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Estas hojillas, que podéis bajaros, nacieron en la Parroquia de San Pablo (Fuentepiña, barriada obrera de Huelva) y la siguen varios grupos desde hace años en su reflexión semanal. Queremos ofrecerlas desde la sencillez y el compromiso de seguir a Jesús de Nazaret.
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3 comentarios:
Celebramos la festividad de Santiago el mayor, hermano de Juan y ambos hijos del Zebedeo y María Salomé, Patrón de España que según la tradición nos trajo la fe, agradezcámosla, pues somos así por su generosidad.
Hoy la liturgia nos propone este pasaje evangélico en la versión de Mateo, que a diferencia de la de Marcos, es la madre la que se dirige a Jesús, Santa María Salomé, mi bendita Patrona.
Tras la petición, la pregunta de Jesús sobre el cáliz que como Él han de beber y el bautismo que van a recibir (Mc), la reacción de los otros diez sobre los hermanos, es decir somos todos iguales, y viene Jesús y les hace una reflexión:
Sabéis que los Jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen….., ENTRE VOSOTROS NO SERÁ ASÍ
Y les explica como tienen que actuar:
el que quiera ser grande… sea vuestro servidor
y el que quiera ser el primero… sea vuestro esclavo.
Así de claro y así de sencillo, sin recovecos, ni argumentaciones retorcidas, sino clarito y fácil de entender por el más dormido.
Han pasado veinte y un siglo y seguimos igual que los apóstoles, los hermanos por pedir y los restantes por desconfiar de quedarse fuera, es decir vamos a la carrera de quien es el primero o como decíamos de niño, tonto el último.
Sí, seguimos igual y ha tenido que venir un Papa y denunciar la carrera del clericalismo, que no solo se da entre los ordenados, entre los altos cargos de la Iglesia, sino que esta carrera la corremos a cualquier nivel, queremos los primeros puestos, queremos que se nos distinga con esto o lo otro, queremos que nuestra comunidad sea la primera, llámese hermandad, cofradía, movimiento….., todos queremos ser los primeros los que lleven no sé qué pero que nos distinga, que el cargo le haga amigo de amigos que son a su vez amigos de los que mandan, pero NADIE HABLA DE SERVIR y menos de SER ESCLAVO de cualquiera y así vamos pasando los días, los meses, los años y las fiestas que el tiempo nos traen y en una situación normal se celebran y en la anormalidad lo poquito que se celebra, allí estoy yo, eh, el primero.
¡Qué pena! ¡Qué poco se ha leído y que podo tenemos de Evangelio!
Tenemos que mamar la vida de Jesús que nos nutra la nuestra para que podamos darla a los demás en un servicio y una dulce esclavitud; dice uno de títulos de los Papas que es “siervo de los siervos de Dios”, pues que así sea, y se acaben de una vez por todas en la Iglesia los privilegios, las prebendas, y el poder, sí, el poder y no quiero dejar a reseñar lo releído en un recorte de prensa sobre el fallecimiento de un Obispo al que no habían hecho cardenal porque la Iglesia había perdido poder en su parcela ¿barbaridad o pecado? Allá los entendidos, pero tengo el recorte a disposición de quien no lo crea, que puede ser cosa del periódico, puede, pero también puede ser verdad y la sola duda, como se suele decir, ya….
Santa Bendita, tú quisiste lo mejor para tus hijos, normal, Jesús te dio una lección o mejor dicho les dio y nos da cada día una lección, tú la aprendiste pues no por eso dejaste el servicio hasta la cruz y después de ella y hoy puede que no hayamos aprendido esta lección “entre vosotros no será así” y sigamos corriendo por la vaciedad. Danos un corazón humilde y presto en el servicio.
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a servir, a estar atento a las necesidades ajenas y no corramos más que por servir, gracias y AMEN
Contemplamos esta conocida escena evangélica y nos damos cuenta de que las ansias de poder, a pesar de la enseñanza de Jesús, permanecen intactas. O peor aún, no dejan de crecer. Es evidente que pertenecen a la esencia misma de la condición humana, pero resulta escandaloso que sigan oscureciendo el Evangelio y la vida cristiana desde las más altas instancias eclesiales.
Es verdad que las cosas han cambiado mucho en los últimos años. El maestro, el cura y el alcalde ya no son lo que eran en nuestros pueblos. Pero, todavía saltan a la palestra de la información y ante los ojos de los cristianos de a pie, demasiados abusos de poder en la Iglesia, demasiada ansia de dominio, de autoridad mal entendida. Y eso marca un camino equivocado en la experiencia de la fe.
¿Y cada uno de nosotros, en nuestro día a día, en nuestras relaciones con los demás? ¿Renunciamos a los primeros puestos y nos situamos a la cola del servicio? Si no es así, no seguimos a Jesús, por mucho que vivamos una piedad exquisita, hecha de actos y ritos que nos tranquilizan y convencen de que somos buenos cristianos de fe intachable.
Lo nuestro, como seguidores de Jesús, no es ambicionar puestos ni coleccionar reconocimientos, ni subir peldaños en la escala social. Nos toca, con Jesús y como él, servir y entregar la vida. Pasar por ella haciendo el bien. Conscientes, al decir de Pablo, de llevar un tesoro en vasijas de barro; y de que la fuerza es de Dios y no proviene de nosotros. Con el deseo de que la muerte actúe en nosotros para que la vida lo haga en los demás.
¿No es verdad que este mundo sería mucho mejor, más fraterno y solidario, si los cristianos nos distinguiéramos en esto? ¿No mostraríamos mejor al mundo el verdadero rostro de Dios? ¿No anunciaríamos mejor una Buena Noticia para todos?
Tres grandes tentaciones acechan al hombre desde siempre, el dinero, el prestigio y el poder. Las tres a menudo van unidas y además se retroalimentan, pero es el poder la que más corrompe la dignidad humana y por tanto nada cristiano. Sobre todo cuando subyuga, aliena y oprime al semejante.
El poder no debe estar al servicio de uno mismo para situarse por encima de los demás ni para obtener beneficios, sino para poder cambiar la realidad en favor del prójimo.
El mensaje evangélico de hoy nos invita a reflexionar sobre cómo ejercemos el poder desde nuestra posición en nuestras relaciones sociales, laborales, políticas, familiares, etc
Podemos estar a un nivel u otro frente a los demás, pero nunca por encima y siempre en una actitud de servicio que es lo que nos hace verdaderamente grandes.
Practiquemos la caridad cristiana y hayaremos el placer de servir a los demás.
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