19 MAYO 2019
5º DOM-PASCUA-C
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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COMO YO OS HE AMADO (Jn 13,34-35)
Es costumbre humana hablar mucho de aquello que añoramos o echamos en falta para llenar la ausencia con la evocación y el recuerdo. En base a esto, podemos concluir que en nuestro mundo falta mucho amor. Por eso es siempre nuevo el mandamiento de Jesús: amaos como yo os he amado. No era nuevo entonces, ni lo es hoy, el precepto de amar al prójimo como a uno mismo, pero se presta a error, porque, si uno es la medida del amor a los demás, depende de cómo sea uno para que así sea el amor. Jesús corrige esto y se presenta él mismo como modelo. Ya había dicho en otra ocasión que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por aquellos a los que ama y que el amor de Dios al mundo le llevó a entregarle a su propio hijo. Con este precepto Jesús establece el fundamento del ser y de la convivencia sobre una nueva base: el amor como entrega, el amor absolutamente gratuito y desinteresado. Está proponiendo la utopía.
Tal vez el problema de nuestro mundo y de nuestra cultura sea creer que el amor así entendido es imposible y haber renunciado al mejor proyecto de vida posible. Proponiendo un amor al otro como el suyo, Jesús está asentando los cimientos de un mundo nuevo y mejor. Ignorar o menospreciar su propuesta conduce al miedo o a la huida. Cuando caemos en el miedo, aparece la competen¬cia, la envidia, la mentira, la manipulación, la ira, la división, el sectarismo... Cuando huimos, nos refugiamos en paraísos imaginarios, en placeres que nunca satisfacen y que tantas veces llevan al vacío o la degradación del ser humano. Frente a la cultura del desamor, el cristiano propone la cultura del amor y de la vida, es decir, se empeña en la construcción de un mundo en el que los hombres se sientan y vivan como hermanos y donde el amor sea el valor que inspire todos los proyectos.
Ese amor será el distintivo de los suyos. Esto quiere decir que, cuando la joya del amor se oscurece, no importa que brillen otras alhajas porque todo huele a falso. Pero si el amor está presente, no importa la carencia de otras cosas, porque el amor da autenticidad y sumo valor a todo lo humano por insignifican¬te que sea. Jesús quiere crear un espacio donde el amor exista como una realización de la utopía. Ese es precisamente el signo que ha de identificar a los cristianos en medio del mundo: demostrar que es posible lo que parece imposible: que Dios es padre y que los hombres pueden ser hermanos. En eso radica la gloria del hombre y la gloria de Dios. Y un último detalle que no hay que olvidar: cuando Jesús habla, antes ya ha hecho. No es hombre de discursos, sino de compromisos. Por eso antes de decir lo que hay que hacer, él ha lavado los pies a los suyos para indicar con ello que el servicio es la manifesta¬ción más clara del amor.
Paco Echevarría
La semana pasada nos presentaba el pasaje evangélico, esa especial relación de Dios con los hombres, con los hombres que le seguimos en nuestro caminar, como Dios nos quiere hacer partícipe de su especial relación con el Hijo, siendo el Padre y el Hijo, uno.
Esta semana en el Evangelio podíamos distinguir tres partes, una primera referida a la glorificación del Padre y del Hijo, es decir la manifestación que se producirá en esa glorificación de Hijo en el trono de la Cruz.
Por otra parte nos habla del mandamiento nuevo, del UNICO mandamiento que tenemos los cristianos, amarnos como Él nos amó, ya se olvida lo de amar a Dios y al prójimo, tenemos que amarnos como Cristo nos amó y Cristo nos amó con el único amor que Dios nos ama, de entrega, de servicio, de disposición, de escucha, de hacernos ver cómo es nuestro camino al Padre, con Él, pues sin Él no podemos hacer nada, como Él, amor hasta el final y amor por Él que nos indica el camino, la verdad y la vida.
Hay una tercera parte, “en esto conocerán que sois mis discípulos” y aquí sí que teníamos que ver cada uno, como es ese amor que tenemos empezando por los más próximos hasta el fin de los tiempos y espacio: pero contentémonos con ver qué amor tenemos a los próximos, que como las ondas en el agua, llegaremos más lejos si es que de verdad nuestro amor es como el de Jesús, hacia la Cruz y en la Cruz de cada día.
Esta parte comporta por ello un matiz misionero, pues no podemos nunca quedarnos encerrados sin dar la buena nueva y en esto de hablar, de testimoniar, de expresarnos como cristianos en nuestra vida, entiendo que dejamos mucho que desear, ¿es vergüenza, o tenemos una vida vacía, llena de mundo y sus cosas que no nos deja hacer ver con nuestra vida ese amor como el de Jesús?
Es la semana en que las lecturas nos pone la novedad de la comunidad cristiana, esa comunidad que se va implantando poco a poco y que en nuestro caso tenemos que mirar, como quien mira a los origines y con ello quitarnos el barro de los siglos y quedarnos con lo esencial de qué significa ser cristiano, seguidor de Jesús, amante del Padre que Él nos mostró y ello con la fuerza del Espíritu.
Recemos con el salmista,
“Que todas tus criaturas te den gracias,
Señor, que te bendigan tus fieles;
Que proclamen la gloria de tu reinado,
Que hablen de tus hazañas”
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra ayúdanos a amar como tú amaste, a decir que sí como tu dijiste sí al programa de Dios para la salvación del mundo, AMEN
Ningún partido político y ninguno de sus líderes tiene en sus manos el poder de hacer una sociedad nueva, libre de la opresión, la desgracia y la desigualdad, el llanto y el dolor. Pero cada uno de los cristianos y discípulos de Jesús tenemos mucho que hacer para conseguirlo. El camino es amarnos unos a otros como él nos ha amado.
Un amor que libera al otro, que da la vida y se pone al servicio, que cura y llena de alegría, que perdona y restaura. Un amor como el de Jesús. Un amor que nos hace reconocibles a los ojos de todos como hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Un amor así invita y atrae, mueve corazones, evangeliza más que muchas y hermosas palabras. Llega y convence a todos.
Apuesta todo en tu vida a ese amor y tu camino dará un giro radical, tu carácter se transformará y darás lo mejor de ti allá donde estés. Te exigirá un olvido total de ti, un auténtico despojo de tantas cosas que creías importantes, pero merece la pena. Nada te asemejará tanto a Jesús como amar a su manera.
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