CORPUS-B

domingo, 30 de mayo de 2021
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 30 mayo, 2021 08:43 dijo...

CUERPO Y SANGRE (Mc 14,12-16.22-26)

Cuenta san Marcos que Jesús, al comenzar la última cena, partió el pan y entregó un trozo a cada uno de los comensales. Era el modo habitual de empezar la comida entre los judíos. Ese gesto iba acompañado de una bendición. Sin embargo, en esta ocasión, Jesús pronunció unas palabras que daban al rito un sentido nuevo: "Esto es mi cuerpo". A partir de aquel momento, este sería el rito fundamental de la comunidad cristiana. En él Jesús se entrega y hace de la entrega el signo distintivo de sus discípulos. El amor es el valor central del cristianismo y nadie ama más que el que da su vida por aquellos a los que ama. La primera necesidad del ser humano es amar y sentirse amado. La fe añade que el amor es un don. Dios te ama, no por razón de tu bondad, sino por razón de la suya. No es un padre que ama sus buenos hijos, sino un padre bueno que ama a sus hijos. Quien cree y vive esto hace del amor el núcleo de su vida y se convierte en fuente de amor para aquellos que le rodean.

Luego, pasó una copa de vino diciendo: "Esta es mi sangre que va a ser derramada por muchos". Cuenta Ex 24 que, al cerrar el pacto con Dios, Moisés, tras sacrificar unos animales, derramó la mitad de la sangre sobre el altar y la otra mitad sobre el pueblo. Al hacer eso, seguía un ritual de la época nómada con el cual se sellaban los pactos y alianzas, ya que la sangre era símbolo de la vida. Jesús, sustituye la sangre de los animales -simbolizada por el vino- por la suya propia y la antigua alianza, por una nueva. Queda así expresado un segundo aspecto de la Eucaristía: la comunión de vida. La unidad con Cristo y con los demás será, ante el mundo, el signo del amor. San Juan vinculará el mandato nuevo -Amaos como yo os he amado- con la unidad -Que sean uno...- y con la misión de sus discípulos en el mundo -...para que el mundo crea-. La contemplación de la Eucaristía debe ser una meditación sobre cómo vivimos la unidad, un valor esencial en el seno de la Iglesia y de la sociedad. Todo lo que se construye sobre el amor camina hacia la unidad. Lo que divide y enfrenta está construido sobre la soberbia.

Es así como se cierra el círculo: el amor construye la unidad y la unidad engendra la fe. Y es esto lo que nos catapulta a un futuro de plenitud porque sólo los proyectos y las obras que el amor inspira están llamados a ser eternos en la mente de Dios y en la memoria de los hombres. Lo contrario no es el odio, sino el miedo, que es el origen de los mecanismos que subyacen tras todo tipo de perversión como la soberbia, la ira, la avaricia, el odio...

En tiempos de desconcierto y desorientación es bueno y saludable recordar lo esencial, para así recuperar el verdadero fundamento. La Eucaristía, al presentarnos el amor, la comunión con Dios y con los demás y la meta hacia la que caminamos, es buena noticia no sólo para el creyente, sino también para todo hombre de buena voluntad que se pregunte sobre qué cimientos se construye la vida individual y colectiva.
Francisco Echevarría

juan antonio at: 31 mayo, 2021 19:14 dijo...

