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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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SOBRE EL DESCANSO Y LA COMPASIÓN (Mc 6,30-34)
Los Doce -enviados con el encargo de realizar la misión de Jesús- vuelven eufóricos tras la experiencia y el Maestro, atento a sus necesidades, los invita a descansar tras el esfuerzo. No son vacaciones sino retiro, es decir, apartamiento en soledad para recuperar fuerzas y revisar lo hecho. Jesús se limita a actuar de acuerdo con una de las leyes básicas de la vida: la ley de la alternancia, del ritmo. Ya, siglos antes, el autor del Eclesiastés había observado esto como una de las claves del vivir: "Todo tiene su momento y cada cosa, su tiempo bajo el cielo: ...su tiempo el abrazarse y su tiempo el separarse... su tiempo el hablar y su tiempo el callar...". El evangelizador -y cada creyente- ha de tener muy presente que hay un tiempo para dar y un tiempo para recibir, un tiempo para predicar y un tiempo para meditar, un tiempo para actuar y un tiempo para orar. Y no sólo él. Todo ser humano debe tener en cuenta esta ley de la vida.
Cuando el ritmo del dar y el recibir se pierde, viene la muerte, pues quien sólo recibe queda atrapado en el sarcófago de su propio egoísmo y el que sólo da muere asfixiado por no satisfacer sus propias y legítimas necesidades. Detrás de ambas posturas hay no poco de miedo e inseguridad que se intenta compensar con bienes y afectos. Son dos formas de creer que no necesitamos nada ni a nadie. Lo cual encierra no poco orgullo.
Esos eran los planes, pero la realidad se impuso: la multitud los estaba esperando en el lugar tranquilo que buscaban. Cuando, tras la travesía del lago, ponen pie en tierra, Jesús mira a la gente y comprende que no es tiempo de descanso sino de lucha. Marcos nos dice lo que, en ese momento, le hizo comprender: al ver a la gente perdida y desorientada "como ovejas sin pastor", a expensas de los lobos, Jesús sintió compasión.
No creo que haya un sentimiento humano más noble y ennoblecedor que la compasión. Cuando la contemplación del sufrimiento humano deja a los hombres insensibles, cuando el mal ajeno no remueve nada dentro de uno mismo, es que se ha perdido humanidad. El corazón puede latir pausado o acelerado, amar u odiar, pero si no late es que está muerto. La indiferencia es el signo de un corazón sin vida. Creo que una de las páginas más bellas del Evangelio es esa en la que Jesús expone la parábola del buen samaritano: el hombre retrasa sus tareas para atender la necesidad del desconocido y luego sigue con lo suyo, con la mayor naturalidad del mundo, mostrando así que la compasión es cosa de la vida ordinaria y se expresa en la solidaridad. Así es en Jesús y así ha de ser en quienes se consideran continuadores de su tarea. Si el evangelizador no ama a los que evangeliza ¿cómo puede hablar del amor de Dios y su ternura? Si no se conmueve por el dolor ajeno ¿cómo puede conmover el corazón del otro?
Francisco Echevarría
Marcos ofrece, en el evangelio de este domingo, uno de los retratos más hermosos y auténticos de Jesús. Este pretende dedicar un tiempo de calidad a sus discípulos, para descansar y corregir algunos de sus planteamientos en la tarea evangelizadora. Pero algo trunca sus planes y obliga a renunciar a ellos. Es la multitud que le seguía, hambrienta y sedienta de algo que no encontraba en los maestros de la Ley.
A Marcos le bastan unas pocas palabras para describir lo sucedido. En el corazón de Jesús, probablemente, se desató una cascada de sensaciones que le golpearon con fuerza y provocaron un viraje en sus intenciones. Porque donde otros verían una chusma sin nombre ni apellidos, gente molesta y curiosa, una turba desasosegada y ansiosa de novedades, él ve a una multitud formada por personas que tienen en común la desorientación, el hambre y la sed de ternura, de consuelo y paz, de salud y liberación, de dignidad y cuidados. Una multitud huérfana y desamparada; abandonada al albur de las inclemencias de la vida y los abusos de los poderosos de turno que se han apropiado de Dios, y solo ponen obstáculos para acercarse a él.
