3ºCUA-C

sábado, 12 de marzo de 2022
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 12 marzo, 2022 18:07 dijo...

LA CARA OCULTA DEL MAL (Lc 13,1-9)

Tomando pretexto de dos hechos históricos -la matanza de devotos en el templo y el derrumbamiento de la torre de Siloé-, quienes siguen a Jesús analizan la catástrofe a partir del principio teológico que decía no haber castigo sin culpa previa. Toda desgracia era vista como el justo castigo de pecados ocultos o manifiestos. Jesús no entra en ese debate, sino que analiza los hechos desde la mentalidad apocalíptica de su época.

Según ésta, toda catástrofe es anuncio del fin. Jesús aprovecha dos grandes desgracias -un acto de crueldad y un accidente- para invitar a la conversión. Para él, la desgracia es una llamada a entrar dentro de nosotros mismos y una oportunidad para volver el corazón a Dios. No es cuestión de ver quiénes son culpables y quienes inocentes, sino de comprender el alcance del momento presente como una oportunidad para rectificar el curso de la vida mientras hay tiempo.

Al ser humano le resulta insoportable el absurdo. Por eso, ante el sufrimiento -sobre todo de los inocentes-, mira al cielo y pregunta: ¿por qué? Para unos la respuesta es descorazonadora: choca contra un Dios todopoderoso que permanece insensible ante el dolor de sus criaturas. No es nuevo este planteamiento. Ya Homero decía que los dioses tejen el destino de los mortales para que sufran, mientras que ellos permanecen impasibles. Otros -como los contemporáneos de Jesús- creen que siempre hay un pecado detrás. Creen, por tanto, en un Dios justo que no consiente que nadie viole sus normas. También están quienes dan al sufrimiento un sentido purificador y ven en la desgracia un signo del amor divino hasta el punto de afirmar que la gloria de Dios reposa sobre el que sufre y que el camino que conduce al futuro es el dolor. Creen éstos en un Dios que educa con la vara. Ninguno de ellos conoce al Dios predicado por Jesús que es padre misericordioso y sufre el sufrimiento de sus hijos.

Pero no olvidemos que el verdadero drama no es el mal físico y la desgracia, sino el pecado. Él es el rostro oculto de mal. Jesús -con la parábola de la higuera- sitúa el debate en otro nivel. La verdadera muerte -el verdadero mal- es dejar que la maldad se instale en el corazón. Es falso que el dolor convierta la vida en algo miserable y sin sentido. La mayor de las desgracias no es el sufrimiento -como pensaba Buda-, sino la perversión. Es esto lo que hace a los hombres verdaderamente desgracia¬dos al privarlos de Reino de Dios. Por eso Jesús, ante un enfermo primero sana el espíritu y luego el cuerpo. Una de las contradicciones de nuestro mundo es que, mientras diseñamos una vida exenta de dolor y confundimos placer y felicidad, abandonamos los valores morales y dejamos que el corazón quede como un desierto en el que la anomía -la ausencia de principios y normas- sea la norma.


Francisco Echevarría

Maite at: 15 marzo, 2022 19:31 dijo...

Es curioso… Mucho tiempo después, pero mucho, y los discípulos de Jesús seguimos pensando igual, y haciéndonos las mismas preguntas que algunos de sus paisanos – esos del evangelio- ante los sucesos que les afectaban. Y las interpretaciones, entonces y ahora, también se parecen mucho: hay que buscar culpas y culpables.

No acabamos de asimilar que tenemos que aprender a leer los signos de los tiempos y cambiar de mentalidad, de vida, nuestras prioridades y opciones. Lo más difícil…

Cuando nos golpeó la pandemia con su cortejo de muertos y sus crueles consecuencias económicas, sanitarias, sociales, humanas, al fin y al cabo, también buscamos culpables. Hasta hubo quien culpó a Dios, creyendo que era su forma de castigarnos por nuestros desmanes con la naturaleza y entre nosotros.

Ahora es la guerra con Ucrania lo que golpea con fuerza nuestras vidas por su cercanía y las consecuencias para nuestras economías cotidianas. Porque somos más testigos que en otras del horror que viven tantas personas como nosotros en tiempo real.

