DOM-27A

sábado, 26 de septiembre de 2020
DESCARGAR

4 comentarios:

Paco Echevarría at: 26 septiembre, 2020 08:56 dijo...

DE LA RESPONSABILIDAD Y LA VIDA

La segunda parábola de Jesús en el debate con las autoridades religiosas del templo tiene una fuerza insuperable. Como telón de fondo entrevemos el poema de Isaías (5,2-2) que habla de una viña a la que se mimó y, en lugar de dar buena uva, dio agrazones. Era una metáfora sobre la ingratitud. Jesús habla más bien de injusticia y desengaño.
Era costumbre pagar el arrendamiento de la tierra con parte de los frutos, pero las condiciones abusivas de los arrendatarios y los fuertes impuestos, unido a las malas cosechas, fueron causa de no pocos levantamientos de los campesinos contra los terratenientes y las autoridades romanas. El hecho explicado por Jesús no sonaba extraño a sus oyentes. Lo extraño y sorprendente es que se atrevieran a matar al heredero. ¡Era ir demasiado lejos!
La aplicación de la parábola no admite dudas: El Reino de Dios fue entregado a Israel, pero éste no dio el fruto esperado, sino todo lo contrario. Por eso se dará a un nuevo pueblo que no defraudará los deseos de Dios. En el contexto del evangelio de Mateo, la parábola contiene un mensaje de aliento para una comunidad que era menospreciada por quienes se consideraban auténticos depositarios de la salvación.
Leída hoy, la parábola da pie a una seria y comprometida reflexión sobre la responsabilidad de cada generación y de cada individuo ante la historia. Creemos los cristianos que todo responde a un designio de Dios -lo llamamos historia de la salvación- y que ese designio se realiza en el tiempo con el concurso de los hombres. Dios no prescinde del hombre para salvar a los hombres. Pero aquellos a los que ha elegido como instrumentos de su quehacer, por ser humanos, pueden fallar y poner así en peligro ese designio, en cuyo caso sólo le queda apartalos y entregar la misión a otros que respondan mejor a lo que se les encomienda. La Iglesia tiene una responsabilidad en cada etapa histórica de cara a sus contemporáneos. Reunida en concilio, la entendía de esta manera: “La Iglesia sólo desea una cosa: continuar, bajo la guía del Espíritu, la obra misma de Cristo, quien vino al mundo, para dar testimonio de la verdad, para salvar y no para juzgar, para servir y no para ser servido” (GS 3).
Esta es la misión de la Iglesia y de cada uno de los creyentes y no creo exagerar diciendo que es la misión de todo ser humano, pues, al mundo venimos porque nos tocó en suerte, pero, una vez en él, estamos para algo. Es ese algo lo que da sentido a la vida y hace al hombre feliz. Sin ello viene el vacío, el absurdo, el sinsentido del que sólo se escapa con la muerte o refugiándose en paraísos artificiales que, al desvanecerse, aumentan el dolor del espíritu. Al final todo se resuelve en una cosa: saber para qué hemos nacido y emplearnos a fondo en ello. Lo demás es correr detrás del viento.

Maite at: 30 septiembre, 2020 22:44 dijo...

El evangelio de la semana pasada nos recordaba la importancia de las obras. Este domingo vemos la de los frutos, que viene a ser lo mismo.

Quien espera los frutos es el que ha mimado y cuidado con esmero esa viña, que somos cada uno. Los frutos, como las obras, son consecuencia del amor que se recibe.

Y para el que ama no hay nada más duro que recibir indiferencia, malos frutos o incluso violencia y avaricia, como respuesta a su amor.

Dejar de dar fruto implica no entrar a formar parte del reino de Dios. Si no hay respuesta a su amor no hay acogida del reino. Uno mismo se excluye de él.

Sin embargo hay otro pasaje de los evangelios donde el propietario se queja, ante el labrador, de la falta de fruto en su viña a pesar de sus cuidados. El labrador pide un año más de paciencia con la viña perezosa. Promete extremar e insistir en su labor para conseguir que la viña responda a sus desvelos por ella. ¿No es consolador?

Amados por el amor y siendo objeto de sus desvelos no nos queda sino acoger y aceptar tanto como nos da, y tener en cuenta todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable y laudable, todo lo que es virtud o mérito. Sin buscar nuestra seguridad ante él en nuestra condición de cristianos que van a misa o son asiduos a actos de piedad.

juan antonio at: 01 octubre, 2020 11:59 dijo...

