3ºADV-A

sábado, 7 de diciembre de 2019

15 DICIEMBRE 2019
3ºADVIENTO-A


4 comentarios:

Paco Echevarría at: 07 diciembre, 2019 18:53 dijo...

EL QUE HA DE VENIR (Mt 11,2-11)

Tras hablar –los domingos anteriores– de la necesidad de vigilar para descubrir la importancia del momento que vivimos y la urgencia de volver el corazón a Dios, la liturgia nos recuerda la necesidad de ofrecer signos que acompañan a la conversión y, por ello, a la salvación. Éstos son siempre signos de liberación. Jesús –en la respuesta que da a Juan– hace referencia a diversos textos de Isaías de contenido similar a la profecía que se aplicó a sí mismo en Nazaret: los ciegos ven y los cojos andan; los leprosos quedan limpios y los sordos oyen; los muertos resucitan y se anuncia la Buena Noticia a los pobres.

Decía Martín Buber –creo que en los 70– que vivimos un eclipse cultural de Dios –no un ocaso–, un oscurecimiento de la luz del cielo porque impide que llegue a nosotros. Es como si el mundo quisiera vivir ajeno a lo divino, de espaldas a la transcendencia, en una especie de alejamiento de lo sagrado. Lo cual no es precisamente una suerte, porque cuando no se cree en Dios, se cree en cualquier cosa. La razón es que la existencia no es soportable sin el espíritu, sin conectar con la fuente de la vida. La proliferación de sectas y grupos religiosos o pseudo-religiosos, en pleno eclipse de lo divino, no es sino una manera de llenar el vacío creado. El reto que la vida plantea hoy a los creyentes es mostrar al mundo la salvación, algo que sólo es posible con los signos que la acompañan. Ésa es la única manera de que el ser humano entienda la grandeza de lo que se le ofrece. Sólo así será posible que el alba del milenio sea también el alba de la apertura de espíritu a lo divino. El mundo de hoy reclama a los discípulos de Jesús de Nazaret que muestren los signos que acompañaron el primer anuncio.

Juan Bautista preguntó: ¿Eres tú el que ha de venir? Nosotros oímos en nuestro tiempo una pregunta similar: ¿Dónde está el que ha venido? ¿Quién ha recogido su herencia? ¿Quién continúa su tarea? Hay un profeta –sin nombre ni rostro– que nos hace cada día esas preguntas a los creyentes. La respuesta que hemos de dar no son palabras, sino gestos; no es doctrina, sino compromiso; no es teología, sino vida.

Vivimos en el tiempo de los milagros, no porque estos existan, sino porque se han hecho necesarios. Me refiero a los milagros del amor auténtico: que vean la luz los ciegos, que puedan caminar los cojos, que los leprosos queden limpios, que los niños puedan nacer, que los ancianos puedan morir rodeados de ternura, que se dé trabajo a los parados, que se pueda pasear sin terror, que no sea necesario buscar comida en los contenedores de basura ni dormir debajo de cartones, que la mujer no sea maltratada, que el inmigrante sea acogido... Vivimos el tiempo de los signos -el tiempo de los milagros- porque sobran las palabras ¡y las promesas! Con el eclipse de Dios cae la noche sobre la tierra y el ser humano deambula perdido en la oscuridad. Sólo amanecerá, si despunta de nuevo en el horizonte el amor.

Pero no creamos que la situación actual es un reto sólo para la Iglesia. Quienes han recibido del pueblo el poder para remediar sus males –los del pueblo, no los suyos propios o los de su partido– tienen ante sí un dilema de conciencia: o se convierten en matronas de un mundo nuevo y mejor o en saturnos celosos de ese poder que no dudan en devorar a sus hijos. ¡Dejaros ya de tonterías y de pelearos entre vosotros y emplead vuestro tiempo, energía y sabiduría en luchar juntos contra los problemas hasta hallar una solución! Para eso os ha elegido el pueblo y para eso os paga vuestros sueldos.

Maite at: 10 diciembre, 2019 14:13 dijo...

