplábamos en la Transfiguración, y una vez más nos pide la adhesión a su persona, única y divina.
Los últimos en el camino de la fe, son los amigos de la familia, que al ver el milagro, “y muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él”: estos necesitaron del signo, del milagro para creer y no por ser quien era Jesús, ¿y nosotros, necesitamos de los milagros, de los signos maravillosos que hacía y hace Jesús?
Hoy (27.3.17) el Evangelio nos muestra la curación del hijo de un funcionario real, que sin ver, sin palpar el milagro, cree: “puedes volver, tu hijo está vivo. El hombre creyó en la palabra de Jesús Y SE PUSO EN CAMINO”, con la plena confianza de que su hijo estaba sano.
Oremos con este relato evangélico sobre la vida y la muerte, la Vida y la Resurrección y pongámonos en camino como el funcionario que pide la curación de su hijo, ¿CREES ESTO? Resonará en nuestro corazón siempre, ¿crees que soy el Cristo, el Hijos de Dios que hecho carne para que la carne se haga Dios?
Esta es mi reflexión de esta semana, vivir nuestra fe, a lo largo de las cosas pequeñas y las grandes que Dios Padre nos ponga en nuestras vidas para que seamos luz en las tinieblas de tantos hermanos.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a creer en tu Hijo para ser hermanos con los hermanos. AMEN
Nos vamos a Betania. Esta vez no acompañamos a Jesús y sus discípulos a este remanso de paz y amistad sincera. Betania se ha convertido en tierra de muerte y un amigo entrañable nos ha sido arrebatado, dejando tras de sí una estela de desconsuelo y soledad, de llanto y luto.
También hay decepción. Las hermanas habían mandado recado a Jesús mientras Lázaro aún vivía. Pero Jesús no acude de inmediato a su llamada. Él sabe que Lázaro se va a quedar dormido e irá a despertarlo. Se convertirá así en signo para los demás: "Me alegro por vosotros de que no hayamos estado allí, para que creáis"
Vamos a encontrar también a hermanos con repentina vocación al martirio. Tomás, apodado el Mellizo, que pasará a la historia como el Incrédulo, está ahora dispuesto a ir con Jesús y morir con él. Andan las cosas revueltas por Jerusalén y no es muy prudente dejarse ver tan cerca.
Escucharemos la queja dolorida de Marta y María: "Si hubieras estado aquí..." Marta, Marta... Ella escucha de labios de Jesús: "Yo soy la resurrección y la vida" Cree y confiesa al Mesías; lo que no impide que, ante la tumba de Lázaro y la pretensión de Jesús de quitar la losa, exclama, pragmática como siempre: "Señor, ya huele mal, porque lleva cuatro días" Pero Jesús responde: "Si crees, verás la gloria de Dios"
María también se queja, como su hermana, y llora, con un llanto desconsolado que traspasa a los demás. También Jesús, al verla, solloza, y muy conmovido. Le duele el dolor de los que ama, de los que sufren.
Muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Y otros muchos, ante semejante signo, decidieron que lo mejor era matar a Jesús y a Lázaro para evitar la desbandada. Muerto el perro se acabó la rabia. Y es que sigue habiendo muchos ciegos de esos que, aunque vean, no ven.
Lázaro, ven afuera. Y Lázaro salió del sepulcro. Lázaro podemos ser tú o yo. Y Marta, y María, o cualquiera de los judíos que lloran la muerte desconsolados. O alguno de los discípulos miedosos o con ínfulas de mártir, por una vez. Todos nos arremolinamos en torno a la vida que anhelamos dure para siempre.
Ezequiel profetizó que el Señor en persona abrirá nuestros sepulcros y nos hará salir de ellos, como a Lázaro. Nos infundirá su espíritu y viviremos. Podemos gritar a él desde lo hondo de la tumba. Espera, aguarda; del Señor viene la misericordia, la redención copiosa. Y nuestros cuerpos mortales quedarán vivificados por el Espíritu que habita en nosotros.
Publicar un comentario