Jesús cuando ve, mira; y se da cuenta de las verdaderas necesidades e intenciones. Y da prioridad a la mayor necesidad. Por eso se pone a “enseñar muchas cosas”.
Todo un aldabonazo a la conciencia de muchos que se tienen por pastores y cuya misión está bien dibujada, a trazo firme, en la persona de Jesús.
Pastores y pueblo de Dios han de tener siempre presentes las palabras de Jeremías: unos, para no perder nunca de vista sus atribuciones y a qué les obligan; otros, para no perder la esperanza y crecer en la seguridad de que Dios nunca abandona a su grey.
Unos y otros encontramos en la oración del salmista las palabras que dan cuerpo a la fe, la esperanza y el amor con que nos dirigimos a Dios al experimentar su solicitud amorosa por nosotros.
En este Domingo, Jesús propone un apartarse a descansar, hacer una pausa, después de la misión encomendada la semana pasada, para hablar de todo lo acontecido, descanso frustrado por la presencia de la multitud, que Jesús ve como ovejas sin pastor y le llena de compasión.
Se nos da como primera medida que nuestra vida cristiana no tiene que contagiarse de las prisas que la sociedad nos impone, de tener que hacer y hacer, no, nuestra vida tiene que tener sus pausas, simplemente para hablar pues hoy las llamadas tertulias se han olvidado, pues ni las terrazas de los bares es el lugar idóneo ni el murmullo de la calle es el ambiente apropiado.
Vivimos un frenesí en todo y como decía un abuelo de mi mujer, el café tiene que ser hablado y fumado, nada de prisas, trata tranquilo con los demás, con tu familia, tus amigos, tus compañeros de trabajo, ….. sin carrera.
Y de cuando en cuando haz un descanso especial, como uno de los medios que propone los Equipos de Nuestra Señora, movimiento de matrimonios, donde tiene entre otros la llamada “sentada”, que no es más que una reunión de la pareja en clave de oración para revisión de los comportamientos habidos durante el mes.
Pues esta sentada hay que tenerla con nosotros mismos o si la tenemos con una dirección mejor que mejor, el acompañamiento es lo ideal, pues desde fuera se ven mejor las cosas, pero necesitamos la humildad necesaria para ello.
Qué sabio fue S. Ignacio con los Ejercicios, pues estos son un parón en nuestras vidas, para hacer balance y rectificar.
Hasta donde llegamos en esa pausa en nuestras vidas, pues no solo de pan vive el hombre sino que necesitamos más en nuestra vida, nuestra vida interior que refleje y haga activa nuestra vida exterior, hasta donde vemos las necesidades del entrono y hasta donde llegamos en nuestro actuar
Ese descanso, se vio frustrado cuando “”Jesús vio a una multitud y tuvo compasión de ellos…””, es decir no solo se encontró con esos seguidores, “vio” y tuvo compasión porque estaban dejados de la mano de los hombres, de los responsables, de los invasores, de los que los explotaban y en los hechos y dichos de Jesús encontraban Vida.
Aquí cabe preguntarnos si vemos nuestro entorno, si lo que vemos nos mueve a compasión y actuamos en consecuencia, la trilogía de ver, juzgar y actuar, siempre necesaria, sería una regla de oro, para practicar la compasión, como el buen samaritano …..”finalmente pasó un samaritano y al verlo (al apaleado) sintió compasión…..¿Cuál de los tres se hizo prójimo…? El que tuvo compasión.
La compasión nos lleva a nuestros hermanos y tenemos que actuar con ellos en las necesidades a que le lleven las vicisitudes de la vida, no podemos pasar de largo, no podemos invocar preceptos legales de impureza como el sacerdote y levita, que hoy serían, “ya hay unas instituciones que lo hacen” y así pasamos de largo, pues por ejemplo cuantas veces le hemos preguntado a una persona que nos pide si ha comido, donde duerme….. Jesús no pasó de largo de los problemas.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, enséñanos a tener compasión como tú la tuviste en Cana, “no tienen vino”, AMEN
P.D. Creo haberlo recomendado otras veces, pero repito, bajaros de internet un librito muy chiquito, “Las Miradas de Jesús” de Víctor M. Fernández.
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