Seguimos allanando y preparando caminos al Señor que viene. En nuestro propio corazón y a nuestro alrededor. Y la unión con él nos empuja y lleva a realizar sus mismas obras; a ser sus ojos, sus manos, su boca, sus pies.

Por eso, a nuestro lado o en nuestra compañía, nadie puede permanecer en la oscuridad, sin poder caminar o sumidos en la tristeza y la amargura. Porque el que es de Jesús es luz, calor, apoyo y consuelo,
misericordia y paz; de pensamiento, palabra y obra, sobre todo de obra.

Somos también los que, como apunta la hojilla, hablan bien (bendicen) del compañero, aunque camine por distintos senderos y no alcance a comprender del todo la novedad del Evangelio. Lejos de nosotros la crítica, la queja, la calumnia, la protesta por los modos diferentes de los hermanos.

Y sobre todo permanece pequeño, uno de esos a quienes les son revelados los misterios del Reino por pura gracia, no por méritos ni brillantez personal. No te escandalices del Señor; responde sí, como María, una y otra vez, aunque no sepas cómo se van a realizar las maravillas de Dios en tu día a día.

Pon tus ojos en los amigos de Dios y aprende de ellos a tener paciencia, la resistencia y resiliencia propias de los que caminan en fe, esperanza y amor.

Tu Dios es fiel, vela por los pobres y pequeños a través de ti, y junto a él y en su presencia solo caben el gozo y la alegría.

juan antonio at: 10 diciembre, 2019 18:39 dijo...

LA DUDA
Estamos proclamando el Evangelio de Mateo, que escribió para una comunidad de cristianos procedentes de la comunidad judía y por ello eran personas que esperaban el Mesías, pero un Mesías que a pesar de las profecías, se había desvirtuado con el tiempo y lo que querían era un libertador, que le quitaran el yugo del invasor y le trajera riqueza y prosperidad y Jesús, no era nada de eso, era, fue y es lo que estaba profetizado por Elías y proclamamos en la primera lectura, sanación y anuncio del Reino a los sencillos y humildes.
En este ambiente, era lógico que Juan, a pesar de lo que había vivido y después oído de Jesús, tuviera duda, será o hemos de esperar a otro y envía a sus discípulos.
La duda es el estado de ánimo que se nos crea ante la decepción que provoca en nosotros el hecho de que las cosas no salgan como queremos, como nos habían dicho, como nos habían hecho ver: nos prometen una cosa y vemos otra y esto nos pasa en nuestra vida en muchos aspecto de la misma, no solo en el religioso, en el que muchas veces decimos pero como puede ocurrir esto, como puede Dios permitir esto, como…… y cargamos sobre Dios lo que es obra de los hombres, de la naturaleza viva, de los llamados fenómenos naturales, como designamos a tales circunstancias y sencillamente dudamos, nos aturde las circunstancias, nos agobia los sucesos y vicisitudes de la vida y de los tiempos.
Pero la duda no es para quedarse en ella, sino para que salgamos de ella fortalecido porque hemos encontrado no la solución de las cosas, sino la aclaración de las mismas, hemos encontrado la mano amiga, el consuelo, el acompañamiento y como en el presente caso, dichosos seremos si no nos escandalizamos de ser lo que somos, seguidores de Jesús, si no nos escandalizamos de Él, que nos dice quien es y qué dice y hace.
Somos sus seguidores y esto nos obliga a seguir sus pasos, sus pasos en la sanación del hombre/mujer, en devolverles la dignidad que Dios nos dio a toda la humanidad como hijos suyos que somos, en proclamar su Palabra con la nuestra y nuestro testimonio, sin avergonzarnos por ello como parece que hacemos muchas veces en las que no sabemos cómo hacer frentes a esos chistes fáciles, a esas palabras de catorce sentidos, a esa burla encubierta o no sobre Dios y los que proclaman su fe en Él.
Tenemos que ser valiente, como Juan que no se acobardó ante aquellos que iban a ver qué pasaba en el Jordán, no a confesar sus pecados y bautizarse, sino a husmear por temor a que el tinglado del templo se viniera abajo, como se vino y no porque Juan los pusiera en solfa, como ellos temían.
Hay seguidores de otras confesiones que en dar públicamente testimonio de su fe, en hablar de lo que ellos consideran su fe, nos dan ejemplo, pues aun no he visto a alguien que se llame católico ir de casa en casa o por las calles, dando razón de su fe y en esto nos escandalizamos de Jesús, en definitiva, somos cobarde.
Nuestro testimonio tiene que ser palpable ante los hombres y mujeres de nuestro tiempo, sobre todo de los jóvenes, pues si no ven el Evangelio hecho vida, no pidamos milagros, porque no nos va a tocar nunca esa lotería de que veamos nuestros templos llenos de personas con ansía de Dios, pues no hemos comprado ningún numero, pues nuestra vida está vacía.
Es tiempo de cambio, de ver qué quitar y que poner, no está todo perdido, ¿seremos el actual “”resto de Israel”” del que surja la vuelta a Dios de la Humanidad dolorida?
Cantemos, gritemos, VEN SEÑOR, NO TARDES, aquí estoy para hacer tu voluntad.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Señora de la espera y la esperanza, ayúdanos a decir AMEN

