ASCENSION-C

sábado, 25 de mayo de 2019

2 JUNIO 2019
ASCENSION-C


4 comentarios:

Paco Echevarría at: 25 mayo, 2019 08:57 dijo...

A LO MÁS ALTO (Lc 24,46-53)


San Pablo, explicando el misterio de Cristo a los filipenses, lo presenta como un movimiento de humillación, una especie de descendimiento desde lo más alto -la condición divina- hasta lo más profundo -la muerte en la cruz-, seguido de un movimiento inverso, ascendente, hasta alcanzar de nuevo la cumbre. Responde esto a una experiencia humana fundamental según la cual sólo cuando se toca fondo se comprende que el único camino es hacia arriba. Esta ley de vida tiene su complemento en la contraria: todo lo que alcanza el cenit inicia su propio ocaso. Esto es algo que no deberían olvidar los grandes de este mundo, pues la historia llena de hombres que lograron grandes imperios de los que sólo quedan restos arqueológicos. No hay grandeza humana que resista el tiempo.

El descendimiento de Cristo de lo divino a lo humano fue visto como un acto de humildad y su ascensión como un triunfo. No suele ocurrir así en el mundo de los hombres, donde el descendimiento es -habitualmente- un proceso de perversión y autodestrucción. Tocar fondo significa -las más de las veces- sentir que se ha desdibujado casi por completo lo divino en nosotros. Por eso la subida sólo es posible de la mano de uno más fuerte y no es mérito ni triunfo personal, sino gracia y salvación.

La ascensión de Cristo significa, para los cristianos, que Dios ha descendido a lo más profundo para tomar en sus brazos todos los espíritus y elevarlos consigo hasta el lugar previsto en su designio. Éste es el concepto cristiano de salvación frente a otras religiones que lo entienden como resultado del esfuerzo humano. Para ellas, la salvación consiste en conquistar el mundo de los dioses y llegar a ser uno de ellos. Las más elevadas proponen la verdad y la rectitud moral como el camino más adecuado para lograrlo. En el cristianismo, por el contrario, la salvación es un don que Dios concede a todo el que lo acepta. El camino es la fe y la confianza en él. La verdad y la rectitud moral sólo son una indicación de que se avanza por la senda verdadera.

Había sido anunciado en la Escrituras que el Mesías iba a morir y resucitar y que se predicaría en su nombre la salvación y el perdón de los pecados a todos los hombres. Perdón y salvación van siempre unidos. Gracias a ello, se asientan los cimientos de la esperanza cristiana. La resurrección de Cristo significa que estamos llamados a la plenitud. Su ascensión al cielo completa la idea afirmando que esa plenitud es para siempre. Por ellos nos hace sentir una serena nostalgia de la patria definitiva y alimenta en nosotros el deseo de alcanzar la gloria de nuestro único y verdadero Señor. La seguridad de la meta hacia la que caminamos da sentido al camino que recorremos y da ánimo en la lucha sobre todo en los momentos de mayor oscuridad. Sólo quien sabe a donde va acierta en la elección del camino. Y sólo quien tiene una razón lo recorre completo.

Francisco Echevarria

juan antonio at: 27 mayo, 2019 08:43 dijo...

