5 ABRIL 2020
DOM-RAMOS-A
Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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EL REY HUMILDE (Mt 21,1-11)
Ya lo había dicho el profeta: “Mira a tu rey, que viene a ti, humilde, montado en un asno”. Con ello quería significar que el Mesías no era hombre de guerra, sino hombre de paz. Jesús pone en escena la profecía y entra en la ciudad, no cabalgando como un conquistador blandiendo la espada, sino montado en un asno y agitando palmas y ramos de olivo, para decir a la ciudad de Jerusalén -la que había de pedir su muerte- que en su corazón sólo había paz.
La imagen de Jesús como un humilde rey de paz contrasta con la realidad que vivimos en estos años de inicio del milenio. La guerra -abierta o solapada, en los campos de batalla o en la intolerancia de la vida ordinaria-, el terrorismo, la violencia doméstica... siguen siendo -para desgracia y vergüenza de un mundo que se llama civilizado- una triste presencia en nuestra vida. Sobre una tierra cargada de violencia avanza humilde la figura del profeta de Nazaret sin que los hombres presten atención a su voz. Nos llegan noticias e imágenes estremecedoras y no logramos entender -ni creo que pueda entenderse- por qué los hombres nos enfrentamos y hacemos violencia unos contra otros. Palabras como tolerancia, solidaridad, respeto, diálogo, acuerdo, ayuda... suenan mucho, pero la realidad que expresan cuenta poco.
Cuando un hombre pone una bomba en su supermercado para matar a no sabe quien ¿qué cree estar demostrando con ello? ¿Cómo silencia la voz de la conciencia? ¿A qué mundo aspira? ¿Cómo puede alguien pensar que la violencia sea el cimiento de algo? ¡Sólo de la ruina! Cuando un grupo de hombres planea la eliminación de otro grupo ¿a dónde pretende llegar? ¿Cómo es posible que el odio llegue a endurecer el corazón ante el miedo y el llanto de un niño o de un anciano? ¿Qué peligro puede haber en ellos? Son preguntas para las que no hay respuesta.
Es tiempo de calvario el tiempo en que vivimos y, por ello, bien pertrechados de esperanza, anhelamos el amanecer del domingo de Pascua, cuando el sepulcro reviente y la vida se levante para siempre. Pero antes habrá que pasar por el silencio del sábado y meditar nuestros errores a la luz del mandato del amor. Jueves, Viernes y Sábado forman una trilogía bien trabada: entrega, sacrificio y reflexión -amor, renuncia y sinceridad- jalonan el camino hacia el alba de la resurrección.
La comunidad cristiana por su parte ha de disponerse a cargar con la cruz del testimonio y de la fidelidad en un mundo que, por no compartir los ideales del Nazareno, se va a situar muchas veces frente a ella. No esperemos que quienes crucificaron al Maestro vayan a aplaudir a los discípulos. Mal signo sería.
DOMINGO DE RAMOS 5.4.20
Estamos en el primer día de la Semana Grande, en la que viviremos la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, la primera proclamación de la Pasión del Señor, la correspondiente al ciclo, en los días siguientes Jesús en el templo y el triduo pascual, el centro de nuestra fe, que empieza en un humilde portal, en un humilde establo y termina, pasando por humillante Cruz, en la Resurrección.
Primera proclamación de la Pasión de nuestro Señor, según S. Mateo.
Ante el misterio de la Pasión, de la Cruz, como veremos después en la Resurrección, solo cabe la admiración y su aceptación desde la fe que nos fue dada y que hemos ido cultivando con nuestras luces y sobre todo nuestras sombras.
La pasión de Jesús la tenemos que vivir desde el amor, como Él la vivió, dejándonos de cábalas sobre por qué y para qué murió Jesús, dejando de lado que era o no voluntad del Padre, vivámosla hoy y siempre, porque la pasión de Jesús y la nuestra es de todos los días, de siempre, con amor.
Jesús fue a la Cruz, primero porque estorbaba a la cúpula institucional y por otra parte porque su anuncio del Reino de Dios, lo tenía que hacer hasta el final, y esa era la voluntad del Padre y ese final llevó consigo la muerte en Cruz.
Tanto fue su amor que no renunció a cumplir la voluntad del Padre, de hacer y proclamar el Reino para llevar a la humanidad a la grandeza de hijos de Dios, ahí está, según entiendo, la Pasión y Muerte de Jesús, nuestro Señor y desde ahí, desde el amor tenemos que vivir, no ver, sino vivir esta semana santa, especial para unos y dolorosas para otros por la irregulares circunstancias que estamos pasando, pero como decía en un artículo del 29 de este mes José María Castillo, “”esta semana santa, solo con el Evangelio””, y yo añado, que esta manera de vivir la semana santa tiene que ser siempre, siempre, con el Evangelio, lo demás es añadidura que es buena pero que, solo en el añadido, no es semana santa.