Vicente at: 11 diciembre, 2019 21:50 dijo...

En la esgrima dialéctica yo sé cuándo algo es bueno por dos motivos y no necesariamente vinculados:

El primero: si me fastidia que no haya sido a mí a quien se le haya ocurrido una frase determinada dentro del contexto.

El segundo: no tener argumentos con (aculeus) en los epigramas de Marcial en latín: aguijón en español, para responder.

Esta semana, un anticristiano practicante, para herirme, me contó públicamente este ¿chiste?.

¿Sabes por qué los curas no llevan sotana ni distintivos? Para que los menores no sospechen y huyan.

Me dolió lo que te ha dolido a ti; pero en primera persona y con gente delante que rieron a carcajadas.

Pensé en responder que es algo excepcional, que la primera que persigue esas maldades es la propia Iglesia o lo que hubiera dicho cualquier cardenal bien cebado de esos que viven en un Palacio: eso no es nada comparado con el sacrificio de miles de misioneros y mujeres consagradas que penan por todos en un convento de clausura. Pero no fue eso lo que le espeté sino algo parecido a esto otro:

Yo he estudiado filosofía en la Facultad de Letras de la Universidad Pública de Salamanca y Filosofía del Derecho en la Facultad de Derecho de la misma Universidad así que estoy en condiciones de reconocer deportivamente tu ingenio al que no voy a responderte con el florete que se merece, simplemente te felicito por tu audacia en la abstracción porque a ti sólo te enseñaron filosofía y a pensar en abstracto los curas.

Digo esto porque me duele que los religiosos no lleven distintivos reconocibles para todos y luego se quejan de que, en una sociedad de la imagen, como la que vivimos, no haya vocaciones y la gente esté dejando de ir a Misa.

Digo esto porque este domingo es el Domingo de Adviento de Gaudete: de alegría.

Los colores que visten en Misa los celebrantes son:

· El blanco para las fiestas 'más puras' ...

· El rojo para las fiestas en que se derrama la sangre de Cristo. ...

· El verde esperanza para el día a día. ...

· El morado en Adviento y Cuaresma, por humildad. ...

· El rosa pálido el domingo de Gaudete como símbolo de alegría dentro de un tiempo de humildad.

· El azul claro para la fiesta de la Inmaculada Concepción. ...

Según el Derecho Canónico, una de las asignaturas que estudié, para los consagrados, ir de paisano es una excepción y no algo habitual ni aconsejable.

El Domingo pasado no se vistió de Azul y dudo mucho ver el rosa pálido en el que viene.

Si nosotros mismos nos traicionamos en lo visible ¿qué podemos esperar y, menos, exigir, a los demás?

¿ … y nos extraña que en Evangelio de este Domingo, el mismo Juan, el que bautizó a Cristo en el Jordán diga: “¿Eres Tú el que tenía que venir?” Mateo 11, 3?

… y la respuesta de Jesús debería ruborizar a los que no sacamos pecho como cristianos: sotanas, hábitos etc:

“ Bienaventurado el que no se escandalice de mí ” Mateo 11, 6

Vicente Barreras,