DOM 31-C

sábado, 26 de octubre de 2019

3 NOVIEMBRE 2019

DOM 31-C

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 26 octubre, 2019 08:52 dijo...

ZAQUEO (Lc 19,1-10)

Zaqueo es una buena expresión de lo que significa convertirse en un hombre nuevo. El evangelio comienza diciendo que era jefe de publicanos, es decir, jefe de recaudadores de impuestos, y que era rico, que es tanto como decir que no había perdido el tiempo. Para comprender el alcance de esto hay que saber cómo funcionaban las cosas. Roma subastaba los impuestos de una zona. El que lo conseguía le pagaba lo que ella consideraba necesario. Para garanti¬zar el cobro, ponía a disposición del recaudador al ejército y éste, para cobrar, no dudaba en hacer uso de la fuerza y de cargar la mano. Lógicamente el pueblo los consideraba unos ladrones y unos traidores. No era de extrañar que la gente no quisiera nada con ellos.

A pesar de todo, Zaqueo quiere ver a Jesús, quiere conocerlo. Es curioso que sea la gente que rodea a Jesús, la que está más cerca de él, la que le impide verlo. A veces puede ocurrir que los más cercanos a Cristo impidan que los extraños lo vean. Pero este hombre, bajo de estatura, no se desanima ante las dificultades, sino que se las apaña para conseguir lo que pretende. Estudia hacia donde se dirige y se sube a un árbol de la zona para verle desde arriba. A veces uno tiene que retirarse de la gente y subirse a un lugar alto para poder ver las cosas bien.

Jesús, al pasar junto a él y verle así, comprende el interés de aquel hombre y le habla. Le llama por su nombre. Esto significa que le conoce y sabe lo que es. A pesar de ello, cree necesario quedarse en su casa. Zaqueo no podía ni pensar en aquello. Jamás a un publicano se le hubiera ocurrido invitar a un rabí, a un maestro. Cualquier judío hubiera considerado eso una ofensa. Por eso bajó inmediata¬mente y lo recibió encantado. Supone-mos lo que ocurrió en el corazón de aquel hombre. Acostum¬brado a ser evitado y desprecia¬do por todo el mundo, sin amigos y sin otro consuelo que su dinero. De pronto el rabí de Galilea quiere hospedarse en su casa. En realidad no era él el que acogía a Jesús, sino Jesús quien le acogía a él.

La reacción de la gente es la de siempre: murmura, critica, no entiende lo que está pasando. Zaqueo, por el contrario, está viviendo una verdadera convulsión interior: primero fue la sorpresa y la ale¬gría, luego la acogida del Maestro en su casa y, finalmente, el gesto que expresa el cambio que se había dado en él: entrega la mitad de sus bienes a los pobres y con la otra mitad va a devolver lo que haya cobrado injustamente.

Son varias las lecciones que se desprenden de este encuentro. La primera es que, cuando una persona se encuentra con Jesús, cambian sus intereses, sus valores, su modo de entender la vida. Unas cosas dejan de tener valor y otras, que no lo tenían, comienzan a cobrar importancia. La segunda lección es que la libertad tiene un precio. Para conseguirla hay que pagar un rescate: Zaqueo se deshizo de su dinero porque era eso lo que tenía atrapado su corazón. Tú verás, en tu caso, qué es lo que te ata. La tercera lección viene de parte de Jesús: una vez más demuestra que está por encima de los prejuicios sociales y se interesa por la persona concreta que tiene ante sí. Él ha venido a salvar lo que está perdido.

Vicente at: 29 octubre, 2019 10:03 dijo...

El Evangelio de este domingo habla de mí: Yo soy Zaqueo, un pecador que no tiene la estatura de corazón para ver bien a Jesús y ha sido Él, miles de veces, quien me ha mirado, me ha llamado y ha venido a mi casa.

Por muy pecadores que seamos, debemos tener Esperanza en la Misericordia de Dios.

Jesús no vino a curar a los sanos sino a los enfermos: enfermos de vanidad, de egoísmo, de los siete pecados capitales y de desprecio mundano por el prójimo, por la Iglesia y por confesarme públicamente cristiano, es decir: amado por Cristo hasta el punto de dar su Vida por mí y por otros millones de Zaqueos como yo.

Propongo que este domingo, tan cercano al día en que recordamos a nuestros seres queridos y tenemos la obligación de rezar por ellos, es cuando vemos que todos tenemos nuestro día y nuestra hora; pidamos a nuestra Santa Madre que nos ayude a crecer en Fe, en Esperanza y en Caridad.

Todo lo demás: se nos dará por añadidura.

Como decía Santa Teresa: “Sólo Dios basta”

Vicente Barreras,

Maite at: 29 octubre, 2019 15:01 dijo...

