DOM-19A

sábado, 1 de agosto de 2020
9 AGOSTO 2020
DOM-19A

3 comentarios:

Paco Echevarría at: 01 agosto, 2020 09:11 dijo...

CAMINAR SOBRE LAS AGUAS (Mt 14,22-33)

No cabe hacer una lectura del pasaje evangélico que hoy leemos quedándonos en lo maravilloso o extraordinario de lo que se narra: Jesús, en medio de la noche y con un viento amenazador, camina sobre las aguas e invita a Pedro a hacer lo mismo. El evangelio no es el relato de las epopeyas de un héroe, sino anuncio, buena noticia. Si no fuera así, Mateo habría ignorado el hecho.


Para comprender el alcance del mismo hay que observar los detalles que el evangelista suministra al lector: están en medio del mar, las aguas están revueltas, tienen el viento en contra y es de noche. Agua, viento y tinieblas son los elementos que definen el caos. Se trata del peligro supremo, de la gran prueba. Mateo piensa en una Iglesia que sufre la persecución cuando su Señor está ausente. En ese momento, él aparece caminando sobre el caos, sobre las aguas. El mar no le puede engullir porque él pertenece a otro mundo, a otra realidad. Cuando le ven, aumenta su temor porque a la situación se añade una amenaza sobrenatural -creen que es un fantasma-. Las palabras de Jesús son palabras de consuelo y estímulo: “¡Ánimo! ¡No temáis: soy yo!”. Cuando llega la prueba, la Iglesia -los creyentes- ha de saber oír y ver a su señor en medio del caos que le envuelve o estará perdida.

En la segunda parte del relato, Pedro interviene con la osadía que le caracterizaba, sólo que esta vez muestra la confianza de la Iglesia en la palabra de su Señor. Apoyado en ella, caminó como Jesús sobre la tormenta, pero el miedo le hizo dudar y empezó a hundirse. Jesús lo agarró con fuerza poniendo así remedio a su cobardía. El evangelista está exponiendo las etapas de un proceso espiritual: cuando, en medio de la tentación y la prueba, se descubre a Jesús, el corazón siente la necesidad profunda de acercarse a él y, con él, compartir el triunfo sobre el caos y la muerte. Eso es posible, pero el riesgo sigue presente y el miedo es mal consejero. En esos momentos no se puede dudar. La verdadera prueba de la fe no ocurre cuando estamos sumidos en el peligro, sino cuando estamos saliendo de él, pues es en ese momento cuando uno duda de que sea verdad lo que está ocurriendo. Voces -interiores y exteriores- se alzan contra la convicción de aquellos que tienen la osadía de caminar sobre las aguas fiándose de la palabra de Jesús.

El final del relato es una confesión de fe de todo el grupo, no sólo de Pedro. Lo que han visto y lo que han vivido les ha confirmado en la opción hecha. Aquel a quien siguen no es una ilusión, una creación de sus deseos insatisfechos ni el símbolo de sus ilusiones, sino el Hijo de Dios, capaz de caminar sobre las aguas y hacer que sus seguidores caminen con él. Como decíamos al principio, no se trata del relato de un prodigio para despertar admiración, sino de una invitación a creer en medio de la oscuridad.

juan antoniio at: 05 agosto, 2020 10:32 dijo...

Hoy podíamos titular esta reflexión, presencia de Dios, o como gustaba decir al Padre Caffarel, sacerdote francés, fundador del movimiento matrimonial, Equipos de Nuestra Señora, no que nos pusiéramos en la presencia de Dios, sino que “hagamos a Dios presente”.
Pues hoy es al revés, Dios se hace presente en nuestras vidas, en todas sus circunstancias, y así a Elías, en el monte Horeb y a los Apóstoles en el lago.
Hace tres años, reflexionaba sobre la oración, hoy veremos a Dios presente en nuestras vidas.
Elías que huía de la reina malvada, se refugia en la cueva y ni en el viento, ni en el trueno ni en el fuego, se encontraba Dios, estaba en la suave brisa, en el susurro leve del aire, al final, vemos la concordancia con lo tantas veces dicho por Jesús, en lo pequeño, en los que no son nadie en la sociedad, en los pobres, enfermos, desahuciados, emigrantes (a los que queremos tirar por la borda de la patera), ahí está Dios, en la fragilidad de la humanidad y ¿vemos a Dios presente en la humanidad y más aún en la humanidad dolorida? O por el contrario lo vemos en otros sitios porque es más bonito mirar una imagen….. (dejo el resto a la consideración de cada cual)
La presencia de Jesús en el lago, repite la escena de Elías, viento, tormenta, grandes olas y allí está Jesús “no temáis, soy yo”, y viene la serenidad, la calma, la tranquilidad y la confianza para el atrevimiento de Pedro que nace de sus dudas, “ si eres tú….”, es decir no las tenía todas consigo, era frágil, como lo fue toda su vida al lado de Jesús, lo confesó Hijo de Dios, pero lo negó como Hijo del Hombre: la debilidad humana trae estas vicisitudes, nos lanzamos y nos encogemos ante la pregunta de si soy o no cristiano, si lo soy, qué es Dios, donde esta Dios, que hace Dios ante el mal y preguntas así ante las que quedamos callados, porque “no estamos dispuestos (formados) para dar razón de nuestra esperanza.
Hoy parece que he cogido el látigo, pero no me arrepiento, pues cuantos rezos hacemos, que no está mal, pero qué tiempo dedicamos a la formación, qué libros leemos….. y no digamos, yo ya con los años donde voy a ir….., pues vas a ir, a estar con tus hermanos los hombres, todos, creyentes o no, y con Dios, hasta que Él te llame, es decir nuestra formación no termina nunca, y no lo digo yo, lo dice Jesús, “estad en vela…..” vela pero activa como siempre se ha dicho, con las alcuzas llenas, es decir nuestra formación.
Señor, somos débiles, “¡sálvanos!, tenemos miedos ¡danos fe!, somos ignorantes, ¡enséñanos con tu vida y tu palabra! y para todo, danos pastores que nos guie hasta tu encuentro.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a decir AMEN

Maite at: 05 agosto, 2020 23:22 dijo...

Qué bien sabemos todos lo que es el miedo, ese viejo conocido de toda la vida. La hojilla dibuja con acierto y realismo los miedos de la Iglesia, los nuestros como creyentes aquí y ahora.

Hasta Elías, el gran profeta que desafió y pasó a cuchillo a cuatrocientos adoradores de Baal, experimentó en carne propia la mordedura del miedo y huyó despavorido de Jezabel. Pero hasta él fue capaz de descubrir, en medio de la desesperación, a Dios en una brisa suave. Quién lo iba a decir…

Jesús siempre nos exhorta a no tener miedo, a creer y confiar en él; lo nuestro es, como Pedro, intentar cosas extraordinarias, superiores a nuestras fuerzas y a toda lógica, en vez de comprometernos en el servicio y amor fraterno de cada día.

Creer y confiar nos llevará siempre, como a Pablo, a entregar la vida por el bien de los hermanos, todos ellos; aunque eso suponga adentrarse en la oscuridad y sufrir los rigores del viento y el agua en el rostro.