3 FEBRERO
2019
4ºDOM-C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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EL RECHAZO DEL MESÍAS (Lc 4,21-30)
Tras escuchar el anuncio de la salvación y del perdón para todos -incluidos los enemigos-, los paisanos de Jesús se sorprenden de que el hijo de José hable de esa forma. Y piden una prueba: quieren ver un milagro para creer sus palabras. Pero él se niega y les enfrenta con su propia historia. Siguen actuando como en tiempos de Elías y de Eliseo: eran muchos los enfermos y necesitados de Israel, pero sólo los paganos se beneficiaron del poder de los profetas. Lo cierto es que, cuando el corazón no está abierto a la verdad, sobran los argumentos. Ante esa denuncia, la reacción no se hizo esperar: le expulsan de la comunidad con la intención de acabar con él, pero Jesús -con la majestad de un ungido por el Espíritu- camina entre ellos y les abandona. Han perdido su oportunidad.
Hoy el ofrecimiento sigue en pie. Cuando miramos a nuestro mundo, no todo lo que vemos es agradable: la vida parece estar devaluada, el ser humano cuenta menos que los bienes materiales y la riqueza, se han desatado los mecanismos de conquista del poder, aumentan las diferencias entre los hombres y entre los pueblos, crece en muchos lugares el hambre y la miseria, se multiplican los medios de evasión de la realidad... Tal vez alguno piense ¡Qué pesimista! y yo digo ¡Qué triste!
Hoy, más que nunca, necesitamos evaluar nuestros esfuerzos para ver si el mundo que hemos hecho es el mejor de los mundos posibles. Yo creo que nos hemos equivocado en bastantes cosas. Occidente -a lo largo de siglo recién superado- ha vivido tratando de hacer realidad los tres grandes mitos de la edad moderna: el mito del progreso -la felicidad es el resultado del progreso económico-, el mito de la razón -sólo lo razonable es real- y el mito de la inmanencia -Dios es un supuesto innecesario-. Pero ¿cuál ha sido el resultado? La humanidad no remonta la crisis económica en la que vivimos y cuyo signo más terrible -la diferencia entre países ricos y pobres con- sigue creciendo; los planteamientos que tratan de explicar la realidad -los discursos globales- han perdido interés porque se ha perdido la fe en la verdad -Pilatos sigue preguntándose en qué consiste-; y el sentimiento religioso, atacado y menospreciado, o bien se ha fragmentado en mil sectas, muchas de ellas destructoras de la libertad, o bien se ha radicalizado dando lugar a los fundamentalismos con su carga de fanatismo y violencia.
Ha llegado el momento de someter a crítica a los maestros de la sospecha que han dominado el pensamiento a lo largo del pasado siglo. Frente a ellos Jesús de Nazaret sigue anunciando la Buena Noticia: el verdadero progreso humano es interior y conduce a la solidaridad entre todos los hombres; el Reino de Dios se construye sobre el amor, la verdad, la paz y la justicia. Creyentes y no creyentes tenemos la oportunidad de escuchar de nuevo sus palabras -la verdad que encierran-, sin dejar que los prejuicios históricos, filosóficos o culturales nos cieguen.
Francisco Echevarría
Esto de no ser profeta en tu pueblo, en tu casa y entre los tuyos no es nuevo. Y es triste, porque así perdemos lo mejor que tienen y pueden aportar los que están a nuestro lado, su genialidad, sus mejores ideas, su buen hacer… ¿Por qué todos somos mejores, más valorados y estimados fuera de nuestra casa y ambiente, lejos de él? De todas formas ahora no va a ser de otra manera por muchas vueltas que le demos.
Sea como sea necesitamos profetas, en todos los tiempos, antes y ahora, siempre. Que nos despierten, nos interpelen y nos inquieten, que nos pongan en jaque y nos lleven al límite, que nos corrijan y estimulen, que nos despierten y levanten.