Por tercer Domingo, la viña se convierte en centro de las enseñanzas de Jesús.
La primera lectura y el Evangelio, tratan de la misma cuestión del amor de Dios por su viña, del amor hasta el extremo y la denuncia de lo que sería un asesinato, así de simple, pero parece que Jesús está profetizando su muerte con la parábola.
S. Pablo nos sigue enseñando con la carta a los efesios y nos llena el alma, porque así como el viñador ha cuidado su viña, así Pablo nos dice que “”nada os preocupe””, por eso, porque tenemos los cuidados del Padre, el amor del Padre derramado en nosotros, en la humanidad desde que sale el sol hasta el ocaso y así todos los días de la humanidad: qué poco reflexionamos sobre ello, qué poco tenemos en cuenta esa cercanía de Dios, que no está para quitarnos nuestros problemas, sino para que podamos resolverlos nosotros con su luz, su Palabra, su Vida, pues no nos va a decir porqué sino , quizás, nos diga para qué.
Y así el Dios de la paz, estará con nosotros, porque hemos ansiado lo que es “”verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable todo lo que es virtud o merito””, aunque muchas veces nos hayamos alejado de ello, pero como nos dice S. Juan, “si alguno peca, tenemos un abogado ante el Padre”:
“¡Qué grande es Dios Padre” y sin embargo nos vamos tras los falsos cantos de sirenas, pues somos débiles, somos carne y barro.
Respecto del Evangelio de esta semana, matan al Hijo para heredar la viña.
Muchas veces, cuando era más imberbe (sin barba, eh) me decía que Dios podía haber escogido otra forma de redención, ya que era Dios y cuando soy mayor, mayor, entiendo que la muerte de Jesús empezó en Belén, empezó haciéndose carne de nuestra carne, para que los hombres, la humanidad aprendiera que desde nuestra carne podemos entender, mejor dicho, atisbar esa Redención que no es otra cosa que traernos un estilo de Vida, el estilo de Dios, hecho carne en su Hijo, se abajó para que nosotros subiéramos y aún no lo comprendemos del todo, pues nuestra vida está llena de rutina y no nos llenamos de Dios, del Evangelio, quizás porque cuesta, pues sí, cuesta y si no costara, no sirve
Ya puse un Domingo las coplillas de las Cruces de mi pueblo “sin Cruz nadie se ha visto, que haya alcanzado victoria”, esto diría yo que es teología popular, de los que solo tienen corazón y la sabiduría del corazón, no de la inteligencia.
Que el señor nos siga dando su viña, su Reino, su Amor y no hagamos que se la den a otros.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a decir AMEN

juan antonio at: 01 octubre, 2020 12:28 dijo...

Dm 27 del TO, 4.10.20
Quisiera como PD. de mi reflexión del Domingo 27 de esta semana del 4 de Octubre, hacer referencia a una leyenda, así me la contaron, como dicho o leyenda, respecto de Cristo piedra angular de la iglesia.
En Niebla, pueblo harto conocido del Condado de Huelva, reino de taifa, condado en su tiempo, obispado, ciudad amurallada, de la que se conserva gran parte, en el centro de la ciudad (pues tiene este titulo) hay una capilla muy pequeñita, resto de una Iglesia mayor en la que hay un Cristo atado a la Columna.
Cuando hicieron las obras de restaurar esa Iglesia, mejor dicho consolidar lo que quedaba, no pudieron quitar la imagen del Cristo atado a la columna, porque esa columna era piedra angular de la construcción, es decir que si retiraban la imagen en su conjunto, esa parte de la construcción podría venirse abajo y no la quitaron.
Y puede ser verdad, pues si miramos por la ventana, ya que no se entra por la pequeñez del recinto, el final de la columna hacía arriba no se ve, sigue después del arco de la hornacina.
Verdad, leyenda, no lo sé, pero así me lo contaron en Niebla, que dista de mi pueblo, Bonares, unos cinco kilómetros y ya no tengo a mi amigo Leopoldo en vida para que me desdiga de ello, si alguien de Niebla leyera esto, que lo desdiga o confirme.
Cosa curiosa para contar a los nietos