Necesitamos, una vez más, escuchar la voz de Jesús y buscar caminos de conversión que nos ayuden a dar fruto. No podemos clamar por la paz si nosotros no somos constructores de paz en nuestro entorno. Dios tiene mucha paciencia, sabe esperar, pero no podemos casarnos con la esterilidad. Estar abiertos siempre a la conversión del corazón abrirá nuestros ojos para no caer en la codicia del mal y la murmuración, como nos advierte Pablo, que son formas de matar a los demás.

Los acontecimientos, los sucesos grandes y pequeños de nuestra vida y nuestro mundo, son también terreno sagrado donde Dios se manifiesta, se revela y nos envía a llevar a los demás a una tierra fértil y espaciosa que mana leche y miel, liberándolos de toda opresión de cualquier tipo. Dando testimonio, como el salmista, de un dios que cura y perdona, paciente y misericordioso.

juan antoniio at: 16 marzo, 2022 14:44 dijo...


El Evangelio de este Domingo empieza con la cuestión de la culpa en hechos producidos por el hombre o por fenómenos naturales, terminando con una parábola sobre la ternura del Padre.

La relación pecado castigo, tema imperante en la cultura y religiosidad judía, es superada por Jesús por dos veces en el evangelio de esta semana, en los galileos ajusticiados por Pilato en el templo y los que murieron por el derrumbamiento de una torre.
“”pensáis que esos galileos eran más pecadores que todos los demás galileos porque han padecido estas cosas?

No, y este no lo repite con el accidente de la torre, así como en el evangelio de Juan con el ciego de nacimiento ¿quien pecó éste o sus padres?.

No dice Jesús que no fueran pecadores, sino que no por ello sufrieron y nos hace la advertencia, “ y si no os convertís, todos pereceréis del mismo modo”.

Jesús me está haciendo, nos está haciendo una llamada a la conversión y una llamada al discernimiento de los signos de los tiempos, qué pasa, qué me pasa, cómo me encuentro, que me dice los acontecimientos, el día a día de mi vida y de la vida de los demás?

Pues de ellos tengo que sacar una consecuencia para mi vida en orden a cambiar, tengo que dar a mi vida otro rumbo, acercarme al Padre Bueno, acercarme a los hermanos, escuchar la Palabra del Padre en el Hijo y vivir la fuerza del Espíritu y ser consciente de que la naturaleza tiene sus ritmos, destruir, con nuestra oración, la maldad que habita en el corazón del hombre y si yo no cambio, el mundo que me rodea, no cambiará o no contará con mi granito de arena.

Veamos los sucesos de los tiempos que vivimos, donde el fuerte oprime al débil, donde los poderosos machacan al pobre, que sí, que ha sido así toda la vida, pero toda la vida hemos estado ciegos y no hemos escuchado ni advertido que se nos llamaba a enderezar nuestra vida, a la conversión.

Y a pesar de todo nuestro Padre nos cuida, nos mima, nos ama con ternura a ver si puede ser el año próximo y así cuántos años y más años, esperando, nos deja vivir para ver si nuestra vida da frutos, frutos de cercanía, frutos de acompañamiento, frutos de compasión, frutos como de lo que somos, hijos de Dios.

Y en la meditación de la Palabra tenemos que llenarnos del Amor del Padre y alzar nuestras manos rezando con el salmista, “Bendice, alma mía, al Señor y todo mi ser a su santo nombre”.

Demos gracias y alabemos a nuestro Señor por cuanto recibimos cada día, cada instante, vivamos su presencia, su Providencia y como dice un programa de nuestros hermanos los evangélico en TV2 “”Tú vales mucho para Dios”” .

En esta semana debemos reparar y ver esas llamadas de atención que recibimos a lo largo del día en orden al cambio de mi vida, de nuestra vida y tener nuestra mirada limpia y nuestra mano tendida como consecuencia de todo ello.

Santa María, Madre de Dios y Madre nuestra, ayúdanos a hacer realidad las llamadas de conversión y cambio en nuestras vidas, ¡AMEN!