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sábado, 21 de noviembre de 2020
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2 comentarios:

juan antonio at: 23 noviembre, 2020 19:59 dijo...

Este Domingo iniciamos el año litúrgico, y lo hacemos como finalizamos el anterior la semana pasada, con un discurso escatológico, sobre la segunda venida del Señor, cuando iniciamos nuestra preparación para celebrar la primera.

Siempre ha sido curiosidad, porque empezar por el final, porque empezar contemplando la venida final del Señor y creo que es porque nuestra vida tiene que ser una constante actitud de una espera activa, o mejor de una fe activa siempre, de olvidar los sueños que sueños son pero que quizás no sean tan evangélicos como creemos, pues ni en una ni en otra venida hay nada extraordinario, grandes cosas, simplemente Jesús viene como niño pequeño y vendrá como el Señor de la historia a conversar con la humanidad sobre qué hemos hecho con los dones que nos dio, con la tarea que nos encargó.

En el Evangelio no hay nada de grandeza más que el AMOR de Dios, manifestado en su Hijo hecho carne de nuestra carne, Hijo que con la fuerza del Espíritu nos buscará en nuestra espera, cumpliendo la Voluntad del Señor, esa voluntad por la que tenemos que preguntarnos cada mañana.

No caigamos en el sueño de grandezas, en la indiferencia, en la pereza por las cosas de Dios, por las cosas de aquellos de los que tenemos que hacernos prójimo, no caigamos en la rutina de las cosas piadosas, pues por muy piadosas que sean sino van dirigidas al hermano, nunca irán dirigida a Dios.

Siempre cuando hablo de rutina, digo que aún en la rutina podemos ser creativos, como el amanecer, todos los días amanecen, pero ninguno son iguales, pues seamos creativos en nuestra vigilancia y en nuestra disposición para la ayuda a todo los que nos necesiten.

. Como piedra de toque para esta primera semana, propondría el final de la primera lectura

””Señor, tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tu el alfarero: somos todos obras de tus manos””

Sintámonos obras de Dios, no nos endurezcamos para no ser moldeado, seamos dóciles a las manos de Dios, como en la oración del P. Foucauld que el autor de la Hoja nos propone en la primera pregunta.

Santa María, Madre de la Esperanza y Señora del Adviento, Madre de Dios y Madre nuestra, haz que seamos arcilla moldeable en las manos de Dios, AMEN





Maite at: 27 noviembre, 2020 18:49 dijo...

Comenzamos este domingo el hermoso tiempo de Adviento. En unas circunstancias diferentes debido a la incertidumbre y caos de esta pandemia que nos ha cambiado todo. Hasta la perspectiva de nuestras celebraciones navideñas y nuestros planes para esas fechas.

Pero el mensaje de la Palabra permanece inalterado. En todo tiempo y lugar, sea como sea nuestro ahora, se nos exhorta a estar en vela, despiertos, atentos, vigilantes. Y es que esperamos al que vendrá, no sabemos cuándo, pero llegará.

Sabemos quién es: el señor de nuestra casa, el dueño. Y sabemos también cómo es: el alfarero que modela nuestro barro y hace de cada uno la obra de sus manos. Sí, esos somos nosotros.

Por eso pedimos, con el salmista, que venga a visitar su viña, la cepa que su diestra plantó. Y es ese anhelo de la espera lo que nos mantendrá en vela y encenderá la esperanza, alegre y luminosa, por mucho que nos cerque la oscuridad de la noche y las certezas se marchiten en nuestro interior.

San Pablo nos recuerda que Dios es fiel y que nos mantendrá firmes hasta el final, pues esta venida es figura de otra, la definitiva.

Las esperas, cuando hay amor y tienen por objeto al ser amado, están teñidas de todos los colores del arcoíris. Por eso embellecen nuestro caminar y dan luz a nuestros días. Alguien llega, se acerca el que más quiero. Ya viene. Está cada vez más cerca. Y cuando llegue, yo estaré ahí.