9 ABRIL 2017
DOM-RAMOS
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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En la hojilla Juan nos invita a meditar el texto de la Pasión con devoción y humildad; a leer y releer el texto, que es lo importante.
Antes veremos a Jesús aclamado en su entrada a Jerusalén. Santa Teresa se sentía movida, en este día, a invitar al Señor a comer, pues entendía que después de tantos vítores nadie se preocupó de agasajar al Maestro con una comida reparadora. Y Jesús es huésped agradecido.
En el relato de la Pasión encontramos al Siervo descrito por Isaías. Aquel que supo decir al abatido una palabra de aliento y escuchar todo sufrimiento es el mismo que ofrece ahora su espalda a los que le golpean y la mejilla a los que mesan su barba. El que no oculta su rostro a insultos y salivazos.
El mismo que grita, colgado en la cruz, Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?, pero confía en el Padre y se abandona a él, sabiendo que le ayuda y que merece toda alabanza y gloria.
En la Pasión encontramos al Cristo que Pablo presenta a los Filipenses como aquel que, a pesar de su condición divina, se rebajó hasta someterse a la muerte de cruz. Se abajó, se anonadó. Qué toque de atención para nuestros ridículos encumbramientos y pretensiones de grandeza. La obsesión por nuestra imagen y el deseo de ser señores de los demás. De vivir por encima y no por debajo.
Santa Teresa, que se sabía pecadora, infiel, inconstante y desleal, cuando sentía el peso de todas sus faltas y se avergonzaba de acudir a la oración para gozar de la compañía del Señor, meditaba y consideraba en su corazón los pasos de la Pasión. Y sentía que en aquel trance en que Jesús se veía, traicionado y engañado, humillado y despreciado, afrentado y abandonado, maltratado y ultrajado, por amigos y enemigos; tan necesitado de una compañía compasiva y amorosa, bien aceptaría la de ella, pues no tenía otra. Y podría ella consolarle con permanecer a su lado, enjugando sus lágrimas, acariciando sus mejillas en Getsemaní.
Así que si a veces la oscuridad de tu vida, o tu poca fidelidad, o tu pecado, te impiden acercarte a Jesús, únete ahora a las buenas mujeres que le siguen camino del Calvario. Nadie te lo impedirá. Y contempla con ellas al que entrega su vida en la cruz por ti. Todo su amor es para ti. Ve con José de Arimatea a pedir el cuerpo de Jesús para depositarlo en el sepulcro y sostenlo entre tus brazos, inerte y roto.
Pero confía. Se acerca el alba de la mañana de la Resurrección.
LAS DISCIPULAS
Llega el final de la Cuaresma, el final de la preparación para la celebración de la semana mayor, del Triduo Pascual, Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor y empezamos el primer día de esta semana con la proclamación de la Pasión, en este año la Pasión según S. Mateo.
Contemplamos los desplantes de Pedro y sus negaciones, vemos la venta de Jesús por Judas, la huida de todos los discípulos y la soledad de nuestro Señor, solo ante el sacrificio de su vida, de su entrega total, puesto en las manos del Padre, es como si el Padre se ausentara, de ahí el grito de Jesús “Dios mío Dios mío por qué me has abandonado”, para acto seguido verse acogido con el ruego “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu”(Lc 23,46).
Pero frente a la estampida de los más allegado a Jesús, está el seguimiento de unas mujeres que venían atendiéndolo en su peregrinaje por Palestina en la Proclamación del Reinado de Dios, mujeres, de las que sólo de algunas se recoge sus nombres, como las que se refieren en el versículo 56, María Magdalena y María la madre de Santiago y José y la madre de los Zebedeos, Salomé.
El grupo era mayor, el evangelista dice que a distancia estaban muchas mujeres, pero S. Mateo sólo refiere el nombre de estas en este trance final de la Cruz.
De ellas se hacen pocas referencias y menos que fueran predicadoras del Reino y realizasen signos y milagros, pero hemos de reconocer primero el seguimiento de Jesús y por tanto sabedoras de las enseñanzas del Maestro, después el desprendimiento de lo que tenían en la atención de Jesús y sus discípulos y por último la valentía de estar al pie de la Cruz y de estar el primer día de la semana donde iban a cumplimentar del todo el enterramiento de Jesús, encontrándose con la Gloria de la Resurrección.
Ante ellas, cabe preguntarnos cómo es nuestro seguimiento de Jesús, como acompañamos a Jesús en el Sagrario y en tantos Sagrarios andantes por nuestras calles, qué valentía tenemos para hablar de Jesús, para dar nuestro testimonio como esas mujeres, sin miedo y con valentía, ante tantos disparates como se dicen de nuestra religión, de Dios y de la Iglesia?
Miremos la Cruz, miremos al Crucificado y como nos dice el autor de la hoja, meditemos sobre la pasión y lo que nos dice a nosotros, a cada uno.
María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a comprender el misterio de la Cruz de tu Hijo. AMEN
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