5ºDOM- PASCUA-C

sábado, 7 de mayo de 2022
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3 comentarios:

Paco Echevarría at: 07 mayo, 2022 08:56 dijo...

COMO YO OS HE AMADO (Jn 13,34-35)

Es costumbre humana hablar mucho de aquello que añoramos o echamos en falta para llenar la ausencia con la evocación y el recuerdo. En base a esto, podemos concluir que en nuestro mundo falta mucho amor. Por eso es siempre nuevo el mandamiento de Jesús: amaos como yo os he amado. No era nuevo entonces, ni lo es hoy, el precepto de amar al prójimo como a uno mismo, pero se presta a error, porque, si uno es la medida del amor a los demás, depende de cómo sea uno para que así sea el amor. Jesús corrige esto y se presenta él mismo como modelo. Ya había dicho en otra ocasión que nadie tiene amor más grande que el que da la vida por aquellos a los que ama y que el amor de Dios al mundo le llevó a entregarle a su propio hijo. Con este precepto Jesús establece el fundamento del ser y de la convivencia sobre una nueva base: el amor como entrega, el amor absolutamente gratuito y desinteresado. Está proponiendo la utopía.

Tal vez el problema de nuestro mundo y de nuestra cultura sea creer que el amor así entendido es imposible y haber renunciado al mejor proyecto de vida posible. Proponiendo un amor al otro como el suyo, Jesús está asentando los cimientos de un mundo nuevo y mejor. Ignorar o menospreciar su propuesta conduce al miedo o a la huida. Cuando caemos en el miedo, aparece la competen¬cia, la envidia, la mentira, la manipulación, la ira, la división, el sectarismo... Cuando huimos, nos refugiamos en paraísos imaginarios, en placeres que nunca satisfacen y que tantas veces llevan al vacío o la degradación del ser humano. Frente a la cultura del desamor, el cristiano propone la cultura del amor y de la vida, es decir, se empeña en la construcción de un mundo en el que los hombres se sientan y vivan como hermanos y donde el amor sea el valor que inspire todos los proyectos.

Ese amor será el distintivo de los suyos. Esto quiere decir que, cuando la joya del amor se oscurece, no importa que brillen otras alhajas porque todo huele a falso. Pero si el amor está presente, no importa la carencia de otras cosas, porque el amor da autenticidad y sumo valor a todo lo humano por insignifican¬te que sea. Jesús quiere crear un espacio donde el amor exista como una realización de la utopía. Ese es precisamente el signo que ha de identificar a los cristianos en medio del mundo: demostrar que es posible lo que parece imposible: que Dios es padre y que los hombres pueden ser hermanos. En eso radica la gloria del hombre y la gloria de Dios. Y un último detalle que no hay que olvidar: cuando Jesús habla, antes ya ha hecho. No es hombre de discursos, sino de compromisos. Por eso antes de decir lo que hay que hacer, él ha lavado los pies a los suyos para indicar con ello que el servicio es la manifesta¬ción más clara del amor.


Paco Echevarría

juan antonio at: 11 mayo, 2022 18:48 dijo...


Esta semana al igual que la pasada, el pasaje evangélico es corto pero esencial para los seguidores de Jesús, los cristianos.
Las naciones se dan constituciones, leyes, reglamentos y demás disposiciones que regulen la convivencia de los pueblos.
Los padres otorgan testamento disponiendo todo aquello que determinen la actuación de sus hijos en la continuidad de sus negocios, bienes y derechos.
Y Jesús, pronto a partir nos deja a su comunidad, a sus “hijitos” la razón por la que seremos conocidos como seguidores suyos, como sus discípulos, el mandamiento único.
Ese mandamiento no se nos impone, se nos da y sus seguidores tenemos que asumirlo, aceptarlo, como lo aceptamos a Él, y será la señal de nuestra comunidad de cristiano, será el santo y seña de nuestro vivir:
“”Amaos unos a otros como yo os he amado”
Hasta ahora teníamos el amor a Dios, con toda nuestras fuerzas, nuestra mente y nuestra voluntad y a los hermanos como a nosotros mismo, pero Jesús lo cambia y tenemos que amar como Él nos amó y la hoja desgrana las mil maneras de ese amor a lo largo de esos pocos años en que Jesús se manifestó por toda Palestina y fuera de ella, dándonos la Vida y el Rostro del Padre, dándonos el Reino y dándonos las enseñanzas necesarias para la realización del Reinado de Dios, para continuar con su obra.