Esa implantación del Reino, esa revelación del rostro de Dios, nos tiene que alegrar, pues a Dios nadie le ha visto, pero a Jesús si le vieron y le vemos, tenemos su palabra y sus gestos, su vida, revelación que como le mostró a Felipe, “”el que me ve a mí, ve al Padre””, qué más podemos pedir, sino luchar por llevar a la humanidad el Amor del Padre, que no es otro que el Amor por los hermanos y cuando miremos la Cruz, cuando miremos al Crucificado, comprenderemos que es el Hijo de Dios, que “”Yo soy”” y atisbaremos a comprender nuestra salvación, pero miremos al que levantaron, al Crucificado y quedaremos sanos.
En este sentido, la Pasión es redentora, es salvadora, y corregidme si estuviera equivocado.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a vivir la Pasión de tu Hijo, para que podamos vivir la nuestra, a contemplar a tu Hijo Crucificado, para que podamos llevar nuestra cruz y seguirle, como Tú, hasta el final, AMEN
Tiempos de pasión y cruz son estos en que nos encontramos, y de muerte para muchos, demasiados, de los nuestros. Tiempos de incertidumbre, de zozobra, sobre el mañana que traerán. Y tiempos también de esperanza, de sabiduría, de lucha y valor. De caminar y hacer camino juntos.
Estos días no tendremos el consuelo de nuestras procesiones, nuestras eucaristías... y sus cantos, signos y gestos no despertarán en nosotros lo de antaño. Estos días nuestra fe se acrisola y se asienta sobre otras certezas que han quedado oscurecidas otras veces: somos adoradores en espíritu y verdad, somos templos vivos del Señor, sacerdotes que inmolan sus propias vidas en el altar de cada día.
Quiero compartir con vosotros una poesía escrita por una carmelita de Antequera, la hermana Lucía. Os gustará. Dice así:
Si sabrá la Primavera
que la estamos esperando...
Si se atreverá a cruzar
nuestros pueblos despoblados,
colgando en nuestros balcones
la magia de sus geranios.
Si dejará su sonrisa
esculpida en nuestros campos,
pintando nuestros jardines
de verde, de rojo y blanco.
Si sabrá la Primavera
que la estamos esperando...
Cuando llegue y no nos vea
ni en las calles ni en los barrios,
cuando no escuche en el parque
el paso de los ancianos,
o el bullicio siempre alegre
de los chiquillos jugando.
Si creerá que equivocó
la fecha del calendario,
la cita que desde siempre
la convoca el mes de Marzo.
Si sabrá la Primavera
que la estamos esperando...
Cuando estalle jubilosa
llenando de puntos blancos
los almendros, los ciruelos,
los jazmines, los naranjos,
y no vea que a la Virgen
la preparan para el Paso.
Que se ha guardado el incienso,
el trono, la cruz y el palio.
Y que Cristo, igual que todos,
está en su casa encerrado,
y no lo dejan salir
ni el Jueves ni el Viernes Santo...
¿Pensará la Primavera
que tal vez se ha equivocado?
¿Escuchará los lamentos
de quien se quedó en el paro,
de quien trabaja a deshoras
por ayudar a su hermano,
de aquél que expone su vida
en silencio y olvidado?
¿Escuchará cada noche
los vítores, los aplausos
que regalamos con gozo
al personal sanitario?
¿Pensará la Primavera
que tal vez se ha equivocado
y colgará sus colores
hasta la vuelta de un año?
Si sabrá la Primavera
que la estamos esperando...
Que se nos prohíbe el beso,
que está prohibido el abrazo;
el corazón, sangre y fuego,
el corazón desangrado.
Si sabrá la Primavera
que ya la estamos soñando...
Asomados al balcón
de la Esperanza, esperamos
como nunca, que ella vuelva
y nos regale el milagro
de ver florecer la vida
que hoy se nos va de las manos...
¡Bienvenida, Primavera!
Hueles a incienso y a ramos,
con tu traje de colores
y los cantos de tus pájaros.
Ven a pintar de azul-cielo
esta tierra que habitamos.
¿No sentís que en este mundo
algo nuevo está brotando?
Si será la Primavera
que está apresurando el paso.
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