2º DOM-PASCUA

domingo, 16 de abril de 2017
23 ABRIL 2017

2º DOM-PASCUA

3 comentarios:

Maite at: 18 abril, 2017 21:29 dijo...

Siempre miramos con envidia a las primeras comunidades cristianas. ¿Utopía inalcanzable? Meta que se nos propone, de generación en generación, para vivir, aquí y ahora, el Reino de Dios. Por eso vale la pena intentarlo, soñar, trabajar: vivir y morir por ello.

En esa comunidad de discípulos que nos presenta el evangelista, está Tomás que, como explica Juan en la hojilla, no es modelo de discípulo. Se desmarca de la comunidad sin creer ni asumir su testimonio, va por libre, en pos de sus señales.

Pero también a él, en el seno de la comunidad, se aparece Jesús, y con los demás recibe la paz del Señor y el don del Espíritu Santo. También entre ellos experimenta la misericordia de Jesús que le presenta las manos y el costado para ayudar a su incredulidad. Y es que en esta comunidad no se deja atrás a nadie.

¿Dudas, necesitas pruebas, ver para creer? Acude a Tomás, o conjura la tormenta con las palabras de Pedro: "No habéis visto a Jesucristo y lo amáis..." y "Alégrate de ello, aunque de momento tengas que sufrir en pruebas diversas" La fuerza de Dios te custodia en la fe.

Por la resurrección de Jesús nos ha hecho nacer de nuevo. Pero no lo olvides: si quieres ver al Señor, vivo y resucitado, experimentar su paz y recibir su aliento, él vive en medio de la comunidad; aunque albergue en su seno gente tan incrédula e individualista como el bueno de Tomás.

juan antonio at: 19 abril, 2017 18:57 dijo...

PRIMEROS SEGUIDORES DEL CAMINO
Jesús ha resucitado y la liturgia nos va enseñando ese caminar de la primera comunidad cristiana o de seguidores del camino (nada hay nuevo bajo el sol) y en esta segunda semana quisiera hacer mi reflexión sobre tres párrafos o versículos de las lecturas:
“”Los hermanos eran constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles ( la palabra), la vida en común, en la fracción del pan y en las oraciones”
“”No habéis visto a Jesucristo y lo amáis; no lo ovéis y creéis en él””
“”Dichos los que crean sin haber visto
El primer párrafo, nos da la hoja de ruta que la primera comunidad cristiana o los llamados “seguidores del camino” (no hay nada nuevo bajo el sol) seguían en sus vidas como tales y debe de servir igualmente para nosotros hoy: la Palabra, la vida en común, la celebración eucarística y la oración.
La palabra que nos alimenta, pues siempre es nueva, siempre hay algo que nos encaja en la etapa de la vida que nos toca vivir a cada uno cada día.
El hacer vida en comunidad nos enriquece con la aportación de los demás, lo que nos lleva a no considerar a nadie aislado, solitario, sino hermanos y con la alegría de poder compartir nuestro vivir de cada día.
La Eucaristía, tenemos que entenderla como la cena con Jesús, renovada cada día en el altar, aprendiendo a ofrecernos como Jesús, en su vida y en su entrega total y absoluta.
La oración personal, persona y mas en comunidad, tengamos en cuenta que nunca oramos solos, oramos con toda la Iglesia, con todo el Pueblo de Dios, con gemidos inefable como nos dirá el Apóstol Pablo, en el Espíritu Santo: somos comunidad, somos Pueblo de Dios que camina hacía el Padre.
Jesús nos dio las Bienaventuranzas, pero a lo largo de los Evangelios se recogen otras Bienaventuranzas y esta es casi de las últimas o la última, llamándonos dichos a nosotros que después de tantos años lo amamos y creemos en él sin haberlo visto, porque, en mi pobre entender, sobre los Apóstoles, tenemos un valor añadido, ellos lo vieron, lo escucharon, vivieron y comieron con Él, nosotros solamente nos hemos FIADOS de su Palabra, a través de la cual se ha encontrado con nosotros y conscientes de ello, nos hemos fiados de Él, aún cuando con nuestras debilidades y fragilidades, hayamos roto esa confianza, bienaventuranza que S. Pedro nos repite, no lo hemos visto, pero lo amamos y creemos en él porque lo amamos y creemos en los hermanos.
El salmista nos dice que “este es el día en que actuó el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”, pues con Jesús Resucitado, vivamos con Él como hermanos y vivamos con los hermanos como Él.
María, Reina del Cielo ¡Alégrate!, porque Cristo, tu Hijo, ¡vive! Amen ¡Aleluya!

Paco Echevarría at: 20 abril, 2017 08:04 dijo...

LAS DUDAS DE TOMÁS (Jn 19,19-31)

Estaban escondidos y asustados y Jesús se les mostró extendiendo ante ellos las manos y mostrando el costado. Eran los trofeos de su victoria. Ellos, al verlo, se llenaron de alegría. Es el sentimiento que invade a todo el que se encuentra -en medio de sus dudas y temores- con el Señor de la vida. El primer rasgo de un cristiano es, precisamente, la alegría, ya que ella es el brillo del amor. Pero una alegría que nadie puede quitar porque no procede de nada que alguien pueda darnos, sino de algo más profundo.

Después de tranquilizarlos, los envía a cumplir su misión en el mundo: la misión de perdonar. Para ello les entrega su Espíritu. Y es que la misión de perdonar excede con mucho las posibilidades humanas, como bien decían los fariseos a Jesús. La Iglesia no cree tener por derecho propio el poder de absolver o no la culpa. Sólo Dios es Señor del perdón. Pero ella ha recibido una misión que de anunciar el perdón. Esa fue la gran lección de la cruz: la violencia y el odio desatados contra él en su pasión no consiguieron descabalgar a Cristo de la montura sobre la que entró en Jerusalén: la paz y el amor incluso al enemigo. Por eso murió perdonando, aunque algunos, después de veinte siglos, aún sigan odiándole por ello.

Todo esto va precedido del saludo de la paz, el principal de los dones del Mesías. Paz, alegría y perdón: ¡Hermosa trilogía para un mundo demasiado carente de las tres! La misión del cristiano, como la de Cristo, es anunciar a un mundo, castigado por la violencia, la paz más profunda y valiosa: la del corazón; entregar la dicha más auténtica a un mundo entristecido, que oculta su insatisfacción en una compulsiva búsqueda de placeres; y liberar de la angustia de la culpa a quienes han olvidado el concepto de pecado, pero no se han podido liberar del sentimiento que conlleva la connivencia con el mal.

Tomás representa a todos los escépticos, a todos aquellos que sólo creen en lo que puede verse y tocarse, a los que hacen gala de ser prácticos y positivos. Sólo creen en la verdad de los sentidos. Lo cual es bien poco. A éstos Jesús les dice: “Dichosos los que crean sin haber visto”. No está hablando de falta de rigor o ingenuidades. Habla de que hay otra realidad tan presente y comprometedora como aquella que creemos conocer. Ignorar esto no es cosa de sabios, sino de engreídos.

Más aún: sólo es verdadero sabio quien sabe ver siempre más allá, quien no se deja engañar por la apariencia, quien busca en todos y en todo el espíritu que anima a cada ser. Tal vez la fe no sea -como en otro tiempo se creyó- una debilidad del ignorante, sino una necesidad, un valor, para la supervivencia. Han pasado los años, al menos eso parecía, en que los creyentes casi teníamos que pedir disculpas por creer y ser aceptados sin ironías ni menosprecios. Hoy la fe es un don que ofrecemos al mundo con la paz, la alegría y el perdón.