1º ADVIENTO-C

sábado, 20 de noviembre de 2021
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 20 noviembre, 2021 08:45 dijo...

DE HOY A MAÑANA

Comienza el año litúrgico, es decir, el ciclo anual de las celebraciones de la vida de Cristo desde que nace hasta que envía al Espíritu en Pentecostés. A este primer tiempo se le llama Adviento, es decir, venida, porque ese será el tema central de las semanas que preceden a la Navidad. A final de diciembre celebraremos el misterio de la Encarnación, pero ahora lo que centra nuestra atención es la espera. El cristianismo -como el judaísmo- es una religión histórica, es decir, los acontecimientos nucleares de su fe son hechos que han tenido lugar en el tiempo y en un lugar. La salvación, por tanto, es algo que ha ocurrido y ocurre en el tiempo, aunque alcanzará su plenitud en la eternidad. En eso está la clave de la espera: en vivir el presente con la atención puesta en el futuro, no para desentenderse al ahora, sino con la conciencia de que lo que se aguarda es el fruto de lo que se haga. Desentenderse del presente por pensar en el futuro no es signo de esperanza sino irresponsabilidad.

Uno de los pasajes bíblicos que el domingo se leerán en todas las iglesias pertenece al apocalipsis de Lucas. Se trata de discursos pronunciados por Jesús en el templo de Jerusalén poco antes de su pasión. Usando el lenguaje de su tiempo, anuncia una conmoción de la que se hará eco todo el universo -el cielo, la tierra y el mar-, porque sus fundamentos -aquello en lo que el ser humano pone su seguridad- se tambalearán. Pero, a diferencia de otros evangelistas, Lucas tiene una expresión que le es propia: "Cuando empiecen a suceder estas cosas, levantaos y alzad la cabeza, porque se acerca vuestra liberación". Para un discípulo de Jesús el estremecimiento del mundo no es motivo de angustia, sino de gozo profundo porque se acerca la liberación completa y definitiva. No hay que temer la angustia del presente cuando está naciendo un futuro mejor.

Pero es necesario tener la mente despejada para cuando llegue ese momento. Esto quiere decir, en primer lugar, estar atento al hoy para comprender el sentido de lo que está pasando, sin huir al pasado -a las nostalgias- ni escapar al futuro -a las ilusiones-. Se trata de estar profundamente enraizado en el propio tiempo. En segundo lugar es necesaria la renuncia. Para reconocer la liberación, cuando ésta se acerque, hay que tener los ojos y el corazón limpios y libres de apegos e intereses porque ciegan los ojos. Hay que vigilar y orar: vigilar para que el corazón no se pervierta y orar para que no pierda de vista su verdadero destino.

Cuando celebremos el misterio de la Encarnación -cuando el Todopoderoso se manifieste como un niño pobre e indefenso- sólo los pequeños lo reconocerán. Cuando Dios sale al encuentro de un hombre revestido de humanidad -es decir, hecho presente en otro hombre, cualquiera que sea su condición- sólo lo ven quienes mantienen el corazón libre de prejuicios e intereses y, sobre todo, libre de la soberbia. Dios está cerca, camina ya a nuestro lado y es terrible pensar que los suyos puedan no recibirle porque no le han sabido reconocer.

juan antonio at: 21 noviembre, 2021 18:25 dijo...

