TRINIDAD-B

sábado, 22 de mayo de 2021
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3 comentarios:

Maite at: 25 mayo, 2021 14:25 dijo...

El misterio de la Trinidad nos invita con fuerza a vivir la realidad de Dios con nosotros.

Un dios que nos ha creado con sus manos, a su imagen y semejanza, y ha insuflado en cada uno su aliento vital. Nos ha hecho pueblo suyo y se ha comprometido con nosotros y nuestra felicidad, en este suelo que nos ha regalado para hacer de él una hermosa casa común.

Un dios, al decir del salmista, de palabra veraz, acciones leales y amante de la justicia y el derecho, grande y misericordioso. Cuyos ojos se fijan en nosotros para llevarnos siempre por senderos de vida y proveer a nuestras necesidades.

San Pablo irá más allá al decirnos que todos somos hermanos y uno nuestro Padre, al que podemos dar, con todo derecho, ese hermoso nombre. Nuestro Dios ha dejado de habitar el cielo, en el más allá, para instalarse a nuestro lado, en el más acá. Mora en nuestro más profundo centro, al decir del místico, y su Espíritu da testimonio ahí de que no somos esclavos de nada ni de nadie, sino hijos. Personas libres y llenas de vida invitadas a dejarnos llevar a la plenitud de tal condición. Hijos con un hermano, Jesús, a quien seguimos para reproducir en nosotros y en nuestro mundo su proyecto del Reino. Con quien aprendemos a servir a todos y a entregar la vida, para ser, con él, glorificados.

Desde ahí nos lanzamos a la misión de anunciar la Buena Noticia a todos. Unos irán lejos, otros nos quedaremos en un espacio mucho más pequeño pero igualmente necesitado de nuestro testimonio de fe, esperanza y amor.

Es hora de anunciar y transmitir de mil maneras que él está siempre con nosotros, todos los días. Un dios al que, por no poder abarcar, damos el nombre de Trinidad.




juan antonio at: 27 mayo, 2021 12:54 dijo...

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, esto es, el día de Dios y que me perdonen los teólogos y entendidos, pero ya que hay días para todos, día del niño, día del anciano, día del…., entiendo y repito que me corrijan los entendidos, celebramos el día de Dios y aunque todos los días lo celebramos, este Domingo es de una manera especial, es como si todos los días le deseamos los buenos días a nuestros padres con un beso, pero el día de su Santo es especial, ese día le hacemos un regalito, algo, aunque sea insignificante, pues el detalle no se mide por lo caro o grande, sino, aún pequeño, se mide por el detalle, ¿qué detalle tendremos hoy y siempre con nuestro Dios?.
Y hoy no tenemos más que ponernos ante Dios y no pensar más que somos sus hijos, que es nuestro Padre, que nos regala todos los días la fuerza de la creación, inclusive la nuestra, que el Hijo, nuestro hermano, nos da a conocer el rostro de ese Padre y que nos ha enviado el Espíritu para que tengamos esa fuerza necesaria para decir, creer y amar.
Hoy más que explicaciones, es día de contemplación, día de manifestar nuestro amor, de concretar ese amor en una renovación cada día para perfeccionar nuestra vida hasta llegar a la plenitud en la llamada Vida eterna que el Evangelista Juan nos dice, en boca de Jesús, que es conocer a Dios como único Dios verdadero y al Hijo enviado, Jesucristo.
Entiendo que este conocer es en la medida en que el hombre puede conocer el misterio de Dios, Uno y Trino, que no es más que en la medida en que nos sentimos amado por el Padre, salvados por el Hijo y ungidos por el Espíritu, sabiendo “” que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo””, no estamos solos, no nos sentimos lejanos de un Padre que nos quiere, de un Hijo que nos dejó un estilo de Vida y del Espíritu, Aliento de uno y otro que nos empuja en nuestro andar en la Vida.
Y sabed que yo estoy….. y la semana que viene veremos la realidad de su presencia, viva y permanente en nosotros.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Sagrario de la Santísima Trinidad, como te rezamos en las invocaciones finales del Santo Rosario, ayúdanos a contemplar y vivir al Dios, Uno y Trino, Padre, Hijo y Espíritu Santo, AMEN

Paco Echevarría at: 27 mayo, 2021 21:24 dijo...


LOS TRES ROSTROS DE DIOS (Mt 28,16-20)

¡Dios ha muerto! fue -hace algunas décadas- el grito de quienes pensaban que, al fin, el hombre se había liberado del yugo de lo divino. El mito de la autonomía del hombre frente a Dios ha sido para muchos la expresión de su opción en favor de un hombre plenamente desarrollado. Pero el tiempo ha pasado y las cosas no han resultado como pensaron. La destrucción de la fe en Dios ha sido como romper un espejo: se han multiplicado los ídolos. Y -sinceramente- nunca está más en peligro un pueblo que cuando se alzan sobre él hombres o instituciones que se creen dioses. Frente a esto, la fiesta que hoy celebramos -la Santísima Trinidad- es una invitación a reflexionar sobre el Dios en el que creemos y el Dios que predicamos. Porque es sobrecogedor pensar que la falta de fe de muchos no sea en realidad una negación del Dios vivo y verdadero, sino un rechazo de la imagen que los creyentes les hemos presentado.

Por ello necesitamos saber en qué creemos -es decir: qué decimos cuando decimos Dios- y nada mejor que el final del evangelio de san Mateo en la que se dice que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es Padre porque es fuente de vida, porque es creador y, sobre todo, porque nos ha hecho hijos suyos. Cuando definimos a Dios como padre, en realidad estamos declarando la suprema dignidad del ser humano, algo que nadie le puede arrebatar, algo de lo que nadie puede despojarse ni ser despojado. Es Hijo porque, llegado el tiempo previsto, se hizo uno de nosotros para hacernos ver cuánto amor nos tiene y cuánto amor debemos tenernos unos a otros. Si Dios Padre habla de filiación, Dios Hijo habla de fraternidad. Y es Espíritu Santo, es decir, vida, porque el ser hijo y hermano no es mera doctrina, sino profunda realidad. Como a Adán se dio el aliento, así a nosotros se nos ha dado el Espíritu, como un don absolutamente gratuito, como fuerza que sostiene en la existencia a los que caminan.

Debido al influjo del pensamiento oriental y utilizando la vía de la sanación y las terapias naturales, está muy presente en nuestro mundo algo que ya lo estuvo en los primeros siglos de cristianismo y que fue rechazado por ser ajeno a él. Se trata de las doctrinas gnósticas últimamente resucitadas por los profetas de la Nueva Era. Entienden a Dios no como alguien sino como algo: como la energía divina e increada de la que el mundo no es sino una manifestación, con la que podemos entrar en contacto y a la que podemos poner en activo utilizando determinadas técnicas. No entramos en discusiones sobre la naturaleza de la energía humana o universal. Pero hay algo que no puede olvidar el cristiano: esa energía -cualquiera que sea su naturaleza- es una criatura, es decir, una obra de Dios. Pero no es Dios. Dios es distinto del mundo y de todo lo que éste encierra. El Dios en quien creemos es un padre misericordioso y providente, que sale a nuestro encuentro en cada ser humano -sobre todo en el que sufre- y vive en lo más íntimo de nuestro corazón. Es Dios Amor que libera al hombre del temor y le abraza cuando llega el momento supremo de la vida: la muerte.

Francisco Echevarría