Además, te guste o no, quien elige y hace a los profetas es Dios: “Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré…ponte en pie y diles lo que yo te mando” No lo que tú quieres u opinas, lo que te apetece, sino lo que él quiere, que será siempre buscando el bien de quien te escucha o te ve.
¿Cuál es el camino del profeta? El que marca Pablo mirando a Jesús: el amor. Ese que si falta deja sin valor las lenguas de hombres y ángeles, y el mismo don de profecía o el saber y toda la fe. Ese que es paciente, afable, sin envidia, que no lleva cuentas del mal y goza con la verdad. Que disculpa sin límites, y sin límites cree, espera y aguanta. Hasta la profecía acabará, pero su principio y su fin estarán marcados por el amor.
Y no apagues el don de profecía, ni en ti ni en los demás. Agradécelo y favorece a quienes lo tienen y son un don y una riqueza inmensa para la comunidad y para todos. Si no lo haces así estarás apagando el Espíritu.
Del Evangelio que se ha proclamado hoy, Mc 4,1-20, resalto los versículos 16 y 17:
“Otros la reciben como entre las piedras: son aquellos que, al escuchar la Palabra, la reciben enseguida con alegría, pero no tienen raíz en su interior sino que son inconstantes y en cuanto se les presentan angustias y persecuciones por causa de la Palabra, al momento fallan.”
Me he permitido traer a colación estos versículos del Evangelio de Hoy en la reflexión sobre el de este cuarto Domingo, pues creo que refleja la actitud de los paisanos de Jesús y porque no, nuestras actitudes en muchas ocasiones.
Aquellas personas que estaban en la sinagoga el día en que Jesús afirmó que se cumplía la profecía de Isaias, recibieron la Palabra con asentimiento y admiración pero enseguida se preguntaron si Jesús no era el hijo de José.
Es decir, no supieron ver en aquel profeta, cuya fama le precedía y cuyos hechos y gestos le anunciaban como alguien más que ser “el hijo de José”, no vieron más allá, como tampoco vieron que ese Ungido de Dios tenía un campo de acción más grande que el pequeño Israel, que su Reino era un Reino para la humanidad.
Hasta aquí, las actitudes de los contemporáneos de Jesús, pero ¿y nosotros?
Aceptamos a Jesús como lo que era, lo que fue y lo que es, el Dios encarnado, que pasa haciendo el bien, revelándonos el Amor de Dios en su rostro de Padre haciéndonos sus hijos y hermanos de la humanidad de la que vemos a los que queremos ver, amamos a los que queremos amar y ……., porque nos devolverán lo que demos?
Vemos más allá del hijo de José? o estamos tan seco en nuestras raíces que hace que nuestra fe se convierta en meros ritos cultuales que no nos llevan a nada, bueno, a nuestra comodidad, a nuestro conservadurismo, a que las cosas hay que hacerlas porque siempre se han hecho así….. en definitiva a no llenar nuestro corazón con vinos nuevos y generosos, a no tener una mirada limpia y una mano tendida, a ir pasando creyéndonos buenos, sin riesgo alguno, porque el que no arriesga, ese no adelanta ni crece en su persona y en su fe ni hace que otros lo hagan por nuestro negativo testimonio.
Cabría preguntarse si mi actitud de seguidor de Jesús me ha puesto en riesgos, que puede ser riesgo de pasar por beaturrón, porque quizás no demos un completo testimonio de nuestra fe; riesgo de que seamos el centro de la risa fácil del grupo porque no sé dar razón de mi esperanza; riesgo porque me arrugo y no expongo el contenido de mi fe en cuestiones concretas de vida, de economía, de política, de trabajo, de hacer lo ordinario extraordinario, de….., ¿en qué me arriesgo?
Recemos con la lectura de Jeremías viendo en ella nuestra llamada, con la Carta a los Corintios revisando nuestra entrega de amor, si nos hemos quedados siendo niños y si vemos el amor (con todo lo que es y entraña), como lo más grande.
Con el salmista pongamos en práctica nuestra misión:
“”Mi boca contará tu auxilio y todo el día tu salvación”
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN
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