4º PASCUA-B

sábado, 14 de abril de 2018

22 ABRIL 2018     
4º PASCUA-B

2 comentarios:

Maite at: 16 abril, 2018 12:18 dijo...

En este domingo del Buen Pastor quiero compartir con vosotros una pequeña síntesis de la última exhortación del Papa para la oración-meditación. Para todos los que nos acogemos al cayado del Buen Pastor porque nos sabemos amados y conocidos por nuestro nombre por él. Para todos los que estamos en el redil y queremos que más, muchos más entren en él y sean llamados al proyecto de vida-santidad de Jesús.


Ser pobre en el corazón, esto es santidad
Reaccionar con humilde mansedumbre, esto es santidad.
Buscar la justicia con hambre y sed, esto es santidad.
Mirar y actuar con misericordia, esto es santidad.
Mantener el corazón limpio de todo lo que mancha el amor, esto es santidad.


Miremos a María que vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña.

Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…».

Es la contemplación del rostro de Jesús muerto y resucitado la que recompone nuestra humanidad, también la que está fragmentada por las fatigas de la vida, o marcada por el pecado.

Si no le permites que él alimente el calor de su amor y de su ternura, no tendrás fuego. Y si ante el rostro de Cristo todavía no logras dejarte sanar y transformar, entonces penetra en las entrañas del Señor, entra en sus llagas, porque allí tiene su sede la misericordia divina.

Que toda la Iglesia se dedique a promover el deseo de la santidad. Pidamos que el Espíritu Santo infunda en nosotros un intenso anhelo de ser santos para la mayor gloria de Dios y alentémonos unos a otros en este intento.

Así compartiremos una felicidad que el mundo no nos podrá quitar.

juan antonio at: 18 abril, 2018 18:59 dijo...

LOS CUIDADOS DE DIOS….Y LA DISPOCIÓN NUESTRA
Las lecturas de hoy nos trae el cuidado de Dios como Buen Pastor y así desde la primera lectura se nos habla en Nombre de quien ha curado los Apóstoles al paralitico, en el nombre de quien fue rechazado, Jesús Nazareno; la segunda nos dice lo que somos, HIJOS DE DIOS, de lo que nos somos conscientes porque no lo meditamos hasta meterlo en las entrañas de nuestra alma y vivirlo con gozo, ello nos llenaría nuestra vida de una alegría tal, que aún no manifestándose, debemos saltar de alegría y de paz, la que tanto nos deseó en sus apariciones y cada día en el santo Sacrificio del Altar.
En el Evangelio se nos narra, como nos dice la Hoja, una parte de ese capítulo 10 del Evangelio de S. Juan y veamos en él los cuidados que el Señor tiene con nosotros aún a pesar de nuestras debilidades, nos conoce, nos llama por nuestro nombre, entra por la puerta del redil, estamos en su casa, en la Iglesia, debemos sentirnos protegidos y debemos pedir por esas otras ovejas que no están en el redil, y por ello tenemos que atraerlas con nuestro testimonio, con nuestro acompañamiento, con nuestro buen hacer, no olvidando nunca nuestra actitud misionera en el mundo.
Y en correspondencia a esos cuidados extremos, nuestra respuesta tiene que ser de una disposición tal que como reza el P. Foucauld, de abandonarse hasta aceptar la realización plena de la voluntad de Dios en nosotros, conocerle cada día más y mejor, que nuestra vida se conforme con la suya, cosa que tiene que tener su raíz en nuestro dialogo cotidiano con Él en esa oración sencilla, muchas veces callada como decía Santa Teresa “estabame yo allí con Él”, otras como dice el salterio, al que gritó lo escuchó, simplemente alabándole y dándole gracias porque cada respiración es un acto de amor de Dios, es la vida, su vida y llegar a no vivir, sino que sea Él quien viva en nosotros, como nos dice S. Pablo, ese hombre pequeño de estatura y grande de alma.
Madre de Dios y Madre nuestra, ¡Alégrate, porque Cristo, tu Hijo, ha resucitado!, danos la Paz que Él tanto nos deseó, AMEN