DIA DE CORPUS CHRISTI
Este Domingo se celebra la festividad del Cuerpo y la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, la presencia viva que nos fue regalada en la última cena.
Esta festividad que fue iniciada en europa allá por los siglos doce o trece y seguida por el pueblo cristiano, que siempre se ha adelantado a los pronunciamientos oficiales, sigue hoy viva en nuestra Iglesia, con procesión o sin ella, pero con el sentimiento de una presencia en el Pan de Vida que paseamos por nuestras calles en ciudades y pueblos.
Quisiera Señor ofrecerte mi corazón como custodia viva que te lleve a todos, sin excepción, quisiera llevarte como consuelo a los que sufren por el dolor, la angustia, el desempleo, la falta de lo primario, la soledad, la privación de libertad…., quisiera ser acompañante de los que necesitan una palabra para seguir en la lucha, para seguir en su fe pese a las persecuciones que no solo son físicas, sino otras que, quizás, sean más lacerantes y sibilinas, como el desprecio y la indiferencia y prescindir de todo respeto a lo religioso.
Señor, hoy te llevamos en custodia de muchos valor y poca adoración, pues nos perdemos en los oropeles y olvidamos que Tú además de estar en el Pan de Vida, estas en todos y sobre todo en los menos considerados y frágiles, olvidamos que estás en tu Palabra que poco leemos y menos hacemos vida, olvidamos que la mejor manera de llevarte por las calles es el testimonio humilde y silencioso de una vida entregada, pues si no nos damos, no somos nada, “”metal que resuena”” y para qué queremos ese resonar si con él no anunciamos nada?
Señor gracias porque tu amor se hace patente una vez más en la comunidad cristiana, haciéndote presente, real y vivo en el Santísimo Sacramento del Altar, gracias Señor porque “”estas con nosotros hasta el fin del mundo””, ¡ qué adorable compañía si nosotros la hiciéramos nuestra! perdiendo unos minutos ante el Sagrario, sin palabras, sin repeticiones, “vuestro Padre sabe de que tenéis necesidad”, estar, hacerte compañía, como fue el amor del S. Manuel González, arcipreste que fue de Huelva, donde desarrolló, para su tiempo, la mayor acción social que se podía, nacida de tu presencia sacramental, no quería un Sagrario abandonado, ni persona sin dignidad, sobre todo niños y luchó por ello.
Llevemos a Cristo Sacramentado, en custodias de barro que somos, pero llevémoslo, sin miedo ni respetos humanos y quizás diciendo qué creemos y practicamos ya estamos dando, ese testimonio que el que te escucha necesita, pero que lo vea también; no nos desanimemos por nuestras fragilidades, limpiemos nuestra custodia, al igual que limpiamos con sumo cuidado, la que en este Domingo sale a la calle con tu real presencia.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a vivir la Vida de tu Hijo, a llevarlo con nuestro testimonio a los rincones de nuestro entorno, pues el mundo nos queda grande, tú que sabes ser Madre, concédenoslo, ¡AMEN!

Maite at: 01 junio, 2021 17:08 dijo...

Hace falta que se note que celebramos la Eucaristía a diario o los domingos. Y que lo hagamos de forma que resulte evidente que ahí está el centro y la cumbre de nuestra vida cristiana. Es necesario dar testimonio, con nuestra vivencia, de que no vamos por obligación, ni siquiera por devoción. Vamos porque gracias a ella reconocemos en los demás el Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Jesús.

No acudimos a la Eucaristía a rendir culto ni a adorar. Es ahí donde nos comprometemos a ser nosotros mismos pan partido y repartido para todos. Donde aceptamos este proyecto de vida, este camino, esta misión. Donde nos hacemos responsables del hambre y la sed de nuestros hermanos y compartimos nuestros bienes con ellos, haciendo de la solidaridad nuestro santo y seña.

En la Eucaristía, celebrada y vivida en comunidad de fe, aprendemos a pasar por la vida como buenos samaritanos; como padres y madres que esperan, cada día, a su hijo pródigo para preparar un banquete en su honor.

En ella asimilamos, por la escucha de la Palabra y la comunión, los sueños y sentimientos, la pasión de Jesús por el Reino; su amor al Padre y a todos. Aprendemos la fraternidad universal y la comunión con todas las criaturas salidas de las manos de Dios.

Participar del Cuerpo y la Sangre del Señor nos lleva mucho más lejos que adorarle o darle culto en la Sagrada Forma. Ha de transformar nuestras vidas, mentes y corazones; y avivar nuestro seguimiento del Maestro. Reafirmar nuestra condición de misioneros y alimentar y fortalecer nuestra fe, esperanza y caridad.