El Dios del libro de la Sabiduría es el de Jesús: el que se compadece de todos y busca, con paciencia infinita, el arrepentimiento del que peca; el que ama todo lo que ha hecho; el que perdona a todos porque todos son suyos, porque es amigo de la vida y en todas las cosas está su soplo incorruptible. Por eso corrige poco a poco a los que caen buscando que se conviertan y crean.

Y se nota en la historia de Zaqueo, un pecador oficial por el que nadie daría un duro (perdón, dos céntimos de euro) Pero algo había dentro de Zaqueo que le impulsaba a ver a Jesús y a esforzarse, hasta la anécdota, para conseguirlo. Nadie le exigió un cambio de conducta y reparación de sus pecados. La autoinvitación de Jesús para hospedarse en su casa bastó para ello. Un encuentro que, seguro, sobrepasó todas sus expectativas. Algo habría oído él del Maestro para saber que reparar el daño causado con su pecado era el mejor convite que podía ofrecerle.

Zaqueo, que experimentó en carne propia que el Hijo de Dios ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido; que acogió, como nosotros en cada Eucaristía, a Jesús en su casa, se distinguió después, qué duda cabe, por su acogida a los pecadores, su paciencia y su compasión con ellos. Por no desesperar jamás de la misericordia de Dios con sus hijos más perdidos y no negar jamás la suya.

Zaqueo se convirtió, seguro, en un hombre nuevo de cuyo corazón brotaba, cada mañana, la oración del salmista: Bendeciré tu nombre por siempre jamás, Dios mío, mi Rey.

juan antonio at: 30 octubre, 2019 08:43 dijo...

BUSQUEDA Y ENCUENTRO
El Evangelio de esta semana nos trae una historia, parábola, comparación o hecho real, los entendidos lo dirán, que lleno de belleza nos interpela nuestra actitud con Jesús.
Zaqueo hombre pecador público, por así considerar la sociedad a todos los colaboracionistas y en el presente caso, pecador porque así se reconoce él, al considerarse un extorsionador de los pobres a los que les cobraba los impuestos, es un excluido, “ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”, decía la oficialidad de la religión o simplemente el pueblo que iba de “sobrado”, como el fariseo de la semana pasada.
Zaqueo ha oído hablar de Jesús, pero él quiere verlo, saber quién es, que dice, que hace, pero los arboles no le dejan ver, porque es pequeño, pero busca, se las ingenia, lucha contra su pequeñez y allá está encaramado en la higuera y se produce el dialogo de las miradas, Zaqueo no habla, Zaqueo no pronuncia una sola palabra, Zaqueo mira y se encuentra la mirada de Jesús que le dice baja que HOY tengo que alojarme en tu casa, se da el encuentro, se ve el inicio de la salvación, sencillamente porque ha buscado.
Hoy la sociedad está desconcertada, la persona no acierta con su vida, y va por unos derroteros de ansiedad en alcanzar el poder, el dinero, la influencia, el tener y más tener, pero muchas veces hace un parón y se dice, nos decimos, ¿a dónde voy?, ¿qué busco? ¿qué quiero?
Y algo de esto le debió de pasar a Zaqueo, de ahí su interés en ver a Jesús y lo busca y lo encuentra y viene la salvación, HOY quiero alojarme en tu casa, hoy ha venido la salvación: hoy y ese hoy es también para estos momentos que vivimos porque ese Reino que Jesús anunciaba, empieza HOY, no hay que esperar a mañana, en este HOY tenemos que llevar la dignidad a las personas excluidas y marginadas, aún en este caso que el personaje es rico, pues Jesús no condena la riqueza, condena su uso, nuestro abuso, y nuestro olvido de la función social de los bienes, HOY ha sido la salvación de esta casa porque también este es hijo de Dios.
No seamos cumplidores de normas muertas, no vivamos acogidos a códigos, tratados y rollos de leyes que no conducen a nada, vivamos el Dios de Jesús, que como dice la compañera de hoja, es el rostro del Padre que Jesús vino a mostrarnos, al Padre que llega primero, que nos abraza y no pregunta, que nos acoge, nos espera, como dice el libro de la Sabiduría y rechacemos de nuestra mente toda crítica y maledicencia.
Estemos en oración contemplando la maravilla que Dios nos regala cada día con su Palabra y el Domingo, su día, estemos un rato mayor a los pies del que nos trae el rostro amoroso del Padre con la fuerza del Espíritu que ora por nosotros, solo quiere que le abramos nuestro corazón, “mira que estoy a tu puerta y llamo….” (Apcl.)
Abramos esa puerta que puede que cueste trabajo por el moho acumulado de no abrirla frecuentemente.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN