RAMOS-B

domingo, 18 de marzo de 2018

25 MARZO 2018   
RAMOS-B

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 18 marzo, 2018 21:39 dijo...

SOBRE UN ASNO

Una de las veces que subió a Jerusalén, Jesús entró en la ciudad montando un asno mientras era aclamado por la gente que enarbolaba ramas de olivo. No fue un gesto casual, fruto de la improvisación, sino perfectamente calculado, como lo prueba el hecho de que, previamente, mandara a sus discípulos a buscar el animal. La razón está en la profecía de Zacarías que había dicho: “¡Alégrate, Jerusalén! Mira a tu rey que llega justo, victorioso y humilde, sobre un burro... Destruirá los carros, los caballos y los arcos de la guerra y dictará la paz a las naciones”. El caballo era el animal de la guerra, el asno era el animal de la paz. Quien entra así en Jerusalén es el rey de la paz. El pueblo entendió el signo y por eso lo acompaño con ramas de olivo, también símbolo de paz.

Contemplar a Jesús entrando así en Jerusalén, en estos momentos en que el caballo rojo de la guerra cabalga por el desierto dejando una estela de muerte y destrucción, resulta sobrecogedor porque despierta en uno sentimientos contrapuestos de nostalgia y esperanza: nostalgia porque el deseo de paz, siempre presente entre los hombres, nunca se ha visto plenamente cumplido; y esperanza porque, a pesar de todo, no renunciamos a la utopía de un mundo justo y fraterno.

Pero hasta en esto podemos engañarnos y llamar paz a cualquier cosa para conformarnos y acallar nuestra insatisfacción, olvidando que la paz no es sólo ausencia de guerra, sino que es, sobre todo, plenitud de dicha. El árbol de la paz tiene muchas ramas y todas son necesarias: la paz es sentirse seguro sin miedos ni temores; es vivir la concordia de una vida fraterna basada en la confianza mutua; es la suma de todos los bienes que otorga la justicia; es la unión de las voluntades y de los esfuerzos para construir un mundo más humano en el que nadie sobre, en el que todos quepan y se sientan respetados.

Pero la auténtica paz es frágil como la arcilla y los golpes de la soberbia o el egoísmo la rompen, primero en el interior de las personas, luego en la relaciones interpersonales; de ahí salta a la convivencia en el seno de los pueblos y termina cortando los lazos que unen a las naciones. La violencia es como una sombra que va invadiendo el espacio humano y dejando tras de sí un reguero de muerte, destrucción, sufrimiento y tristeza. A medida que avanza, arrincona la paz.

Sólo cabe esperar que todos los hombres de buena voluntad, sin distinción de credo, raza, lengua, cultura o nacionalidad entonen el canto de la paz y que su voz suene tan fuerte que ahogue el ruido de la guerra y los gritos de los violentos. Que el Príncipe de la Paz bendiga a la humanidad y, como dice el profeta Isaías, derive hacia ella la paz como un río, como un torrente en crecida que inunde el valle de la muerte y lo convierta en el valle de la vida.

FRANCISCO ECHEVARRÍA

juan antonio at: 20 marzo, 2018 17:41 dijo...

DE LA LUZ A LA CRUZ
Hace dos Domingos, titulábamos la reflexión de la Cruz a la Luz, hoy, en este Domingo de Ramos, entiendo, que vamos al revés, de la Luz a la Cruz.
Pues en este Domingo tenemos dos celebraciones litúrgicas, la Procesión de los Ramos, recordando la entrada de Jesús en Jerusalén en la mañana de aquel día y la celebración de la Eucaristía en la que el rito de la Palabra tiene como centro la proclamación de la Pasión del evangelista Marcos, que como conocemos termina con ese grito desgarrador de Jesús en el momento de su expiración.
En una y otra celebración hay una participación del pueblo, en la primera aclamándolo, vitoreándolo, agitando palmas y ramos de olivos y tendiendo sus mantos a lo largo del camino de entrada en la ciudad; en la segunda también gritan, pero de forma completamente distinta, aquí “pedimos” su muerte, sin dar razón de ello, ¿qué ha hecho? Pregunta Pilatos, y el grito, simplemente dice, “crucifícalo”.
En qué grupo estamos, en el primero, en el segundo, en los dos? Cada uno lo verá en su meditación.
Y Jesús en la Cruz se dirige al Padre con esa oración o queja “porqué me has abandonado” que yo entiendo como oración al Padre que le asistía en el dolor, al Padre que le acompañaba en su misión, pues el Hijo del Hombre ha sido elevado para que todo el que crea en Él, tenga vida eterna y como nos dice el Papa Francisco ese trono de la Cruz no es ni insignia ni necedad, es memorial de Aquel que se hizo pecado, para nuestra salvación.
Es difícil entender la Pasión de Cristo, si como muchas veces la leemos como algo ya sabido, requetesabido, vacio, y no con el amor de esa exclamación que se canta en el rito de la Cruz del Viernes Santo, de la que sale la vida que se nos regala, “este es el árbol de la Cruz, donde estuvo clavada la salvación del mundo”
Siguiendo nuestra mirada al Crucificado, sintiendo la Cruz en nuestras manos, hagamos oración contemplativa con la Pasión de este Domingo en nuestras manos, no digamos nada, contemplemos simplemente el amor hasta el final.
María, tú que sufriste, desde la Encarnación a la Cruz, el camino de tu Hijo, enséñanos a amar la Cruz de Cristo, a amar nuestras pequeñas o grandes cruces, enséñanos a amar el sufrimiento en los hermanos haciéndolo nuestros en el amor de estar con todos. AMEN

Maite at: 21 marzo, 2018 11:32 dijo...

Contempla la Pasión con ojos de niño, de amante, de amigo y compañero, de hermano, de discípulo. Contempla al mismo tiempo tu propia pasión, tu vía crucis particular, el de los tuyos, los que están más cerca y los de lejos. Une todo a la Pasión de Cristo.

Abre bien los ojos, los oídos; permanece ahí, en cada escena, con los sentidos alerta, en tensión máxima, y deja que el corazón se estremezca y que los afectos se inflamen. Tanto amó Dios al mundo...

Me amó y se entregó por mí: Jesús, el Buen Pastor, el Buen Samaritano, el grano de trigo y el tesoro escondido. Y se entregó también por ti, por él, por ellos, por todos. Ten eso en cuenta cuando los mires: cada uno vale toda la sangre de Cristo.

Mira a Jesús y aprende cuál es la medida del amor, hasta dónde llega, y verás que no hay límite ni medida.

Ama tú hasta el extremo, suda sangre en Getsemaní con él, recorre a su lado el Calvario y sube al Gólgota; con él y con todos los crucificados. Después abrirás los ojos y le verás resucitado.