Hace dos semana decíamos que terminábamos el año como empezaríamos el siguiente y aquí estamos, salvo que con el Evangelio de Lucas, paralelo con el de Marcos y añadía “”quizás recordándonos que desde siempre tendremos la puerta estrecha para llegar a la Vida””, empezamos con dolor y con dolor lo veremos venir en aras de salvación.
Empezamos un año litúrgico nuevo y como solemos decir que se nos entrega un libro en blanco para que ….., pues yo digo que se nos entrega un Libro, nuevo o no, pero lleno, bien lleno de una Vida exultante, revitalizadora, alegre y arrebatadora, en rasgos, lejos de constituir una biografía de Jesús que por amor se “”hizo uno de tantos””.
Esto no quita que iniciemos un camino nuevo, con la esperanza como futuro de una realidad inminente o de una realidad final y ambas nos lleva a un parón y a mirarnos, a ver como estamos, que nos sobra o que “”cosa nos falta””, como decía un Evangelio de los últimos domingos, en definitiva empezamos una andadura, pero que no debe ser
un Adviento más,
ni una Navidad más,
ni una Cuaresma más,
ni un triduo Pascual más,
ni una llegada del Espíritu más,
como tampoco nuestras Eucaristías, vivencias de todos los tiempos, tienen que ser pasivas en la actualización de la entrega de Jesús, porque nuestra participación la hacemos escasa si no coparticipamos junto con el celebrante en todas las oraciones llenándonos de la Vida que entrañan.

Rompamos la rutina, la indiferencia, el porqué siempre se ha hecho así, porque en definitiva nos cuesta limpiar la casa de vez en cuando

El Señor nos anuncia su venida final, pero viviremos su llegada como Hombre, y a lo largo de los tiempos iremos conformando nuestra vida a ese libro que llamamos Evangelio y al resto de la antigua y nueva escritura, como hoy que iniciamos con la promesa del vástago de David, el amor mutuo que nos anuncia Pablo, las pautas del Salmo, que debemos llevar a nuestra oración todos los días, al despertar e iniciar nuestra primera oración levantando al Señor nuestra alma y discerniendo los caminos, las enseñanzas, la lealtad, la rectitud y amor por los pecadores y acompañamiento a los humildes y el Evangelio nos anuncia la venida última del Señor para que acojamos con alegría la primera.

Maranatha, “”ven Señor, Jesús””

Ven porque como nos dirá a lo largo y ancho del año que iniciamos, “sin Ti no podemos hacer nada”.

Haz que limpiemos nuestros corazones, que nuestra alma esté expectante y en vela para tu llegada, ahora y siempre, pues tú viene todos los días, en cada instante de nuestras vidas, tengamos una espera esperanzada y activa “estando en pie delante del Señor”, viviendo tu presencia en los hermanos y en nuestra amada tierra.

Maranatha, “”Ven Señor Jesús””
Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, Señora de la Esperanza, enséñanos a vivir esta espera en activo, ¡AMEN!

Maite at: 23 noviembre, 2021 22:48 dijo...

En el comienzo de este tiempo de Adviento me ha gustado mucho una expresión que aparece al final de la hojilla, en las preguntas, donde Juan propone “programar zonas verdes en mi día, donde encuentro y me dejo encontrar por un Dios cercano y Padre”. Sí, zonas verdes donde respirar a pleno pulmón y dejar que todo el aire interior se renueve y purifique. Y la Palabra de este domingo nos da pistas suficientes para encontrar y dejarnos encontrar por Dios.

Jesús nos dice que se acerca nuestra liberación, un buen motivo de esperanza. Y el libro de Jeremías nos recuerda que Dios cumple, desde siempre, sus promesas.

Es verdad que la responsabilidad de acoger al que viene y aceptar la liberación que se nos ofrece, es nuestra. No sabemos mucho del salmista, ni de sus ocupaciones o preocupaciones, pero había aprendido a rodearse de una zona verde generosa que le permitía elevar el alma al Señor con frecuencia, ponerse en sus manos con confianza, y aquilatar la esperanza.

Y Pablo nos da la clave para “presentarnos ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús”: el amor mutuo y a todos. Algo al alcance de cualquiera. Basta con olvidarse de uno mismo y entregar la vida cada día, poquito a poco, jirón a jirón, gota a gota…

La mejor manera, además, de mantenerse despiertos y vigilantes para no caer en las trampas del yo que, esas sí, nos embotan del todo los sentidos, externos e internos; nos anclan al pasado de mala manera, nos incapacitan para el presente y nos cierran al futuro.