“”Amaos unos a otros como “yo” os he amado””

Para cumplir este mandamiento si lo aceptamos y asumimos, tenemos que conocer a Jesús, tenemos que ver su vida, sus obras, su palabra, tenemos que contemplar, más que estudiar, todo para hacerlo Vida de nuestro día a día, porque ¿si no sé como amó Jesús, como voy a amar a los hermanos?

Por eso la oración y contemplación sobre los Evangelios nos dará el camino a seguir, la verdad a celebrar y la vida a vivir.

Eran momentos de intimidad de Jesús con los discípulos a quienes había lavado los pies, a quienes les iba a dejar el sacramento de su Vida, a quienes iba a encomendar hacerlo en memoria suya, sin excluir ni a Judas y en esos momentos nos constituye en comunidad con un único y solo mandamiento: amar, amar y solo amar.
Ante esto, miembros de su comunidad, de su Iglesia, tenemos que reflexionar si nuestra vida refleja ese amor de Jesús, esa forma de amar como Jesús, si en nuestras celebraciones, reuniones, manifestaciones lo más importante es el Amor como el de Jesús. El suyo fue hasta morir y ¿el nuestro?
¿Cómo amo, cómo me entrego, cómo me doy, para que me reconozcan como seguidor de Jesús?
“Mirad como se aman”, dice Tertuliano en su Apología allá por el siglo II, que manifestaban los paganos del modo de vivir de los cristianos.
Hoy tendríamos que hacer una revisión en nuestras comunidades de como seguimos este mandamiento, este don de Jesús que nos regaló con ello su forma de Vida desde aquí hasta la plenitud de la misma.
Lo seguimos tal como nos lo enseña los Evangelios o lo hemos llenado de muchas interpretaciones, reflexiones, consideraciones…….., todo para enmascarar lo que de verdad es importante: AMAR.
Recemos con el salmista, “bendeciré tu nombre por siempre jamas, Dios mio, mi rey””
“”El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas”
Santa María, Madre de Dios y madree mía, enséñame a amar como tu amaste, como viviste el Amor, ¡AMEN! ¡ALELUYA!

Maite at: 13 mayo, 2022 21:25 dijo...

Santa Teresita del Niño Jesús, que entró muy joven en el convento (y murió muy joven también), entendió como pocos el mandamiento nuevo del amor. Aunque le llevó su tiempo… En la “Historia de un alma”, donde cuenta parte de su vida y su experiencia espiritual, afirma, acerca de sus primeros años de vida religiosa, que se dedicaba, principalmente “a amar a Dios”. Eso fue hasta que “la caridad entró en su corazón” y descubrió que la voluntad de Dios consiste, precisamente, en que amemos a los demás como Jesús lo hizo.

Cualquier cristiano tiene claro el valor del mandamiento nuevo, pero a lo mejor a un nivel muy superficial. Nos cuesta darnos cuenta de que Dios no necesita nuestro amor, ni que muramos por él, ni que le sirvamos. Y, sin embargo, creer que estamos llamados a ello nos llena de orgullo. Y empleamos energías sin cuento en amarle y servirle, en cultivar la disponibilidad a morir por él cuando y como sea; en defender la fe de sus enemigos, el honor de la Iglesia y sus privilegios, poder e influencia.

Pero Jesús, durante la Última Cena, no pidió nada de esto a sus discípulos. Quiso que nos amemos unos a otros como él.

Santa Teresita pudo hacerlo. Por eso llegó a ser santa. Y pudo porque en sus hermanas, las que convivían con ella cada día y cuyos defectos tanto le hacían sufrir, veía a Jesús. Derrochaba buenas palabras, miradas amables y sonrisas con ellas por Jesús. Las servía por Jesús. Entregaba su vida a sus hermanas por Jesús. Y de día en día profundizaba en las palabras del evangelio para comprender cómo había amado Jesús.

Amar a Dios es una quimera, un culto al ego; el más descarado y descarnado si se separa del amor al que está al lado. Porque Dios está, precisamente, ahí.