…SE SEPARÓ DE ELLOS…
Esta semana contemplamos la Ascensión del Señor a los “Cielos”, es decir la plenitud de la vida con el Padre en la fuerza del Espíritu, es cerrar el ciclo que estaba en el plan de la salvación de Dios para la humanidad y que un día llegará para nosotros en el que también seremos separados de nuestros seres queridos en la forma y tiempo que Dios nos tenga asignado.
¿Se ha separado Jesús de los suyos, de los de entonces y de los de hoy?.
Si entendemos bien, Jesús se ha separado pero nunca nos ha dejado, “yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”, nos dice en Mateo y nos dejo su memorial por el que se hace presente, tenemos su Palabra que nos hace ser templo de Dios porque hace morada en nosotros. Cristo no deja a quien le ama siguiendo su Palabra, su Vida en nuestra vida.
En la primera lectura leemos “y apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios”.
Los relatos de las apariciones no nos han dejado estas conversaciones de los apóstoles con Jesús, pero Lucas, se produjeron y esto se deja ver en el primero versículo del Evangelio “Y, entonces, les abrió sus inteligencias para que comprendieran las Escrituras”, es decir todo lo que de Él se había escrito y todo lo que Él nos habló, por ello hoy como siempre podemos tener esas conversaciones ante el Sagrario en cuyos momentos de intimidad llegaremos a paladear su Palabra, su presencia ante nosotros y en nosotros, son ratos de ese tu a tu sin interferencia de nada en ese silencio del alma en alabanza y acción de gracias.
“Vosotros sois testigos de estas cosas”, no podemos dejar nunca la misión evangelizadora a que está llamado todo seguidor de Jesús, nuestro testimonio de palabra y obra, valiente ante tanto barullo de comunicaciones de toda índole, que hace que posiblemente tengamos ¿miedo?, más bien inseguridad, desconcierto, decepción; pero si, como decíamos la semana pasada, miramos a Dios con plena confianza, nuestra paz será la paz de Dios y si tenemos a Dios ¿a quién temer?
Y los discípulos volvieron a Jerusalén y estaban en el templo alabando a Dios, nos dice el Evangelio y los Hechos en los versículos siguientes a los de hoy, nos dice que permanecieron en oración, lo que puede parecer divergencia, pero la alabanza es una oración y con ella empieza la Iglesia, la primera comunidad en la que no solo están los once, sino algunas mujeres, la madre de Jesús y sus hermanos, hasta la llegada del Espíritu prometido.
Ahora y siempre debemos preguntarnos, sobre nuestra consideración de miembro de la Iglesia, qué es para nosotros formar parte de una determina comunidad, una determinada Parroquia, qué hacemos por ella, ayudamos, nos ponemos a disposición de nuestro pastor, que sentido de Comun-idad tenemos?, ahí lo dejo para que cada uno reflexionemos sobre ello, pero no olvidemos nunca el detalle de que la Iglesia nace y se hace orando.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a sentirnos hijos de Dios, hermanos de tu Hijo y llenos de Espíritu Santo, AMEN

Maite at: 30 mayo, 2019 17:51 dijo...

Jesús se va, pero se queda: si alguno me ama… y nos envía el Espíritu Santo para que nos recuerde todo lo que ha dicho y hecho. Somos testigos privilegiados llamados a ir, a salir y dar testimonio de nuestra experiencia de Cristo resucitado para que la salvación y el amor de Dios lleguen a todos.

Somos hombres y mujeres bendecidos llamados a ser, allí donde nos encontramos, una bendición. Unos pies que anuncian la buena noticia de Jesús, que vive entre nosotros y que sigue pasando haciendo el bien y llamando a hombres y mujeres para hacer de ellos pescadores de hombres. Manos que sanan y fortalecen lo que tocan. Labios que bendicen y cantan las maravillas de Dios. Corazones que laten al unísono en una fraternidad de servidores.

En la Ascensión de Jesús no faltan unos ángeles que nos invitan a no quedarnos plantados mirando al cielo. Somos discípulos misioneros, seguidores del Maestro, y hay mucho que hacer en este suelo. Porque él está vivo y muchos todavía no lo saben.

Vicente at: 31 mayo, 2019 21:31 dijo...

Jesús acaba de decirnos que, si le queremos, no debemos estar tristes puesto que va con el Padre.

Hay dimensiones más allá del espacio y del tiempo que la ciencia todavía no ha descubierto y la inteligencia humana aún no conoce.

Jesús nos ha asegurado recientemente que va a prepararnos moradas, algo que sí retuvo la atención de Santa Teresa.

También nos abahó al Espíritu Santo que está aquí constantemente igual que la Providencia Divina.

No tenemos que entender la Ascensión como la subida de un globo y adiós. La obra de Cristo en y entre nosotros continúa; de hecho las últimas palabras del Evangelio de San Mateo son:

Yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.

Por eso este domingo proclama que, quienes contemplaron la Ascensión, se fueron contentos y es así como debemos estar nosotros.